JOHNNY ZURI

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Hay ríos en el cielo. ¿Por que esta novela te hace fluir entre el Tigris y el Támesis?

Hay ríos en el cielo es un viaje que nunca termina ¿Puede una novela fluir como el Tigris y el Támesis?

Es un día cualquiera, podría ser hoy o podría ser hace mil años, y sin embargo algo fluye en el aire como si una corriente invisible nos arrastrara hacia el pasado. Hay ríos en el cielo me atrapa desde la primera página con la misma fuerza con la que el Tigris arrastró barro y sangre por las tierras de Mesopotamia. Aquí no hay tiempo lineal ni geografías inmóviles: Elif Shafak nos lleva de Nínive a Londres, del siglo VI antes de Cristo a nuestros días, con la naturalidad con la que una gota de agua se convierte en nube y vuelve a caer en otro continente.

Y yo, que abro este libro en silencio, me doy cuenta de que no es un libro cualquiera. Es un cauce. Es un río. Y como todo río, guarda memorias que nadie recuerda haberle confiado. Por eso no sorprende que Hay ríos en el cielo se haya convertido en uno de los títulos más comentados y vendidos de los últimos meses.

el rey que amaba los versos y los cuchillos

Hay una escena inicial que no se me borra de la cabeza: Asurbanipal, el gran rey asirio, poderoso y cruel, decide encender la hoguera donde arderá su viejo maestro. Un hombre que, paradójicamente, le enseñó el amor por la poesía y que ahora pagará con fuego su supuesta traición. El detalle es macabro y poético al mismo tiempo: la poesía puede salvarnos o condenarnos, depende de quién sostenga el cuchillo.

Este mismo monarca levanta en Nínive una de las bibliotecas más grandes del mundo antiguo. Colecciona tablillas de arcilla como otros coleccionaban ciudades arrasadas. Y entre ellas, sobrevive la Epopeya de Gilgamesh, ese poema que huele a barro y eternidad, que nos recuerda que ningún hombre, por muy rey que sea, puede escapar de la muerte.

El imperio cae, la biblioteca se entierra bajo siglos de polvo, pero la palabra sobrevive. Es irónico y hermoso: mientras los cuerpos se hacen ceniza, las palabras flotan como madera sobre el río.

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“El agua guarda lo que el fuego devora.”

tres destinos enlazados por una gota

La novela de Shafak no es un relato único, sino tres. Tres personajes marginales, desplazados en sus propias épocas, que se tocan sin saberlo a través de una gota que viaja siglos y continentes. Es un recurso tan sencillo como brillante: el agua, siempre presente, siempre renovada, es la memoria que no necesita escribas.

Uno de ellos mira los ríos como espejos, otro los teme como fronteras, otro los recorre sin darse cuenta de que son su destino. Y todos terminan atrapados en la misma corriente invisible que conecta el Tigris con el Támesis.

El agua aquí no es escenario, es protagonista. A veces acaricia, otras golpea, siempre recuerda. Como si Elif Shafak quisiera advertirnos: los ríos saben más de nosotros que nosotros mismos. Y es justamente esa premisa la que convierte a Hay ríos en el cielo en una experiencia literaria que trasciende lo meramente narrativo.

la crítica se rinde sin condiciones

No es frecuente que un libro reciba elogios tan unánimes y, sin embargo, esta novela lo consigue. Mary Beard la define como extraordinaria e inolvidable, Ian McEwan insiste en que su voz es única, Leila Slimani dice que es ágil como un torrente y profunda como un océano. Nicola Sturgeon confiesa que la novela hace llorar, pensar, rabiar y tener esperanza. Y hasta The New York Times subraya su final conmovedor.

Lo curioso es que estas alabanzas no parecen exageradas cuando uno lee. El libro no solo entretiene, también se impone como un espejo: nos obliga a mirarnos en el reflejo del agua, aunque no nos guste lo que veamos.

“Un libro no se lee, se navega.”

Por eso tantos críticos lo recomiendan, y por eso tantos lectores lo adquieren ya a través de la edición Kindle disponible en Amazon.

el oficio de narrar como brújula y como marea

La autora no aparece de la nada. Elif Shafak carga con una trayectoria que suena a leyenda moderna. Veinte libros, trece novelas, traducida a cincuenta y siete lenguas, profesora en Oxford, premiada con distinciones que otros escritores solo sueñan. Sus obras anteriores, como La bastarda de Estambul, Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo o La isla del árbol perdido, ya la habían situado en ese espacio extraño donde la literatura no solo se lee, sino que se respira.

Lo que la distingue es su manera de escribir con brújula y con marea al mismo tiempo. Parece tener un mapa secreto de las emociones humanas, pero también se deja arrastrar por la corriente. Y eso, créanme, se nota en cada página de Hay ríos en el cielo.

los ríos como archivos secretos

Mientras avanzo por las páginas me asalta una pregunta incómoda: ¿y si el agua es el verdadero archivo de la humanidad? Los hombres escribimos en piedra, papel o pantallas, pero el agua lo escucha todo y lo repite eternamente. La misma gota que hoy se posa en mi ventana pudo haber tocado la frente de un soldado asirio hace tres mil años.

Ese pensamiento inquietante atraviesa toda la novela: el agua como memoria, el agua como juez. Shafak convierte la lluvia en metáfora y el río en narrador. Y de pronto descubro que ya no leo solo un relato, estoy navegando dentro de un enigma.

Un proverbio se me aparece como epígrafe secreto:

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”

El agua, paciente, no olvida. Los hombres, en cambio, olvidamos demasiado rápido.

ecos de epopeya en tiempos modernos

La fuerza de esta novela está también en su ambición. No se conforma con contar una historia íntima, sino que la entrelaza con la historia universal. El eco de Gilgamesh resuena en cada página: la búsqueda de la inmortalidad, la amistad como salvación, la certeza de que somos apenas un suspiro en medio de un río inmenso.

