¿Es FICCIONES el primer metaverso literario de la historia?

¿Es FICCIONES el primer metaverso literario de la historia? FICCIONES anticipa la era de la IA con precisión inquietante

Estamos en julio de 2025, en algún rincón iluminado por pantallas y cubierto por polvo de libros viejos. 📚💻

Releo FICCIONES, el clásico indomable de JORGE LUIS BORGES, y me asalta una certeza tan absurda como clara: esto no es literatura fantástica.

Esto es una predicción camuflada, un oráculo elegante disfrazado de relato.

FICCIONES no es un libro. Es un espejo de mundos posibles, una trampa para el tiempo, un universo que se escribe solo y se reescribe con cada lector. Hay algo perturbador en descubrir que cada uno de estos cuentos, redactados hace más de ochenta años, parecen escritos hoy para hablarnos de simulaciones digitales, inteligencias artificiales, hiperrealidades, algoritmos, multiversos y espejismos informáticos. ¿Cómo lo hizo?

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«FICCIONES no se lee, se descifra.«
«Borges no escribió cuentos, diseñó arquitecturas del futuro.«

La biblioteca infinita que ya existe

Empiezo por el cuento más famoso, La Biblioteca de Babel, y lo que me salta en la cara no es la imaginación desbocada, sino la visión precisa del Internet y los modelos de lenguaje artificial. Una biblioteca donde están todos los libros posibles, donde el orden es indistinguible del caos, y donde el principal problema no es la creación sino la búsqueda. ¿No es exactamente lo que hacemos cada vez que buscamos algo en Google o entrenamos a una IA con millones de textos?

Los investigadores Bottou y Schölkopf no dudan en señalarlo: los grandes modelos de lenguaje como ChatGPT son la materialización funcional de esa biblioteca borgiana. La diferencia es que ahora tenemos bibliotecarios digitales que filtran, seleccionan, sugieren. Pero la angustia sigue ahí: cómo saber si el texto que estamos leyendo es el verdadero, el correcto, el necesario.

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La idea de una inteligencia que selecciona significados dentro del infinito textual no es nueva. Borges ya la había descrito con precisión casi burlona, como si estuviera jugando a ser el padre secreto de la cyber-literatura.

El metaverso era argentino y de 1940

Ahora leo «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» como si fuera el manual fundacional del metaverso. Porque lo es. No exagero. Tlön es un mundo que no existe, pero que comienza a invadir la realidad porque los humanos creen en él, escriben sobre él, lo desean. No hay mejor resumen del metaverso: realidades virtuales que terminan condicionando al mundo físico.

Los objetos de Tlön aparecen por el poder de la voluntad. ¿No es esto lo que pasa con los deepfakes, los NFTs, los avatares digitales? Creamos realidades con código y memoria, y de repente esas realidades influyen en cómo vivimos, compramos, pensamos. Borges se adelantó a Baudrillard, a Meta, a Silicon Valley. Los metaversos de hoy son Tlön con diseño UX.

Y si eso no te da vértigo, piensa en esto: Borges imaginó Tlön como una conspiración filosófica gestada en las sombras por sabios ocultos. Exactamente como muchos creen que funciona la inteligencia artificial hoy. El relato se transforma así en una especie de documento confidencial sobre las estructuras invisibles del poder digital.

Pierre Menard y la autoría en la era de la IA

En Pierre Menard, autor del Quijote, un escritor del siglo XX reescribe el Don Quijote palabra por palabra, pero en un nuevo contexto. El texto es el mismo, pero el significado cambia por completo. Suena a experimento literario… hasta que lo conectamos con lo que hacen los modelos generativos actuales. Es exactamente eso.

Cuando pedimos a una IA que escriba “como Borges” o “como Shakespeare”, lo que obtenemos no es plagio: es un nuevo contexto para viejas palabras. ¿Quién es entonces el autor? Borges se anticipa a este dilema con una claridad escalofriante. Y lo hace sin tecnología, solo con pura lógica metafísica.

¿Importa que lo escriba una máquina si el efecto en el lector es el mismo? ¿O más inquietante aún: qué pasa si el lector ya no puede distinguir quién escribe qué? Borges ya estaba ahí, con su pluma de filo quirúrgico, décadas antes de que nos hiciéramos estas preguntas.

Laberintos temporales y multiversos retro

En El Jardín de los Senderos que se Bifurcan, Borges deja de ser escritor y se convierte en físico cuántico. Antes de Everett, antes de la teoría de los muchos mundos, ya estaba ahí el chino Ts’ui Pên diseñando una novela donde todas las posibilidades coexisten. El tiempo no como línea, sino como laberinto que se ramifica sin cesar.

