El precio oculto de Almas mecánicas
Una novela que mezcla ciencia ficción, misterio y filosofía del poder
Estamos en septiembre de 2025, y Almas mecánicas de Javier del Canto Sahagún sigue apareciendo en foros, reseñas y conversaciones como si se tratara de un enigma literario que se resiste a quedar enterrado en las estanterías digitales. La palabra clave es ciencia ficción, pero sería injusto encasillarla ahí sin más. Porque lo que late en esta novela no es solo la promesa de un futuro hostil, sino una mirada incómoda hacia nuestro presente. Y eso engancha, incomoda y, a veces, desconcierta.
La novela arranca con Marcus Sykes, un intruso profesional, un hombre marcado por un pasado turbio y por una amistad que se convierte en trampa. Todo comienza con un encuentro que no debería haber ocurrido, con un mensaje que lo obliga a regresar a un mundo que ya había dejado atrás. Y ahí está la magia del libro: la sospecha de que huir no es opción, porque hay lealtades que pesan más que la libertad. “Las viejas amistades forjan cadenas más fuertes que cualquier celda”, parece decirnos entre líneas.
Por qué Almas mecánicas no es ciencia ficción cualquiera
El universo de Almas mecánicas no es un decorado futurista lleno de hologramas y androides brillantes, sino un entramado de ciudades, imperios culturales, planetas salvajes y nombres que parecen sacados de un mapa secreto. De la Ciudad Colmena a la Acrópolis, pasando por Dríade o el imperio de Tot, el viaje de Sykes es un mapa de obsesiones humanas disfrazadas de escenarios espaciales.
Los lectores más entusiastas lo han descrito como “un auténtico heredero de Blade Runner” y como “una fusión entre novela negra y ciencia ficción”. Y tienen razón: aquí no hay naves relucientes ni héroes incorruptibles, sino calles húmedas, conspiraciones ministeriales y personajes que dudan, mienten y sobreviven como pueden. El enemigo no es solo el Ministerio de Justicia o la terrorífica Lenya Stein, sino un secreto encriptado que amenaza con desvelar la raíz misma de la humanidad.
Y ahí aparece el gran giro: este futuro está marcado por inteligencias artificiales prohibidas. Un pasado de máquinas pensantes que dejaron cicatrices en la sociedad y que ahora vuelven como un fantasma, recordándonos que la tecnología nunca desaparece del todo. En este sentido, Del Canto Sahagún escribe no solo una distopía, sino un aviso: lo que enterramos vuelve, y lo hace con más fuerza.
La voz de los lectores: entre la fascinación y el exceso
Las opiniones sobre la novela son apasionadas y contradictorias, lo cual suele ser buen síntoma. Algunos, como Katy Molina, celebran la prosa exquisita y visual, tan detallada que parece pensada para la pantalla grande. Ella lo compara con ver Desafío total más que con leer una novela convencional. Otros, como Manuel Martín-Vivaldi, aplauden el universo creíble y el ritmo de acción, aunque confiesan que tanta abundancia de personajes y lugares puede ser un reto para el lector común.
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Carles, en cambio, lanza un dardo certero: el exceso de tramas y personajes hace que el desenlace resulte apresurado. Según él, parece que el autor hubiera intentado condensar una trilogía en un solo volumen. Y quizá esa sea, paradójicamente, la mejor crítica posible: que la novela contiene demasiadas ideas para un único libro.
“Lo que más me gusta de este género es que obliga al lector a trabajar. No todo está servido en bandeja, y eso incomoda a quienes esperan un pasatiempo ligero.”
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Johnny Zuri
Cuando la ciencia ficción se vuelve espejo del presente
Hay un detalle inquietante en Almas mecánicas: la mentira como origen del mundo. La Ciudadela, el poder, los dirigentes que manipulan la suerte de los inocentes… Todo se sostiene sobre un engaño que nadie debería descubrir. ¿No suena demasiado familiar? La novela habla de un futuro en el que la vida se difumina como un grumo de humo, pero en realidad está señalando la fragilidad de nuestras certezas actuales.