Shafak nos recuerda que las historias antiguas no se apagan, simplemente cambian de cauce. Y mientras leo, siento que la literatura no es más que eso: un río que arrastra voces, que mezcla épocas, que nunca deja de fluir.

la sensación al cerrar el libro

Al terminar, cierro el Kindle y tengo la impresión de que no he cerrado nada. La novela sigue ahí, latiendo como un cauce subterráneo. Sus personajes ya no son solo de ella, también son míos. Y los ríos que menciona, el Tigris y el Támesis, se han convertido en símbolos personales, casi familiares.

Pienso entonces en lo que decía Colum McCann al hablar de la novela: “extraordinaria, fresca y catártica, como la lluvia que resuena en el tejado metálico de nuestras vidas”. Sí, quizá sea eso. Una lluvia que golpea fuerte, pero que al final nos deja renovados.

Y si aún no has abierto este cauce, lo tienes al alcance de un clic: descubre aquí Hay ríos en el cielo en Kindle.

preguntas que no se apagan

¿Somos acaso solo ríos disfrazados de hombres? ¿Cuántos secretos se lleva cada gota que cae sobre nuestra piel? ¿Qué memoria guardan los mares, qué relatos esconden las nubes?

Shafak no responde. Nos deja con la incómoda certeza de que el agua recuerda más que nosotros. Y quizá esa sea la verdadera fuerza de su novela: no es un libro que se agote, sino un río que seguirá fluyendo mucho después de haberlo leído.

“Lo que el hombre olvida, el agua lo repite.”

Charlotte Link y aguas oscuras sacuden el thriller europeo

Charlotte Link y aguas oscuras sacuden el thriller europeo ¿Estamos ante la nueva edad dorada de la novela negra?

Estamos en el verano de 2025 en España y Charlotte Link con «Aguas oscuras» se convierte en tema de conversación inevitable en librerías, ferias y tertulias literarias. No es solo la llegada de una novela más al mercado editorial: es el regreso de la reina del suspense europeo, la autora que con más de 33 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo ha logrado redefinir lo que significa triunfar en un género marcado por gigantes como Stephen King o Henning Mankell.

La expectación se entiende: cada nueva entrega de la saga Kate Linville & Caleb Hale es tratada casi como un acontecimiento cultural, y su impacto va más allá del simple entretenimiento. «Aguas oscuras» aterriza justo cuando el mercado español alcanza su mejor momento histórico, con más de 3.037 millones de euros facturados en 2024, cifras que recuerdan a los días de gloria previos a la crisis de 2008. ¿Casualidad o símbolo de una nueva era?

El imperio Grijalbo y la fuerza de los gigantes

Cuando una editorial se convierte en sinónimo de éxito, algo se ha hecho muy bien. Eso ocurre con Grijalbo, integrada hoy en el enorme engranaje de Penguin Random House Grupo Editorial, un conglomerado con más de 250 sellos repartidos por todo el planeta. Detrás de esa maquinaria se esconden decisiones quirúrgicas: apostar por autoras como Link, capaces de asegurar ventas masivas y, al mismo tiempo, mantener un prestigio literario que otros best sellers han perdido por el camino.

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El fenómeno tiene algo de irónico: en un mundo donde se habla tanto de pequeñas editoriales independientes, las cifras que realmente sostienen al sector provienen de estos gigantes. Y, sin embargo, no hay que confundir tamaño con vulgaridad. Link demuestra que se puede vender mucho sin renunciar al rigor narrativo.

La fórmula de Charlotte Link

Link, nacida en Frankfurt en 1963, es un caso particular. Ganadora de la Goldene Feder y finalista del Deutscher Buchpreis, consigue lo que pocos: desplazar en las listas alemanas a autores inamovibles como Rowling o Jojo Moyes. Su secreto parece estar en la creación de un ecosistema narrativo en el que sus personajes, Kate Linville y Caleb Hale, funcionan como vehículos de la acción, sin necesidad de complicar sus vidas privadas con excesos melodramáticos.

«La trama es la reina», parece gritar cada página de sus novelas. Los personajes existen para servir a la historia, no al revés. Y en un tiempo donde muchos escritores se pierden en subtramas familiares o discursos morales, esta pureza narrativa resulta refrescante.

El ADN del thriller contemporáneo

Lo curioso es cómo el éxito de Link coincide con una transformación global del género. La novela negra ya no depende solo de detectives alcohólicos en ciudades frías o de mafias mediterráneas con aroma a puerto viejo. Hoy, el thriller apuesta por capítulos cortos, saltos temporales y escenarios que se convierten en personajes: en «Aguas oscuras», las calas escocesas y los pueblos envueltos en bruma son tan decisivos como los inspectores que los recorren.

El mercado confirma esta tendencia. En España, la novela negra factura más de 77,7 millones de euros anuales, situándose en el podio de la ficción adulta, solo superada por la contemporánea y la clásica. ¿Será que los lectores buscan en el misterio una forma de comprender sus propios miedos cotidianos?

«El miedo vende más que el amor», se escucha a menudo entre editores veteranos. Y en este caso parece cumplirse al pie de la letra.

Tecnología y literatura unidas en un mismo tablero

Lo que de verdad sorprende es cómo la tecnología se cruza con esta historia. La industria editorial vive un proceso de transformación en el que la inteligencia artificial ya no es un futurible, sino una herramienta diaria. McGraw Hill, por ejemplo, la utiliza para generar resúmenes automáticos, y plataformas como ChatGPT se han convertido en aliados de escritores noveles que buscan ordenar sus ideas.

El mercado digital no se queda atrás: en 2024, el libro electrónico creció un 14,9% y alcanzó los 165,5 millones de euros. Pero quizás lo más llamativo es el auge del audiolibro: solo en España, la facturación pasó de unos pocos millones a 9,38 millones en un año, con un aumento del 40%. Herramientas como DeepZen o Speechki generan narraciones casi indistinguibles de una voz humana, abriendo un abanico nuevo para lectores que prefieren escuchar antes que leer.

