Sombras del poder en la ficción global
Una intriga literaria donde la política se vuelve novela y la novela política
Estamos en septiembre de 2025, en un tiempo donde la frontera entre la realidad y la ficción parece desdibujarse. Y es en este terreno movedizo donde aparece un thriller que se atreve a meter el dedo en la llaga del poder mundial: Jugando a ser dioses, la novela de John Bridge disponible en Versión Kindle.
El título suena grandilocuente, casi blasfemo, pero no es un reclamo vacío: la historia arranca con un atentado callejero y enseguida nos arroja a una red de conspiraciones tan reconocible que uno se pregunta si no estará leyendo, en clave literaria, el periódico del día siguiente.
La protagonista, Darcy Smith, es la hija del líder de la oposición. Joven, educada en la relativa burbuja de una élite política, de pronto se encuentra en medio de un tablero de ajedrez donde los reyes son magnates de armas, presidentes de corporaciones y mandatarios con sonrisa de campaña pero puños de hierro. En esa oscuridad se mueve Samuel Klein, un empresario que parece un cruce entre estratega militar y titiritero de Naciones Unidas. Su organización, “La Alianza”, es la pieza clave del rompecabezas. Desde los despachos de lujo a las salas secretas, Klein maneja a gobiernos enteros como quien cambia de corbata.
Cuando la ficción huele demasiado a realidad
Lo fascinante de Jugando a ser dioses no es solo la trama de espionaje, atentados y traiciones, sino cómo la historia parece escrita con los titulares del presente. ¿De verdad estamos hablando de una novela, o de un espejo incómodo de lo que todos intuimos y nadie quiere confirmar? Porque ahí está la esencia del libro: ese murmullo que uno siente al leerlo, ese pensamiento incómodo que pregunta “¿y si esto fuera cierto?”.
En mis manos tengo la novela de Bridge y noto la urgencia de su ritmo. Todo ocurre como en un noticiero acelerado: ataques, acuerdos en la sombra, traiciones de última hora. Darcy se ve obligada a descifrar quién es quién, pero cada rostro tiene máscara, cada palabra una trampa. Y el lector, atrapado como ella, no sabe si fiarse de los personajes o de su propio instinto. Esa es la gracia de un thriller bien construido: desconfiar de todo y de todos.
“El poder no necesita máscaras, necesita obedientes”
John Bridge escribe con un estilo directo, casi cinematográfico. No se entretiene en largas descripciones, no hay divagaciones literarias. Todo va al grano, como un disparo limpio. Y aunque algunos lectores le reprochan falta de profundidad psicológica en los personajes, lo cierto es que esta misma carencia acentúa el vértigo narrativo. Aquí no hay tiempo para detenerse a contemplar el alma; todo arde, todo corre.
En la edición Kindle los lectores han dejado reseñas dispares. Hay quienes aplauden la intriga pura, como Santiago Quintana, que la define sin rodeos: “Vale la pena.
Muy intrigante”. Otros, más exigentes, como Bref, apuntan a un exceso de hechos frente a la falta de emoción y desarrollo interior. Ambos tienen razón. El libro funciona como un tren bala: apasiona, pero no siempre deja espacio para mirar por la ventana.
Johnny Zuri:
“A veces un buen thriller no necesita psicología. Solo la sensación de que el suelo se hunde bajo tus pies.”
El eco de las conspiraciones clásicas
No puedo evitar recordar novelas y películas que han jugado en la misma liga: Los tres días del cóndor, El informe Pelícano, incluso ecos de Orwell o Le Carré. La diferencia es que Bridge no se detiene en lo ideológico. Lo suyo es más descarnado: el poder como mercancía, el ser humano reducido a ficha de cambio. Y en esa ecuación, Darcy Smith es la moneda más valiosa.
Lo curioso es que, detrás de este seudónimo, John Bridge se presenta como un autor devoto de la política internacional y la economía. Se nota en cada página: hay jerga diplomática, referencias a tratados, acuerdos secretos, movimientos de capital. No es solo entretenimiento; es un mapa de cómo funciona el mundo cuando nadie está mirando.
Entre la ficción y la sospecha
Me pregunto qué efecto tiene en el lector enfrentarse a un libro así en pleno 2025, cuando los titulares ya están cargados de noticias sobre espionaje digital, guerras por recursos y empresas privadas que parecen más poderosas que los gobiernos. Quizá por eso el título Jugando a ser dioses suena menos a metáfora y más a crónica. Porque sí, en el fondo la historia nos recuerda que en el tablero global siempre hay alguien que quiere jugar a ser dios, y casi nunca gana la humanidad.
Johnny Zuri:
“La literatura de conspiraciones no es evasión, es una forma de testamento. Te dice: lo que lees aquí, mañana puede ser tu noticia.”
Un estilo para devorar de un tirón
El ritmo vertiginoso de la novela puede gustar o saturar, según quién la lea. Los que disfrutan con la sensación de estar en medio de un huracán la devorarán en pocos días. Los que prefieren detenerse en la intimidad de los personajes echarán de menos algo más de carne psicológica. Pero, ¿acaso no ocurre lo mismo en la vida real? ¿Alguien cree que detrás de cada ministro, cada empresario, hay un alma transparente y accesible? Bridge lo plantea sin adornos: la política internacional no es terapia de grupo, es una guerra silenciosa.
El propio título de la novela en inglés, Playing Gods, subraya ese matiz de arrogancia. No se trata solo de gobernar, sino de dominar con la ilusión de omnipotencia. Y en la versión española, Jugando a ser dioses, se acentúa el eco bíblico, esa sensación de pecado original que atraviesa toda la trama.
Lo que revela de nosotros
Al final, lo interesante no es solo qué hace Darcy, qué trama Klein o qué oculta La Alianza, sino cómo reacciona el lector. Porque en cada página uno se reconoce: la sospecha, la desconfianza, el miedo a que el poder sea siempre invisible. Y aunque se trate de ficción, el libro actúa como un espejo sucio donde la imagen que devuelve no siempre es agradable.
Ahí reside su fuerza. Jugando a ser dioses es un recordatorio de que, cuando creemos entender el mundo, lo más probable es que alguien ya haya movido las piezas sin avisar. Y eso, aunque lo sepamos, nunca deja de sorprendernos.
Johnny Zuri:
“Las novelas de conspiración son como espejos deformados. Nos reímos, nos asustamos, pero sabemos que la imagen que devuelven es la nuestra.”
¿Estamos listos para la próxima jugada?
Me queda una duda tras cerrar el libro: si esta es solo la primera entrega del universo que Bridge quiere construir, ¿hasta dónde piensa llevarnos? La obra se presenta como el inicio de un ciclo, un primer movimiento en una sinfonía de intrigas. Si es así, lo que hoy parece un terremoto puede ser apenas un temblor inicial.
El juego está planteado, las piezas están en el tablero, y los dioses de Bridge ya han mostrado sus cartas. Ahora la pregunta inevitable es: ¿seremos capaces de distinguir entre la novela y el noticiero de mañana?
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