AUTODECEPCIÓN desnuda en cinco libros imprescindibles

¿Qué secretos esconde la AUTODECEPCIÓN en nuestra vida diaria? AUTODECEPCIÓN desnuda en cinco libros imprescindibles

Estamos en agosto de 2025 en Madrid y la palabra autodecepción me muerde el tobillo como un perro que no he sabido educar. Abro una libreta, pongo un vinilo que ya cruje y me doy el gusto de volver a las páginas que me enseñaron a mirar el espejo sin maquillaje mental. No vengo a dar sermones, vengo a contar lo que encuentro cuando levanto la alfombra de mis razones cómodas. Y, aviso, debajo hay más polvo del que aparenta.

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Origen: La Autodecepción Es El Juego Más Peligroso Del Deseo

Comienzo fuerte porque lo pide el cuerpo: la autodecepción es el truco de magia favorito de nuestro cerebro, y cuando uno lo entiende deja de aplaudir y empieza a vigilar las manos del mago. La autodecepción no es un capricho, es una ingeniería social de andar por casa. Si me notas vehemente es porque cada uno de estos libros me ha puesto una linterna distinta en la frente, y con cada luz nueva he visto rincones que antes negaba. Me pasa ahora mismo, mientras escribo, en presente vivo, con la tentación de justificarme por todo. Pero no, hoy voy a contar lo que hay y, luego, a dejar preguntas sobre la mesa para que cada cual las mastique sin azúcar.

Camino primero hacia Robert Trivers, el naturalista que se atreve con la frontera más resbaladiza del comportamiento. Su tesis se clava como una astilla elegante: si me engaño mejor, engaño mejor a los demás. Ese “doble salto mortal” está contado con detalle en su obra mayor, y cualquiera puede asomarse a la sinopsis esencial en la entrada de The Folly of Fools en Wikipedia. Trivers no se queda en metáforas: la autodecepción sirve al camuflaje social y eso explica por qué, a menudo, el farsante más peligroso es el que cree su propio cuento. Pienso en los peces que se hacen pasar por otros para comer tranquilo y en el colega que se convence de que no llega tarde “porque todos llegan tarde”. Lo dicho, zoología sentimental.

Cambio de escenario, despacho con moqueta, café tibio, “reunión de seguimiento”. El relato corporativo que popularizó The Arbinger Institute entra aquí como una fábula con corbata. En Leadership and Self-Deception, ese equipo ficticio que aprende a salir “de la caja” me enseñó que la ofensa más común en una organización es ver a las personas como objetos que estorban. La mentalidad hacia afuera suena a consejo de abuela pero exige músculo diario. La edición que corre por las manos, con años y ediciones a cuestas, se presenta con mimo en el blog oficial de Arbinger, se despliega comercialmente en la tienda de Arbinger y se enmarca con claridad en la página central del libro. He visto reseñas sueltas que atrapan la idea en pocas líneas, como la síntesis de Happier at Work, apuntes personales de lectores puntillosos como estas book notes de Ana Ulin, resúmenes con apuntes prácticos en Max Mednik y páginas que recomiendan el título con fervor en The Delaney Agency. Lo compro, lo regalo y lo vuelvo a comprar; es uno de esos libros que se “prestan y no regresan” como si tuvieran piernas.

Hago una pausa para afilar términos. Eric Funkhouser entra con bisturí filosófico en Self-Deception, una introducción publicada por Routledge que distingue entre cuentas “deflacionarias” y “intencionales”, entre sesgo cognitivo y mente dividida. Esa cartografía conceptual que uno puede revisar en la página de Routledge me ayuda a no perderme: unas veces nos engañamos por pura economía mental, atajos que ahorran energía; otras, la cosa parece más teatral, con un yo que empuja y otro que finge no mirar. Mientras leo, me viene a la cabeza esa frase que mis amigos me han oído demasiadas veces: “cuando me justifico, pierdo”. El libro me recuerda que justificarse es el deporte nacional de la mente cansada.

Annette Barnes, en Seeing Through Self-Deception, propone algo que todavía me descoloca: una explicación no intencional de la autodecepción, una forma de respirar falsa conciencia sin necesidad de montar un teatro interno. Es una idea incómoda, que sacude la obsesión por el “yo estratega” y la cambia por engranajes más silenciosos. La arquitectura teórica, con pie en filosofía y psicología moral, se asoma nítida a través de Cambridge Core. Si el mapa de Funkhouser ordena, Barnes abre puertas que yo ni sabía que estaban ahí. Lo confieso con rubor: a veces quiero que mi autodecepción sea un acto heroico, porque así parece más digna; Barnes me obliga a aceptar que, muchas veces, es pura inercia.