Ahora bien, ¿puede una voz sintética reproducir la tensión contenida en una escena de Link? Ese es el dilema: la tecnología avanza, pero la chispa creativa sigue siendo humana.

El fenómeno Kate Linville

La saga protagonizada por la inspectora de Scotland Yard y su peculiar compañero Caleb Hale se ha convertido en un laboratorio editorial. Cada novela puede leerse de manera independiente, lo que abre la puerta a nuevos lectores en cualquier momento. Al mismo tiempo, la multiplicidad de formatos asegura un recorrido comercial prolongado: tapa dura en el lanzamiento, edición de bolsillo para democratizar la historia, versión digital y, cómo no, el inevitable audiolibro.

El éxito se refleja en su omnipresencia: desde librerías tradicionales hasta grandes cadenas, pasando por plataformas digitales y traducciones a varios idiomas. Penguin Random House exprime como pocos esta capacidad de distribución global. En un mundo donde la concentración editorial genera sospechas, Link encarna el ejemplo perfecto de cómo esas estructuras mastodónticas pueden, paradójicamente, servir para difundir una voz singular.

Tradición y disrupción en el mismo escaparate

El mercado español no solo crece, sino que lo hace con una consistencia llamativa: once años consecutivos de incremento y un 39,2% acumulado desde 2014. Pero no todo es estabilidad: el negocio sigue marcado por su carácter estacional. Navidad, Reyes, la Feria del Libro de Madrid, Sant Jordi… casi un tercio de las ventas se concentran en pocas fechas. Eso obliga a editoriales y autores a diseñar estrategias milimétricas, donde cada lanzamiento puede suponer la diferencia entre liderar o desaparecer.

Aquí radica el equilibrio: mantener la esencia del libro como objeto de culto y, al mismo tiempo, abrazar las herramientas digitales que garantizan su supervivencia. El precio medio de 14,69 euros se mantiene estable, demostrando que, frente a lo que muchos temían, los lectores aún están dispuestos a pagar por calidad.

«Los buenos relatos sobreviven a cualquier moda», podría ser el lema de esta época.

Entre el futuro y lo vintage

Hay algo casi romántico en esta paradoja: mientras la inteligencia artificial promete transformar radicalmente la creación y distribución de libros, la verdadera fuerza del sector sigue dependiendo de una tradición tan antigua como el fuego de campamento. Escuchar una historia bien contada.

Charlotte Link lo entiende mejor que nadie. Su éxito no reside en adornar lo narrativo con artificios, sino en volver a lo esencial: un misterio, una atmósfera, un desenlace inesperado. Quizá por eso sus novelas se sienten tan atemporales. Pueden leerse hoy o dentro de veinte años y seguirán golpeando con la misma intensidad.

«Cuando se está entre la espada y la pared, personas normales se convierten en héroes», dice Link. Y quizá eso mismo define al sector editorial español, que tras crisis y transformaciones ha encontrado la manera de crecer hasta superar la barrera de los 3.000 millones de euros.


Lo fascinante es preguntarse qué vendrá después. ¿Seguirán los lectores apostando por sagas sólidas como la de Kate Linville? ¿O la irrupción tecnológica cambiará para siempre nuestra forma de relacionarnos con los libros? ¿Podrá un algoritmo generar una historia que nos atrape tanto como una tarde de lluvia en Escocia narrada por Link?

El misterio sigue abierto. Y como en todo buen thriller, la respuesta quizás no sea lo importante, sino el camino hacia ella.

Estos libros de SEXO ENTRE AMIGOS incendian la ficción contemporánea

SEXO ENTRE AMIGOS incendia la ficción contemporánea ¿el SEXO ENTRE AMIGOS puede ser amor sin romper nada?

Estamos en agosto de 2025 en Madrid, y SEXO ENTRE AMIGOS vuelve a asomar como ese viejo secreto a voces que la ficción convierte en laboratorio emocional y en pista de baile para el deseo. SEXO ENTRE AMIGOS suena a juego sin consecuencias, a reglas en un post‑it pegado en la nevera, a promesa de que aquí nadie se enamora. Ya. También suena a latido desacompasado cuando alguien menciona “esto no cambia nada” y el lector, que me conoce, sonríe con ese “ajá” de quien ha estado ahí, en la línea fina donde la amistad se convierte en chispa y la chispa, en incendio.

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Origen: Does sex between friends strengthen the soul or confuse it?

Me siento a escribir esta crónica con la terquedad de un testigo que ha visto el tropo madurar, afilar su humor, pulir su mapa de límites y abrir la puerta a la ternura más desarmante. Yo camino por esa avenida donde los mejores amigos se hacen preguntas peligrosas y la literatura contesta con escenas que no se olvidan. Y camino con una brújula clara: historias en las que la amistad no es simple pretexto, sino el motor que desencadena la trama, el punto de apoyo que permite explorar el cuerpo del otro con la confianza de quien ya sabe cómo toma el café y por qué evita los domingos por la tarde.

“El pacto protege al corazón hasta que el primer beso lo traiciona”.

sexo entre amigos en versión retro y futura del deseo

El catálogo reciente está lleno de pólvora bien colocada. Blurred Lines, de Lauren Layne, enciende la mecha con dos compañeros de piso que, tras una ruptura, pactan beneficios temporales. El acuerdo nace higiénico, casi clínico, pero la vuelta del ex hace de espejo y de trampolín. Go Deep, de Rilzy Adams, afina otra tecla: una autora romántica bloqueada pide a su mejor amigo “documentación práctica” para recuperar la chispa. Lo que empieza como un tutorial íntimo se convierte en esa pregunta que nadie se atreve a formular en voz alta. Y I Think I Love You, también de Layne, refuerza el trayecto clásico del friends to lovers con una fase explícita de beneficios que funciona como antesala confesional.

