Daniel P. Espinosa y el retrofuturismo que mezcla pasado y futuro

El alquimista digital de la literatura española. Daniel P. Espinosa y el retrofuturismo que mezcla pasado y futuro

Estamos en septiembre de 2025, en Madrid, y la literatura española respira un aire extraño, como si el humo de las locomotoras victorianas se mezclara con el zumbido de los servidores más modernos. Entre cafés, ferias y laboratorios de ideas, aparece un nombre que ya no suena solo entre los aficionados al género, sino que se cuela en mesas redondas, catálogos universitarios y conversaciones de sobremesa: Daniel P. Espinosa.

No es un escritor en el sentido tradicional. Es un arquitecto de realidades paralelas, un tipo capaz de levantar ciudades electromagnéticas donde Tesla gobierna como un dios urbano, de poblar mansiones con los fantasmas de Poe o de imaginar futuros donde una bruja con tentáculos vende hechizos como si fueran pizzas a domicilio. ¿Exagero? Quizá. Pero la obra de Espinosa lo confirma: el retrofuturismo literario español ya no es un pasatiempo de nicho, sino un idioma narrativo con sello propio.

“El retrofuturismo no imita, saquea el pasado para construir imposibles.” Esa podría ser la tarjeta de visita de este alquimista digital.

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La máquina Tesla y la ciudad perfecta que sangra

Hace apenas unos años, en 2019, el mundo estaba más pendiente de la inteligencia artificial que de las novelas de vapor. Y justo ahí, Espinosa decidió soltar un golpe discreto pero brutal: “Magnet. La Sociedad de la Rosa Secreta”. Más de 23.000 descargas, seis meses como número uno en Amazon España, y lo más llamativo: un manifiesto disfrazado de novela steampunk.

Nueva York rebautizada como Nouyork, vehículos de bronce flotando, energía infinita y una pieza mítica llamada La Rosa del Magnet. El lector entra fascinado en esta utopía brillante, pero pronto descubre el reverso: asesinatos en una ciudad que se vendía como perfecta. Un juego macabro con preguntas que aún nos queman en el presente: ¿qué precio se paga por la perfección tecnológica? ¿Quién mueve los hilos en sociedades que presumen de ser libres?

Aquí Espinosa no solo juguetea con el pasado, sino que nos restriega a la cara nuestro propio futuro. Porque lo retrofuturista no es nostalgia: es un espejo que nos muestra la cicatriz que preferimos no mirar.

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Raven y la resurrección imposible de Poe

Si Magnet brilla como ciudad utópica, Raven se hunde en la niebla. Y de qué manera. Publicado por Shadowlands Ediciones y financiado gracias a un Kickstarter internacional, este juego de rol gótico convierte a Edgar Allan Poe en un vecino incómodo del siglo XXI.

La premisa parece una locura: la familia Corvus, descendientes del mismísimo lord Poe, habita una ciudad eterna y maldita. Los cuervos vigilan, la bruma lo devora todo, y cada esquina esconde secretos que huelen a profecía. Lo fascinante es cómo Espinosa consigue transformar clichés góticos en mecánicas de juego frescas para gamers actuales.

“Raven no es una ciudad acogedora. Cada rincón helado esconde un secreto”, repite Espinosa en entrevistas. Y tiene razón: lo que en manos de otro sonaría a tópico aquí se convierte en un tablero vivo. El gótico vintage ha encontrado un segundo aire, y lo ha hecho con dados, miniaturas y campañas que cruzan fronteras.


El noir mojado de Madrid: Demonio de nuestros pecados

Saltamos a 2022. El tono cambia, la ciudad también, pero la herida persiste. Espinosa publica “Demonio de nuestros pecados” y gana el Premio García Pavón. Y no es casualidad: esta novela se siente como un puñetazo en la mesa.

Madrid bajo una lluvia eterna, una inspectora que caza a un asesino imposible, y un clima narrativo que recuerda a True Detective y Seven, pero sin disfrazar su raíz española. Lo que podría sonar a copia se convierte en un retrato brutal de una España rota, cansada, atrapada en su propia violencia.

El noir aquí no es decorado, es una radiografía incómoda. Espinosa no esconde las influencias, pero las devora y las escupe con un acento propio.