Cambio de ritmo. Robin Hanson y Kevin Simler, en The Elephant in the Brain, no hablan solo de autodecepción, pero ponen el dedo en una llaga cotidiana: escondemos motivos como quien mete un papel comprometedor en el fondo del cajón. La fiesta, la donación, la tertulia universitaria… nada es inocente del todo. Es un libro que me hace revisar por qué hago lo que hago, incluso cuando doy explicaciones impecables. Las opiniones de lectores que se reúnen en esta estantería de Goodreads dibujan bien el retrato de su vigencia. Y sí, a veces termino riéndome de mí, porque nada cura mejor que una carcajada honesta después de un autoengaño elegante.

autodecepción retro sin filtro

En aquel periodo en que comencé a coleccionar citas como quien colecciona vinilos, me topé con un clásico de oficinas y fábricas: el autoengaño en el negocio, maqueta perfecta de la vida. Un ensayo que todavía releo con gusto, publicado como reflexión aplicable a cualquier empresa viva, es esta mirada directa a la autodecepción en los negocios que dispara preguntas incómodas y útiles en Engaging the Culture. Lo que en la sala de juntas se llama “alineamiento” a veces es pura negación organizada. Y aquí abro otra compuerta de dudas: cuando todos aceptan una excusa elegante, ¿quién se atreve a tocar la campana?

Me gusta cruzar la raya anglosajona y bucear en bibliografía hispana, donde encuentro matices que no siempre aparecen en los manuales de autoayuda. Asoman estudios que ponen a prueba nuestras certezas y desmontan entusiasmos demasiado brillantes. No voy a hacer inventario, pero dejo un rastro que he pisado con calma: críticas sólidas a los excesos de cierta psicología complaciente en este ensayo disponible en ResearchGate, discusiones metodológicas que recogen repositorios como Anales de la Facultad de Medicina y balances que aparecen en índices como Semantic Scholar o en revisiones afines en otra ficha de Semantic Scholar. Mientras tanto, la investigación aplicada al deporte aporta su granito de arena con trabajos accesibles en la Revista de Psicología Aplicada del Deporte y el Ejercicio, y desde el análisis social surgen piezas en revistas como la REIS que recuerdan que el autoengaño también se cocina en grupo, con la mano de la tribu en la masa.

Exploro además foros donde la psicología y la cultura piensan al unísono, como Quaderns de Psicologia y su espejo metodológico en este otro trabajo de Quaderns, o el análisis de las prácticas cotidianas desde Athenea Digital, complementado con piezas iniciales como esta lectura sobre narrativas y método. Por el lado académico latinoamericano, sigo pistas en Psicoperspectivas, en la Universidad de San Marcos y en revistas como Psicodebate y Psicogente, con paradas más filosóficas en PUCP y desde marcos digitales en Digithum de la UOC. Entre medias, la sociología de la educación deja constancia en la revista de SEL y algunos repositorios universitarios valoran el archivo y la memoria, como este trabajo alojado en un repositorio institucional.

“Quien necesita excusas ya ha perdido la partida.” No lo digo yo, lo murmura esa parte incómoda que surge cada vez que miro mi agenda y maquillo prioridades. Y lo cierto es que, aunque la estantería de libros de autoestima se vende como agua en verano, prefiero el rigor que pincha y no el bálsamo que adormece. Aun así, las selecciones de “lecturas para empezar” pueden ser un buen mapa si se las lee con ojo crítico: ahí están los recopilatorios de Somos Psicólogos, Mundopsicologos, Mente Sana Psicología, UPAD Psicología y Coaching o los listados más amplios de Psicología y Mente. Entre propuestas específicas, me resultó útil volver a un enfoque compasivo con nervio práctico como el de El crítico interno y la autoaceptación, accesible en Polifemo y también en Casa del Libro; eso sí, sin perder de vista que el enemigo de la honestidad es, a menudo, la prisa por sentirse bien.

el futuro de la autodecepción suena a laboratorio

Hace tiempo que se rumorea en pasillos y congresos: las startups de neurotecnología se empeñan en detectar sesgos al vuelo y prometen entrenamientos para la franqueza interior mediante lentes y escenarios de realidad aumentada. Yo, que soy de tinta y papel, sonrío con escepticismo cariñoso. Me informo, curioseo, pruebo, pero siempre acabo volviendo a los textos que abren ventanas sin vender milagros. Para una perspectiva amplia en castellano sobre debates, enfoques y tensiones del oficio, cruzo lecturas como este artículo de Quaderns que compila voces críticas con panoramas metodológicos en International Journal of Psychology y revisiones recogidas en bases como Semantic Scholar. Y cuando quiero medir el pulso de la calle, pregunto a la gente que lee de noche y trabaja de día; los hilos donde se recomiendan novelas y ensayos con honestidad brutal, como esta conversación en r/booksuggestions de Reddit, son termómetros menos solemnes y a veces más certeros.