Living with Her Fake Fiancé, de Noelle Adams, juega el atajo del formato corto y la convivencia con fingimiento, esa máscara que protege la amistad mientras la dinamita. Tequila Truth, de Mari Carr, lleva el juego en clave MFM a la zona de confianza: mejor amigos, piso compartido y kinks con contrato emocional. Faking with Benefits, de Lily Gold, empuja ese círculo hasta volverlo coral y “de barrio”: fingir en público, arder en privado.

Cuando el relato sube el volumen, Mister O, de Lauren Blakely, aporta lo que pocos dan con tanta naturalidad: narración en voz masculina, humor limpio y sexo explícito con la mejor amiga. Huge Deal, de Layne, traslada la tentación al entorno profesional y comprueba si la oficina soporta la temperatura de un acuerdo así. Wish You Were Mine, de Tara Sivec, calienta el reencuentro con base amistosa hasta que el pasado pide su cuota de piel.

Y si lo que apetece es un pacto didáctico con cronómetro, Before Jamaica Lane, de Samantha Young, es el manual de entrenamiento sexual entre amigos que no sabía que necesitabas. Wasted Words, de Staci Hart, mira la amistad con una sonrisa torcida y mete el acelerador en el “y si…”. Friends with Benefits, de Margot Radcliffe, convierte un compromiso fingido en sexo sin cortafuegos, justo el tipo de teatro que a veces se vuelve verdad a base de repetición.

“Quien tiene un amigo tiene un tesoro y una tentación”.

el mapa del sí que erotiza la escena

Hay un giro precioso en estas historias: el consentimiento no interrumpe la música, la compone. La escena sube de nivel cuando el “¿lo quieres?” hace de metrónomo y no de sello administrativo. Curadurías populares como la de Smart Bitches, Trashy Books sobre friends with benefits y estantes vivos como el de Goodreads dedicado al tropo lo muestran sin rubor: pedir, acordar y reafirmar eleva la tensión. Incluso guías y ensayos sobre el oficio insisten en erotizar la solicitud de permiso, como recuerda este repaso al “cómo contarlo” en Book Riot sobre consentimiento entusiasta en romance y el análisis divulgativo de Glamour sobre consentimiento en novelas románticas.

No hablo solo desde la intuición. La investigación en humanidades aplicadas ha observado cómo los vínculos sin compromiso formal nacen de compatibilidades y negociaciones explícitas; un estudio académico, por ejemplo, explora las lógicas de los acuerdos “con beneficios” y su verosimilitud social, útil para entender por qué la ficción se alimenta de ellos sin agotar su frescura (artículo en Atlantis Press). Y la edición comercial ha ido desplazando el viejo molde rígido hacia un lenguaje claro del deseo; los ensayos de craft refuerzan esa idea, como se discute en esta reflexión práctica sobre “cómo mostrar consentimiento” en Descriptionary.

la caja de herramientas del tropo según la comunidad lectora

Si uno se acerca a los foros donde la comunidad toma la palabra, la brújula se afina. Hilos como el de recomendaciones de best friends with benefits en r/RomanceBooks y el de friends to lovers con alto voltaje en este otro hilo trazan patrones nítidos: banter que chisporrotea, acuerdos con “listas rojas” que se rompen de manera deliciosamente predecible, humor a bocanadas y un crescendo que parece inevitable. El ecosistema editorial, a su vez, replica esa pasión con selecciones guiadas como la de Romance.com.au para amantes del trope y con listas afinadas por explicitud como la de Romance.io centrada en FWB muy calientes.

Cuando el lector pregunta por “qué leer si quiero enséñame‑sin‑compromiso”, yo apunto a ese triángulo perfecto: Before Jamaica Lane, Go Deep y Blurred Lines. Si lo que busca son pisos compartidos con reglamento y letra pequeña, la ruta pasa por Blurred Lines, The Roommate Pact y My Favorite Half‑Night Stand. Para kinks con cinturón de seguridad, el ticket lo piden Tequila Truth, Faking with Benefits y Amos y mazmorras. Y si el cuerpo pide campus y sudor, The Score y ese Deep End con ambientación universitaria hacen de gimnasio narrativo. Los reencuentros con amigos del pasado, claro, van de la mano de Todos los carteles de neón brillaban por ti y Wish You Were Mine. Todo esto aparece y se reitera en estantes vivos, como confirma la lista‑estante de Goodreads sobre el trope.

la tensión que cruje cuando el corazón opina

La otra cara de la moneda no es menos jugosa. Enemies with Benefits, de Zara Cox, mira el filo entre odio y atracción y, a ratos, usa la amistad como tregua estratégica para jugar con fuego. The Next Best Fling, de Karina Taylor, prueba el “curarnos sin ataduras” con la sorpresa de que la amistad ya era atadura suficiente. My Favorite Half‑Night Stand, de Christina Lauren, usa máscaras digitales entre un grupo de amigos para que el pacto suene a carcajada antes de sonar a confesión.

En el romance deportivo, The Score de Elle Kennedy coloca la chispa en el vestuario; Twisted Hate, de Ana Huang, tensa la cuerda con fases de beneficios que acaban siendo dependencia emocional; Ugly Love, de Colleen Hoover, desarma la premisa de “solo físico” y la convierte en examen de heridas y límites. Al otro lado del idioma, Pasa la noche conmigo, de Megan Maxwell, condimenta el pacto con humor marca de la casa, y Todos los carteles de neón brillaban por ti, de Cristina Prada, elige Nueva York como espejo de un deseo que brilla en neón y no pide permiso para hacer ruido.