La bruja con tentáculos y el Madrid del 2038

Ese mismo 2022, Espinosa decide mirar más allá y publica “Una bruja con tentáculos”. La historia nos lanza a un Madrid postapocalíptico, veinte años después de la llamada Gran Caída. Aquí el futuro se comunica a través del desync, un sistema de mensajería lenta que refleja, con ironía cruel, lo que ya vivimos: la soledad como norma.

La protagonista, Nitocret, vende conjuros por encargo en una ciudad rota. Y lo que podría sonar disparatado se convierte en un reflejo incómodo: la distancia emocional se ha institucionalizado. Entre horror cósmico, fantasía urbana y ecos lovecraftianos, Espinosa construye una advertencia más que una novela.

¿De verdad estamos tan lejos de ese futuro? Uno lee el libro y la pregunta se clava como un alfiler en la piel.


Hibridar o morir: la alquimia de los géneros

En un panorama literario que a menudo se obsesiona con etiquetas, Espinosa se mueve como un fugitivo. Thriller criminal, horror lovecraftiano, fantasía oscura medieval, traducciones de Harry Dresden… El catálogo es variado, pero lo que sorprende es la coherencia.

Él mismo lo explica sin rodeos: de niño leía a Pardo Bazán y Delibes con la misma pasión que a Conan Doyle o Lovecraft. Y ese desorden lector es lo que hoy le permite saltar de un género a otro sin pedir permiso.

En tiempos de clasificaciones asfixiantes, esta mezcla se siente como un gesto de libertad pura.


La revolución silenciosa del retrofuturismo español

Desde hace más de una década, el steampunk en España viene cocinándose en antologías como Steampunk: antología retrofuturista o Ácronos. Pero lo de Espinosa confirma que ya no hablamos de curiosidad literaria. Hablamos de un dialecto propio, hispano, con voz distinta.

No hay carruajes victorianos importados a golpe de cliché. Hay locomotoras que cruzan Castilla, ciudades que huelen a hierro y azafrán, fantasmas que susurran en conventos abandonados. El retrofuturismo español no imita: construye. Y en ese terreno, Espinosa se ha convertido en uno de sus ingenieros más reconocidos.


El futuro del pasado: hacia dónde camina la literatura

Cada universo de Espinosa tiene un propósito. Magnet pregunta qué pagamos por la perfección tecnológica. Raven investiga cómo los traumas antiguos envenenan el presente. Demonio de nuestros pecados desnuda la violencia cotidiana. Una bruja con tentáculos nos advierte de futuros fríos y solitarios.

Lo interesante es que sus historias no son escapismo, sino laboratorios narrativos. Lugares donde el lector experimenta las mismas ansiedades que arrastramos hoy, pero disfrazadas de vapor, espectros o monstruos.

“Lo retro se vende como novedad y lo futurista caduca antes de nacer.” Ahí radica la clave: el equilibrio entre nostalgia y paranoia.


La máquina del tiempo de un escritor español

Con premios, ventas y éxitos internacionales, Espinosa demuestra que los lectores españoles están listos para algo más que fórmulas gastadas. Hay un mercado maduro, con hambre de ficción especulativa de calidad. Y hay autores capaces de responder con propuestas que no temen ensuciarse las manos.

En un tiempo donde lo retro parece moda y lo futurista se vuelve obsoleto en cuestión de meses, Espinosa combina ambos extremos como un alquimista testarudo. Tesla y Poe podrían haber sido vecinos en sus novelas, y uno casi se lo cree.


“Los escritores como Espinosa no narran historias; construyen máquinas del tiempo.”


Johnny Zuri dice:

“El futuro de la literatura española no se escribe con tinta nueva, sino con cicatrices del pasado.”


Quizá esa sea la verdadera pregunta que nos deja todo este recorrido. ¿Qué clase de futuros vamos a imaginar en las próximas décadas? ¿Estamos condenados a repetir las pesadillas de nuestros ayeres o aprenderemos a mezclar vapor y algoritmo para inventar mañanas distintos?

La página está en blanco. El humo ya se levanta. ¿Quién se atreverá a escribir el próximo capítulo?

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