Sykes, perseguido por su pasado y por un Estado omnipresente, se convierte en la excusa perfecta para preguntarnos qué ocurre cuando la verdad es tan terrible que preferimos ignorarla. ¿Se puede vivir sabiendo que todo lo que nos rodea es una mentira? ¿No es más cómodo aceptar la versión oficial y seguir con nuestra rutina?
Aquí la novela se cruza con la filosofía: Platón ya lo escribió en La República con su alegoría de la caverna. A veces la luz ciega más que la oscuridad, y muchos prefieren seguir mirando las sombras.
El pulso narrativo: de la novela negra al tecnothriller
Lo más sorprendente es cómo Del Canto Sahagún juega con géneros que, en principio, parecen opuestos. Por un lado, la novela negra: un hombre acusado injustamente, una huida, un asesinato que lo incrimina y una investigación que avanza entre sospechas. Por otro, la ciencia ficción más dura: inteligencias artificiales prohibidas, planetas con nombres míticos y un secreto encriptado en un artefacto del pasado.
Esa mezcla convierte la lectura en una experiencia trepidante. Un lector lo resumió con claridad: “Es una historia de vértigo, con personajes dotados de personalidades muy trabajadas”. Y es verdad: Frey, el delirante compañero de Sykes, o Sebastian Bruc, el implacable agente ministerial, no son simples secundarios; son piezas que empujan la trama hacia el desastre o hacia la redención.
“Lo fascinante de Almas mecánicas no es el futuro que imagina, sino el presente que desnuda sin piedad.”
Johnny Zuri
El riesgo de escribir demasiado bien
Hay algo curioso en esta novela: la riqueza de su prosa, tan detallada y cinematográfica, puede ser también su mayor riesgo. La crítica más repetida es que exige concentración, que no permite leer en el metro con la cabeza puesta en otra cosa. No es un entretenimiento de usar y tirar, sino un reto intelectual disfrazado de thriller futurista.
Y quizá por eso ha dividido tanto. Quienes buscan acción directa encuentran a veces demasiados personajes, demasiados nombres, demasiada densidad. Quienes buscan un universo complejo disfrutan precisamente de esa riqueza. Como siempre, la virtud y el defecto comparten raíz.
El legado de una primera obra
Lo que más sorprende es que Almas mecánicas sea el primer libro publicado de Javier del Canto Sahagún. Un debut con tanto peso narrativo, con un mundo tan amplio y con un estilo tan marcado, parece más propio de un autor veterano. No es raro que varios lectores lo consideren “una obra maestra” y otros, más críticos, lo vean como un exceso ambicioso.
Pero lo cierto es que deja huella. Porque, más allá de si el desenlace convence o no, la novela construye un universo que se queda en la cabeza del lector, con ecos de Blade Runner, Desafío total y las mejores distopías literarias.
“Prefiero un libro que me desborde a uno que me deje indiferente. Y Almas mecánicas, sin duda, desborda.”
Johnny Zuri
Y ahora, ¿qué hacemos con la verdad?
El gran enigma de Almas mecánicas no es quién mató a Lucille, ni siquiera cuál es el secreto encriptado en ese artefacto del pasado. El verdadero misterio es qué hacemos nosotros, los lectores, con la verdad incómoda que nos lanza la novela: que las sociedades se construyen sobre mentiras, que el poder siempre oculta algo y que, a veces, ni siquiera queremos que se destape.
¿Leer esta historia es un pasatiempo futurista o una advertencia disfrazada de entretenimiento? ¿Estamos preparados para enfrentarnos a un mundo moldeado por inteligencias prohibidas… o preferimos seguir fingiendo que vivimos en la superficie tranquila de la Ciudadela?
La pregunta queda en el aire, como el eco de un futuro demasiado cercano: ¿qué harías tú si descubrieras que todo lo que sostienes como real es, en el fondo, una ficción diseñada para mantenerte a salvo de la verdad?
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