¿Y los clásicos que abrieron camino? El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, no es exactamente “amigos”, pero su franqueza sexual y defensa de la autonomía del placer femenino convirtieron esa novela en referencia vintage para el tratamiento honesto del cuerpo. En el escaparate mainstream, 50 sombras de Grey reordenó la conversación popular sobre erotismo y poder, un antes y después que la prensa generalista y los catálogos siguen recogiendo, como se ve en curadurías amplias de sellos y medios, desde Cosmopolitan España con sus favoritos calientes hasta los listados de Audible para armar biblioteca hot y el repaso de La Mente es Maravillosa a novelas eróticas accesibles. Para quien quiera entrar por la puerta grande al thriller erótico con aprendizaje, Amos y mazmorras, de Lena Valenti, mantiene su estatus de puerta de entrada amigable, también recogido en selecciones de editoriales generalistas como Planeta con su guía de iniciación al género.

“No prometas frialdad cuando tu amigo te conoce la temperatura”.

entre amigas y confidencias que se encienden

Quien busque la estela “entre amigas” encontrará una genealogía sugerente en el archivo literario. La crítica ha rastreado cartas, diarios y confidencias de autoras como Silvina Ocampo para entender cómo la amistad femenina deviene eros al abrigo de la palabra íntima; una lectura útil, expuesta en este estudio de escritura y deseo en clave confidencial de la Revista Punto Género de la Universidad de Chile. En paralelo, y cambiando de eje, el cuento “Aqueles dois”, de Caio F. Abreu, aborda la amistad masculina como laboratorio de sexualidad en contextos de control social, una mirada moderna que sigue siendo faro, como recuerda este análisis académico en Periódicos FURG.

cómo leo y curó esta lista con lupa y con oído

Yo no hago rankings por ventas; hago mapas por tensión, oficio y corazón. Prefiero la curaduría temática y el cotejo cruzado. Reviso estantes vivos, antologías y reseñas: el estante de Goodreads dedicado a FWB y su lista comunitaria más visitada; las guías para amantes del trope en Romance.com.au; los mapas de Smart Bitches sobre el trope. Cruzo eso con reseñas que bajan al detalle, como la lectura de Friends with Benefits en All About Romance o el repaso en blogs de lectura que devuelven el pulso de la comunidad. Y cuando la conversación se vuelve muy específica —“grupo de amigos que, ejem, comparte más de una copa”—, hasta hilo con preguntas incómodas como este en r/RomanceBooks sobre dinámicas de grupo para entender por dónde respira el lector curioso.

Para anclar el debate craft y el trasfondo cultural, consulto síntesis divulgativas como la clase de friends to lovers en Book Riot y trabajos académicos sobre guiones del consentimiento en la ficción, desde el ensayo de industria en PDXScholar hasta análisis más recientes que miran cómo la variedad subgenérica modula el lenguaje del deseo. La idea no es vestir la pasión con bata de laboratorio, sino recordar que la mejor escena caliente también es una escena bien hablada.

SEXO ENTRE AMIGOS funciona cuando hay humor, memoria y un sí audible

el futuro cercano es vintage en su franqueza y moderno en su forma
el lector busca pactos que se rompan con gracia y con cuidado

25 novelas que pasan de la risa a la cama sin perder el alma

En mi mapa, las veinticinco de esta pieza no son piezas sueltas: dialogan como un grupo de amigos en un bar a última hora. Las didácticas —Before Jamaica Lane, Go Deep, Blurred Lines— enseñan sin sermón; las de convivencia con reglamento —Blurred Lines, The Roommate Pact, My Favorite Half‑Night Stand— hacen del frigorífico un tablón de avisos eróticos; las de juego con cuerda —Tequila Truth, Faking with Benefits, Amos y mazmorras— muestran cómo la confianza multiplica la imaginación; las de campus —The Score, Deep End— llevan el sudor del gimnasio al colchón; los reencuentros —Todos los carteles de neón brillaban por ti, Wish You Were Mine— convierten los “¿te acuerdas?” en “acércate”. La lista entera respira, además, en selecciones amplias y muy consultadas; cuando alguien me pide “más como estos”, suelo enviar también a explorar este índice de Romance.io por intensidad y el mosaico de Cosmopolitan con clásicos modernos del género.

No faltan, claro, los pesos pesados que abrieron conversación masiva —50 sombras de Grey— ni los clásicos que defendieron el placer femenino mucho antes de que se pusiera de moda hablar de él —El amante de Lady Chatterley—, presentes una y otra vez en guías de entrada como esta de Audible en español. Y hay territorio de descubrimiento local, desde Pasa la noche conmigo de Megan Maxwell, buque insignia del humor ibérico con picante, hasta Amos y mazmorras, que tantas veces aparece en repescas y catálogos generalistas como Planeta de Libros.

por qué nos gusta tanto verlos caer

Porque ya estaban medio caídos. La amistad aporta la historia compartida, el conocimiento de zonas de sombra, las bromas internas que funcionan como contraseña. En ficción, esa familiaridad ahorra páginas de prueba y error y permite saltar antes al cuerpo sin que la escena parezca gratuita. Donde un romance fugaz necesita justificar por qué dos desconocidos se entienden, aquí basta un gesto viejo para que el lector comprenda el nuevo temblor. Y sí, la caída suele doler más. Pero el viaje merece el morado.

Cuando el pacto cruje, el texto hace música con el plástico roto: celos no pactados, exclusividades nunca firmadas, silencios que ya no son cómodos. En ese punto, incluso los manuales de consentimiento se vuelven conmovedores, y la pedantería se queda fuera. La escena sube, cae, respira y vuelve al “¿lo quieres?” que, por cierto, no ha dejado de erizar la piel del lector desde la primera página. Para seguir ampliando lista y brújula, dos recursos más que consulto a menudo: la guía de iniciación “Romance 101” para friends to lovers en Book Riot y las panorámicas de curaduría generalista que alimentan bibliotecas calientes de largo recorrido, como Audible Blog en español.

