Trampa en Zarkass es la ciencia ficción retro que no te esperas ¡Recomendadísimo!

Trampa en Zarkass es la ciencia ficción retro que nadie esperaba ¿Qué esconden las heroínas de Trampa en Zarkass en su amistad imposible?

Estamos en un futuro que no tiene fecha, en un planeta inventado donde la selva respira como un animal dormido y los colores parecen salidos de un sueño febril. En ese escenario irrumpe Trampa en Zarkass, un cómic que me atrapa por su mezcla de acción desbordante, humor descarado y paisajes alienígenas que uno casi podría oler. Me lo cruzo en una librería y, al abrirlo, la primera impresión es clara: aquí hay aventura de la buena, de la que se lee con una sonrisa torcida y un poco de incredulidad.

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La historia se sostiene sobre dos mujeres que, de entrada, parecen agua y aceite. Y sin embargo, como suele ocurrir en los mejores relatos, el roce, las misiones compartidas y los insultos lanzados con gracia acaban por tejer entre ellas una amistad que no debería existir… pero existe. ¿Acaso no es eso lo que siempre buscamos en una buena narración, que lo improbable nos resulte inevitable?

Entre Stefan Wul y la irreverencia del cómic

El origen de esta trama hay que rastrearlo en una novela francesa de ciencia ficción: Piège sur Zarkass, escrita por Stefan Wul, aquel farmacéutico que en sus ratos libres inventaba universos más verosímiles que la realidad cotidiana. Sin embargo, Yann en el guion y Didier Cassegrain en el dibujo deciden no rendir pleitesía ciega al texto original. Toman licencias, juegan, cambian, retuercen. Los protagonistas que eran hombres se convierten en mujeres, la humanidad que Wul imaginó se reordena en una sociedad donde el poder es femenino, y el sexismo clásico de la ciencia ficción pulp se devuelve en forma de espejo deformado.

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No se trata de un panfleto ni de un sermón; más bien es una parodia inteligente, un matriarcado caricaturesco en el que las mujeres actúan con los vicios atribuidos a los hombres de antaño: maldicen, insultan, desprecian y, de paso, convierten a los varones en un adorno. Es un juego de espejos en el que uno se ríe porque se reconoce el absurdo.

“El mejor humor es el que te incomoda mientras te arranca una carcajada.”

La selva de Zarkass y sus criaturas

Si algo hace inolvidable este tomo son los paisajes y las criaturas. Cassegrain dibuja como si hubiera vivido en Zarkass toda la vida, como si hubiera visto con sus propios ojos a esas especies imposibles que parecen una mezcla de pesadilla y zoológico fantástico. Los colores se expanden en la página como si fueran manchas de un planeta húmedo, hostil, pero extrañamente bello. Leer este cómic es entrar en una jungla extraterrestre donde uno avanza con machete en mano y, al mismo tiempo, con la fascinación del turista que no quiere perderse nada.

La edición integral publicada por Nuevo Nueve no se queda atrás. Tapa dura, páginas a color, bocetos que revelan el proceso creativo. El libro se convierte en un objeto que uno quiere tener a la vista, no escondido en una estantería. Y es que hay cómics que se leen, pero también hay cómics que se exhiben.

Voces disonantes y personajes imperfectos

No todo es perfecto en esta obra, aunque tal vez ahí resida parte de su encanto. Marcel, uno de los personajes, habla con una voz que no siempre encaja: ruda, soez, malhablada, pero de pronto se desliza en ella un término culto, una palabra que chirría como un piano mal afinado. Esa disonancia no arruina la experiencia, pero sí deja una pequeña grieta en la ilusión. Aunque, pensándolo bien, ¿no es también eso un reflejo de la vida real, donde la gente no habla nunca como debería?

En esa grieta se cuela la risa y la complicidad del lector. Uno sigue adelante porque lo importante no es la consistencia lingüística de Marcel, sino la química que se destila en cada viñeta, la tensión entre la camaradería y el misterio, la sensación de estar leyendo algo que, aunque adaptado, respira con vida propia.

La tradición de la ciencia ficción con un giro inesperado

Hace tiempo la ciencia ficción servía como escaparate de fantasías masculinas, un género que repetía fórmulas hasta el cansancio: héroes viriles, damiselas en apuros, monstruos que rugían más que pensaban. En Trampa en Zarkass todo eso se invierte, pero no desde la solemnidad, sino desde la burla. Los papeles cambian y con ellos cambia nuestra forma de leer. Lo que antes era cliché ahora se vuelve broma, lo que antes era dogma ahora es parodia.

“Nada envejece más rápido que lo que se toma demasiado en serio.”

Y eso es lo que convierte a este cómic en un viaje fresco dentro de un género tan saturado de fórmulas. Porque uno no busca aquí la lógica implacable de la ciencia ficción dura, sino la ironía de un guion que se atreve a reírse de sus propios moldes.

Un tomo que se disfruta con los cinco sentidos

Abrir este cómic es como entrar en una cantina alienígena: los colores, los gestos, las frases bordadas con insolencia… todo está diseñado para atraparte. Se disfruta de pie en el metro o tirado en el sofá, porque lo mismo da; el ritmo narrativo es tan rápido que parece que alguien te empuja desde la primera página. La acción no se detiene, pero tampoco se convierte en ruido. Y entre disparos y persecuciones, se abre paso la amistad improbable de esas dos heroínas que, contra toda predicción, acaban entendiéndose mejor que nadie.

No exagero si digo que este tomo integral editado por Nuevo Nueve es de esos que se recomiendan sin pestañear a cualquier aficionado al cómic, pero también a quien no lo es. Porque la gracia de Trampa en Zarkass es que se lee con la misma facilidad con la que uno escucha una buena anécdota contada en una sobremesa.

El eco de Wul y lo que viene después

Me gusta pensar que Stefan Wul, allá donde esté, sonreiría al ver lo que han hecho con su novela. Porque las grandes obras sobreviven precisamente por eso, por permitir reinterpretaciones, adaptaciones, giros que no las petrifiquen. Zarkass no se convierte en un museo; se convierte en un territorio vivo al que siempre se puede regresar para encontrar algo distinto.

Ahora me queda la pregunta incómoda: ¿qué habría pasado si Yann y Cassegrain hubieran seguido más fielmente el original? Quizá tendríamos un cómic más correcto, más ortodoxo, pero probablemente menos divertido. La fidelidad a veces es un lastre, y la infidelidad, paradójicamente, un acto de homenaje.


“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)


En definitiva, Trampa en Zarkass es un cómic que no solo entretiene: también se atreve a jugar con las convenciones del género, a reírse de ellas y a regalarnos una amistad femenina improbable en medio de un planeta salvaje. La pregunta, claro, queda flotando en el aire: ¿seguiremos visitando Zarkass en futuras adaptaciones o este será el único mapa que nos dejen? Y, lo más inquietante, ¿qué otras historias de la vieja ciencia ficción merecerían un giro tan irreverente como este?

 

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