Mientras tanto, reviso lo más básico: cómo seleccionamos libros, cómo los comentamos y cómo nos excusamos para no aplicarlos. Las guías y reseñas de terceros ayudan a hacer una primera criba, desde landing pages descriptivas como la del sitio central de Arbinger para el libro hasta catálogos que enmarcan el título en bibliotecas personales, como este archivo de The Delaney Agency. Y, por si quedaba duda, quienes preferís ver la contraportada antes que el índice tenéis recopilaciones que lo sitúan entre lecturas de empresa y liderazgo en sitios especializados. No falta quien mida la influencia de estas obras en el día a día de equipos y familias; si algo he aprendido es que el laboratorio más exigente sigue siendo la cena del jueves, cuando alguien te contradice y tu mejor argumento es el silencio bien respirado.

estética vintage para decir la verdad

Hay un placer antiguo en subrayar con lápiz. Ese gesto, casi retro, me acompaña cuando vuelvo a Trivers con su zoología moral, a Arbinger con su cajita traicionera, a Funkhouser con su mapa de teorías, a Barnes con su mecanismo silencioso y a Hanson & Simler con su elefante descarado. En paralelo, estiro el hilo hacia artículos que afinan, cuestionan o amplían las costuras: discusiones sobre bienestar y metodología en este análisis comparado de revistas latinoamericanas, marcos de reflexión en PUCP y trabajos con mirada histórica y cultural en Digithum. Y regreso, cómo no, a esas listas populares de “libros que te cambian la vida” que conviene masticar con calma, como los compendios de Happier at Work o los catálogos amplios de Psicología y Mente. Entre tanta recomendación hay perlas y hay espuma; el oficio es distinguir.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”

“El espejo no cura, pero avisa.”
“El autoengaño es un anestésico con resaca.”

pistas y juegos de manos que no olvido

No todo es teoría. He visto equipos enteros pasar del reproche burocrático a la conversación humana cuando alguien se atreve a salir de “la caja”. He visto investigadores discutir con nobleza sobre escalas y sesgos, como en debates que aparecen en Quaderns de Psicologia y en revisiones como las de Anales de la Facultad de Medicina. Y, aunque el mercado se llena de listas color pastel, vale la pena asomarse a recopilaciones más serias y a repertorios que ayudan a empezar, como los de Somos Psicólogos, Mundopsicologos y UPAD. Si alguien quiere enganchar el hábito de la compasión operativa, vuelvo a sugerir El crítico interno y la autoaceptación, con ficha en Polifemo y compra rápida en Casa del Libro. Y si lo tuyo es seguir tirando de hilos, hay bases, repositorios y revistas de acceso abierto que guardo en mis marcadores como si fueran fogones encendidos: International Journal of Psychology, Athenea Digital, SEL, UNMSM, Psicoperspectivas y piezas metodológicas sueltas en Quaderns.

notas al margen para el lector impaciente

Si te apetece salir del escaparate corporativo y rozar la autodecepción con literatura, hay rutas menos obvias: la gente pide novelas que se tragan sin posavasos y dejan poso, y las recomendaciones sinceras florecen en sitios como este hilo de Reddit. Y, por si eres de los que quieren comparar ecos y repertorios, existen selecciones alternativas que ponen el foco en hábitos y bienestar, como las de UPAD o quienes hacen inventario de estanterías en Psicología y Mente. No olvides tampoco que la edición de Arbinger ha seguido creciendo: la historia y su recepción se cuentan al detalle en el blog de la nueva edición y en páginas de referencia como el hub del libro.

destellos que me llevo a casa

La autodecepción como camuflaje social se entiende al vuelo leyendo a Trivers en Wikipedia.
Salir de “la caja” es un hábito diario que Arbinger explica con oficio en su presentación oficial y en su tienda.
El mapa teórico importa y se ordena en la introducción de Routledge a Self-Deception.
La explicación no intencional sorprende y Barnes la articula con pulso en Cambridge Core.
Los motivos ocultos bullen y se palpan en la comunidad de lectores de Goodreads.

referencias que se quedan pegadas

“No hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige.”
“A la fuerza ahorcan, pero a la verdad no.”

Y ahora, la trampa final que cuento para no caer en ella: he resuelto una parte del enigma enseñándote las herramientas, pero me guardo otra para que no se me enfríe la curiosidad. ¿Qué harás la próxima vez que te escuches dar una excusa impecable y, al mismo tiempo, te descubras con la mano en el cajón de los motivos ocultos? ¿Pondrás la aguja en el surco viejo o buscarás la pista original aunque salte el ruido?

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