“El amor es ciego, la amistad ve demasiado y aun así se queda” (refrán apócrifo con verdad vieja)

guiño vintage y promesa de futuro

El SEXO ENTRE AMIGOS que viene seguirá mezclando máscaras sociales con acuerdos claros, identidades veladas con charlas poscoitales que valen oro. La conversación sobre límites —y el aftercare bien contado— ha llegado para quedarse, como confirman curadurías, guías y estanterías colectivas. Se hibridarán tropos, aparecerán grupo‑romances que se escriben en plural, y la ciudad, el gimnasio o la oficina seguirán siendo pistas de baile para una coreografía que conozco bien: humor, coraje, ternura, piel. Nada nuevo bajo el sol, salvo que ahora se dice en voz alta y sin pedir perdón, como un acto de humanismo cotidiano.

Al despedirme, dejo dos puertas abiertas, una hacia el ensayo y otra hacia el estante. Si quieres entender por qué el tropo funciona cuando funciona, explora la discusión sobre consentimiento en la ficción romántica en Book Riot y el panorama de títulos‑puente en Smart Bitches. Si lo que quieres es ampliar la pila en tu mesilla, bucea en el estante de Goodreads dedicado a FWB o en su lista comunitaria más poblada.

Ahora dime, lector curioso: cuando dos amigos se prometen que nada cambia, ¿no están firmando, en secreto, el contrato de que al final cambiará todo? Y si así fuera, ¿no es precisamente ese temblor —esa cuerda floja entre confianza y piel— lo que nos hace pasar página a toda prisa?

AUTODECEPCIÓN desnuda en cinco libros imprescindibles

¿Qué secretos esconde la AUTODECEPCIÓN en nuestra vida diaria? AUTODECEPCIÓN desnuda en cinco libros imprescindibles

Estamos en agosto de 2025 en Madrid y la palabra autodecepción me muerde el tobillo como un perro que no he sabido educar. Abro una libreta, pongo un vinilo que ya cruje y me doy el gusto de volver a las páginas que me enseñaron a mirar el espejo sin maquillaje mental. No vengo a dar sermones, vengo a contar lo que encuentro cuando levanto la alfombra de mis razones cómodas. Y, aviso, debajo hay más polvo del que aparenta.

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Origen: La Autodecepción Es El Juego Más Peligroso Del Deseo

Comienzo fuerte porque lo pide el cuerpo: la autodecepción es el truco de magia favorito de nuestro cerebro, y cuando uno lo entiende deja de aplaudir y empieza a vigilar las manos del mago. La autodecepción no es un capricho, es una ingeniería social de andar por casa. Si me notas vehemente es porque cada uno de estos libros me ha puesto una linterna distinta en la frente, y con cada luz nueva he visto rincones que antes negaba. Me pasa ahora mismo, mientras escribo, en presente vivo, con la tentación de justificarme por todo. Pero no, hoy voy a contar lo que hay y, luego, a dejar preguntas sobre la mesa para que cada cual las mastique sin azúcar.

Camino primero hacia Robert Trivers, el naturalista que se atreve con la frontera más resbaladiza del comportamiento. Su tesis se clava como una astilla elegante: si me engaño mejor, engaño mejor a los demás. Ese “doble salto mortal” está contado con detalle en su obra mayor, y cualquiera puede asomarse a la sinopsis esencial en la entrada de The Folly of Fools en Wikipedia. Trivers no se queda en metáforas: la autodecepción sirve al camuflaje social y eso explica por qué, a menudo, el farsante más peligroso es el que cree su propio cuento. Pienso en los peces que se hacen pasar por otros para comer tranquilo y en el colega que se convence de que no llega tarde “porque todos llegan tarde”. Lo dicho, zoología sentimental.

Cambio de escenario, despacho con moqueta, café tibio, “reunión de seguimiento”. El relato corporativo que popularizó The Arbinger Institute entra aquí como una fábula con corbata. En Leadership and Self-Deception, ese equipo ficticio que aprende a salir “de la caja” me enseñó que la ofensa más común en una organización es ver a las personas como objetos que estorban. La mentalidad hacia afuera suena a consejo de abuela pero exige músculo diario. La edición que corre por las manos, con años y ediciones a cuestas, se presenta con mimo en el blog oficial de Arbinger, se despliega comercialmente en la tienda de Arbinger y se enmarca con claridad en la página central del libro. He visto reseñas sueltas que atrapan la idea en pocas líneas, como la síntesis de Happier at Work, apuntes personales de lectores puntillosos como estas book notes de Ana Ulin, resúmenes con apuntes prácticos en Max Mednik y páginas que recomiendan el título con fervor en The Delaney Agency. Lo compro, lo regalo y lo vuelvo a comprar; es uno de esos libros que se “prestan y no regresan” como si tuvieran piernas.

Hago una pausa para afilar términos. Eric Funkhouser entra con bisturí filosófico en Self-Deception, una introducción publicada por Routledge que distingue entre cuentas “deflacionarias” y “intencionales”, entre sesgo cognitivo y mente dividida. Esa cartografía conceptual que uno puede revisar en la página de Routledge me ayuda a no perderme: unas veces nos engañamos por pura economía mental, atajos que ahorran energía; otras, la cosa parece más teatral, con un yo que empuja y otro que finge no mirar. Mientras leo, me viene a la cabeza esa frase que mis amigos me han oído demasiadas veces: “cuando me justifico, pierdo”. El libro me recuerda que justificarse es el deporte nacional de la mente cansada.

Annette Barnes, en Seeing Through Self-Deception, propone algo que todavía me descoloca: una explicación no intencional de la autodecepción, una forma de respirar falsa conciencia sin necesidad de montar un teatro interno. Es una idea incómoda, que sacude la obsesión por el “yo estratega” y la cambia por engranajes más silenciosos. La arquitectura teórica, con pie en filosofía y psicología moral, se asoma nítida a través de Cambridge Core. Si el mapa de Funkhouser ordena, Barnes abre puertas que yo ni sabía que estaban ahí. Lo confieso con rubor: a veces quiero que mi autodecepción sea un acto heroico, porque así parece más digna; Barnes me obliga a aceptar que, muchas veces, es pura inercia.