Alberto Rojo, físico argentino, lo dijo mejor: Borges anticipa la interpretación cuántica de los multiversos. Cada decisión abre un universo paralelo. Y lo hace en un cuento de espionaje ambientado en un jardín literario, con referencias a la mística oriental y la filosofía occidental. Retro y futurista, simultáneamente.

Leer ese cuento es como abrir un agujero negro de papel. Las páginas se doblan, los tiempos se cruzan, los significados se replican. Y entonces te das cuenta: estás atrapado en un algoritmo escrito a mano.

La muerte y la brújula del algoritmo

Otro cuento, otra sorpresa. En La Muerte y la Brújula, Lönnrot, el detective, no investiga como un humano, sino como un software. No sigue pistas emocionales ni entrevistas, sino geometrías, símbolos, estructuras. Su método recuerda a los actuales sistemas de análisis predictivo: tomar datos inconexos y buscar patrones.

Pero Borges, siempre irónico, muestra también el peligro: el exceso de lógica puede llevar al abismo.

Lönnrot resuelve el enigma, pero al hacerlo se mete directo en la trampa. Igual que muchos algoritmos modernos que, al predecir demasiado bien, terminan reforzando errores sistémicos o sesgos ocultos.

«A veces, saber demasiado es la mejor manera de equivocarse.«

¿Ciberpunk? Borges ya lo había escrito

Muchos creen que William Gibson inventó el cyberpunk. Pero Gibson mismo lo ha dicho: sin Borges, Neuromancer no existiría. El Aleph —ese punto donde se ve todo el universo simultáneamente— es el padre conceptual del ciberespacio. Y también de Matrix. Y de cada universo digital donde la realidad es apenas una interfaz.

El cyberpunk es una estética que Borges no necesitó. Donde Gibson pone neón, Borges pone espejos. Donde otros meten hackers, él mete bibliotecarios, detectives, filósofos. Pero el fondo es el mismo: la frontera entre lo real y lo virtual ya no existe.

Soñados por otros: NPCs, ruinas y recursividad

En Las Ruinas Circulares, un hombre sueña a otro hombre hasta que lo hace real, y luego descubre que él mismo es producto del sueño de alguien más. Es el bucle perfecto de la simulación digital. NPCs soñando a NPCs, mundos dentro de mundos, ficciones dentro de ficciones.

Este cuento anticipa no solo los debates actuales sobre simulación, sino también una forma de entender el arte narrativo como estructura recursiva, donde no hay inicio ni final, sino capas de realidad que se reflejan unas a otras como en un caleidoscopio roto.

El estilo retro del futuro

Lo más increíble de todo es el estilo. Borges no necesitó palabras grandilocuentes. Su prosa es seca, clara, elegante, como si viniera del siglo XIX, pero sus ideas parecen recién salidas de un laboratorio de inteligencia artificial. Esa mezcla entre lo clásico y lo anticipado es lo que hace de FICCIONES un objeto literario mutante.

Su uso de referencias antiguas —la Cábala, los griegos, los árabes, los místicos— le da una textura retro que contrasta con sus obsesiones futuristas: máquinas mentales, simulaciones, multiversos. El resultado es una narrativa atemporal, una joya vintage del porvenir.

¿Y si todo esto ya estaba escrito?

Después de cada lectura de FICCIONES, me queda la sospecha: ¿y si Borges no imaginó estos mundos, sino que simplemente los encontró? ¿Y si sus cuentos no son ficción sino archivos secretos del tiempo por venir?

Quizá estamos habitando una de sus invenciones. Quizá nuestra realidad ya está escrita, palabra por palabra, en alguna edición perdida del libro. O peor aún: quizá somos personajes de un cuento que aún no termina.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
“Somos lo que recordamos, pero también lo que soñamos.” (Jorge Luis Borges)

¿Puede la literatura predecir el futuro?

FICCIONES no es solo literatura fantástica. Es ciencia especulativa sin gadgets, cyber-literatura sin pantallas, física cuántica narrada con símbolos. Borges nos dejó no cuentos, sino mapas. No relatos, sino llaves. Leerlo en 2025 es descubrir que el futuro ya estaba escrito… en pasado perfecto.

Y entonces surge la pregunta:
¿No será que toda la tecnología que creemos estar inventando es solo una relectura de Borges?
¿O quizás… él también fue un sueño de otro, más allá del tiempo, más allá del lenguaje?

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