Cambio de ritmo. Robin Hanson y Kevin Simler, en The Elephant in the Brain, no hablan solo de autodecepción, pero ponen el dedo en una llaga cotidiana: escondemos motivos como quien mete un papel comprometedor en el fondo del cajón. La fiesta, la donación, la tertulia universitaria… nada es inocente del todo. Es un libro que me hace revisar por qué hago lo que hago, incluso cuando doy explicaciones impecables. Las opiniones de lectores que se reúnen en esta estantería de Goodreads dibujan bien el retrato de su vigencia. Y sí, a veces termino riéndome de mí, porque nada cura mejor que una carcajada honesta después de un autoengaño elegante.

autodecepción retro sin filtro

En aquel periodo en que comencé a coleccionar citas como quien colecciona vinilos, me topé con un clásico de oficinas y fábricas: el autoengaño en el negocio, maqueta perfecta de la vida. Un ensayo que todavía releo con gusto, publicado como reflexión aplicable a cualquier empresa viva, es esta mirada directa a la autodecepción en los negocios que dispara preguntas incómodas y útiles en Engaging the Culture. Lo que en la sala de juntas se llama “alineamiento” a veces es pura negación organizada. Y aquí abro otra compuerta de dudas: cuando todos aceptan una excusa elegante, ¿quién se atreve a tocar la campana?

Me gusta cruzar la raya anglosajona y bucear en bibliografía hispana, donde encuentro matices que no siempre aparecen en los manuales de autoayuda. Asoman estudios que ponen a prueba nuestras certezas y desmontan entusiasmos demasiado brillantes. No voy a hacer inventario, pero dejo un rastro que he pisado con calma: críticas sólidas a los excesos de cierta psicología complaciente en este ensayo disponible en ResearchGate, discusiones metodológicas que recogen repositorios como Anales de la Facultad de Medicina y balances que aparecen en índices como Semantic Scholar o en revisiones afines en otra ficha de Semantic Scholar. Mientras tanto, la investigación aplicada al deporte aporta su granito de arena con trabajos accesibles en la Revista de Psicología Aplicada del Deporte y el Ejercicio, y desde el análisis social surgen piezas en revistas como la REIS que recuerdan que el autoengaño también se cocina en grupo, con la mano de la tribu en la masa.

Exploro además foros donde la psicología y la cultura piensan al unísono, como Quaderns de Psicologia y su espejo metodológico en este otro trabajo de Quaderns, o el análisis de las prácticas cotidianas desde Athenea Digital, complementado con piezas iniciales como esta lectura sobre narrativas y método. Por el lado académico latinoamericano, sigo pistas en Psicoperspectivas, en la Universidad de San Marcos y en revistas como Psicodebate y Psicogente, con paradas más filosóficas en PUCP y desde marcos digitales en Digithum de la UOC. Entre medias, la sociología de la educación deja constancia en la revista de SEL y algunos repositorios universitarios valoran el archivo y la memoria, como este trabajo alojado en un repositorio institucional.

“Quien necesita excusas ya ha perdido la partida.” No lo digo yo, lo murmura esa parte incómoda que surge cada vez que miro mi agenda y maquillo prioridades. Y lo cierto es que, aunque la estantería de libros de autoestima se vende como agua en verano, prefiero el rigor que pincha y no el bálsamo que adormece. Aun así, las selecciones de “lecturas para empezar” pueden ser un buen mapa si se las lee con ojo crítico: ahí están los recopilatorios de Somos Psicólogos, Mundopsicologos, Mente Sana Psicología, UPAD Psicología y Coaching o los listados más amplios de Psicología y Mente. Entre propuestas específicas, me resultó útil volver a un enfoque compasivo con nervio práctico como el de El crítico interno y la autoaceptación, accesible en Polifemo y también en Casa del Libro; eso sí, sin perder de vista que el enemigo de la honestidad es, a menudo, la prisa por sentirse bien.

el futuro de la autodecepción suena a laboratorio

Hace tiempo que se rumorea en pasillos y congresos: las startups de neurotecnología se empeñan en detectar sesgos al vuelo y prometen entrenamientos para la franqueza interior mediante lentes y escenarios de realidad aumentada. Yo, que soy de tinta y papel, sonrío con escepticismo cariñoso. Me informo, curioseo, pruebo, pero siempre acabo volviendo a los textos que abren ventanas sin vender milagros. Para una perspectiva amplia en castellano sobre debates, enfoques y tensiones del oficio, cruzo lecturas como este artículo de Quaderns que compila voces críticas con panoramas metodológicos en International Journal of Psychology y revisiones recogidas en bases como Semantic Scholar. Y cuando quiero medir el pulso de la calle, pregunto a la gente que lee de noche y trabaja de día; los hilos donde se recomiendan novelas y ensayos con honestidad brutal, como esta conversación en r/booksuggestions de Reddit, son termómetros menos solemnes y a veces más certeros.

Mientras tanto, reviso lo más básico: cómo seleccionamos libros, cómo los comentamos y cómo nos excusamos para no aplicarlos. Las guías y reseñas de terceros ayudan a hacer una primera criba, desde landing pages descriptivas como la del sitio central de Arbinger para el libro hasta catálogos que enmarcan el título en bibliotecas personales, como este archivo de The Delaney Agency. Y, por si quedaba duda, quienes preferís ver la contraportada antes que el índice tenéis recopilaciones que lo sitúan entre lecturas de empresa y liderazgo en sitios especializados. No falta quien mida la influencia de estas obras en el día a día de equipos y familias; si algo he aprendido es que el laboratorio más exigente sigue siendo la cena del jueves, cuando alguien te contradice y tu mejor argumento es el silencio bien respirado.

estética vintage para decir la verdad

Hay un placer antiguo en subrayar con lápiz. Ese gesto, casi retro, me acompaña cuando vuelvo a Trivers con su zoología moral, a Arbinger con su cajita traicionera, a Funkhouser con su mapa de teorías, a Barnes con su mecanismo silencioso y a Hanson & Simler con su elefante descarado. En paralelo, estiro el hilo hacia artículos que afinan, cuestionan o amplían las costuras: discusiones sobre bienestar y metodología en este análisis comparado de revistas latinoamericanas, marcos de reflexión en PUCP y trabajos con mirada histórica y cultural en Digithum. Y regreso, cómo no, a esas listas populares de “libros que te cambian la vida” que conviene masticar con calma, como los compendios de Happier at Work o los catálogos amplios de Psicología y Mente. Entre tanta recomendación hay perlas y hay espuma; el oficio es distinguir.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”

“El espejo no cura, pero avisa.”
“El autoengaño es un anestésico con resaca.”

pistas y juegos de manos que no olvido

No todo es teoría. He visto equipos enteros pasar del reproche burocrático a la conversación humana cuando alguien se atreve a salir de “la caja”. He visto investigadores discutir con nobleza sobre escalas y sesgos, como en debates que aparecen en Quaderns de Psicologia y en revisiones como las de Anales de la Facultad de Medicina. Y, aunque el mercado se llena de listas color pastel, vale la pena asomarse a recopilaciones más serias y a repertorios que ayudan a empezar, como los de Somos Psicólogos, Mundopsicologos y UPAD. Si alguien quiere enganchar el hábito de la compasión operativa, vuelvo a sugerir El crítico interno y la autoaceptación, con ficha en Polifemo y compra rápida en Casa del Libro. Y si lo tuyo es seguir tirando de hilos, hay bases, repositorios y revistas de acceso abierto que guardo en mis marcadores como si fueran fogones encendidos: International Journal of Psychology, Athenea Digital, SEL, UNMSM, Psicoperspectivas y piezas metodológicas sueltas en Quaderns.

notas al margen para el lector impaciente

Si te apetece salir del escaparate corporativo y rozar la autodecepción con literatura, hay rutas menos obvias: la gente pide novelas que se tragan sin posavasos y dejan poso, y las recomendaciones sinceras florecen en sitios como este hilo de Reddit. Y, por si eres de los que quieren comparar ecos y repertorios, existen selecciones alternativas que ponen el foco en hábitos y bienestar, como las de UPAD o quienes hacen inventario de estanterías en Psicología y Mente. No olvides tampoco que la edición de Arbinger ha seguido creciendo: la historia y su recepción se cuentan al detalle en el blog de la nueva edición y en páginas de referencia como el hub del libro.

destellos que me llevo a casa

La autodecepción como camuflaje social se entiende al vuelo leyendo a Trivers en Wikipedia.
Salir de “la caja” es un hábito diario que Arbinger explica con oficio en su presentación oficial y en su tienda.
El mapa teórico importa y se ordena en la introducción de Routledge a Self-Deception.
La explicación no intencional sorprende y Barnes la articula con pulso en Cambridge Core.
Los motivos ocultos bullen y se palpan en la comunidad de lectores de Goodreads.

referencias que se quedan pegadas

“No hay viento favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige.”
“A la fuerza ahorcan, pero a la verdad no.”

Y ahora, la trampa final que cuento para no caer en ella: he resuelto una parte del enigma enseñándote las herramientas, pero me guardo otra para que no se me enfríe la curiosidad. ¿Qué harás la próxima vez que te escuches dar una excusa impecable y, al mismo tiempo, te descubras con la mano en el cajón de los motivos ocultos? ¿Pondrás la aguja en el surco viejo o buscarás la pista original aunque salte el ruido?

El despertar de los infelices reescribe la tristeza como una forma de valor

¿Y si el dolor fuera el último acto de libertad humana? El despertar de los infelices reescribe la tristeza como una forma de valor

Estamos en el verano de 2025 en Madrid, donde el calor se aferra al asfalto como los recuerdos a la piel. En medio de un panorama literario saturado de optimismo prefabricado y tramas domesticadas, irrumpe El despertar de los infelices, una novela que no pide permiso. Gonzalo Montes Amayo no escribe para gustar. Escribe para abrir grietas, para mirar de frente el abismo del alma y preguntarse, sin anestesia, si acaso no estamos mejor cuando sufrimos de verdad.

El despertar de los infelices no es solo un título, es una advertencia. Una invitación a romper la utopía artificial del bienestar forzado y a aceptar que tal vez sea en la tristeza —sí, esa emoción vetada por los terapeutas de TikTok— donde empieza la verdadera libertad. ¿O acaso no es el amor, en su forma más pura, una herida abierta?

La distopía más íntima del siglo

La historia se sitúa en un futuro en el que la felicidad ha sido decretada por ley. Y no, no es una metáfora. Literalmente, el dolor está prohibido. Una droga estatal, llamada con feroz ironía mandanga, borra cualquier rastro de sufrimiento. Se vive en una orgía de paz obligatoria, donde nadie recuerda lo que significa sentir con autenticidad. Pero como todo lo que se reprime, lo negado regresa. Y lo hace con la furia de un volcán dormido.

Es entonces cuando emergen los infelices, aquellos que deciden resistir la dictadura de la alegría fingida. No quieren sonreír sin motivo, ni olvidar lo que duele. Quieren llorar, temblar, amar, perder. Quieren recuperar el derecho a la tristeza como forma de humanidad. Porque ¿qué queda cuando ya no queda dolor?

El amor es resistencia, la tristeza libertad.” La frase no es solo una consigna. Es el corazón que late bajo cada página de esta novela que no teme mojarse en lo incómodo.

Una narración simbólica, cruda y bellamente escrita

La prosa de Gonzalo Montes Amayo camina entre la poesía y la ferocidad, como si cada párrafo fuera un cuadro de Francis Bacon narrado por Marguerite Duras después de una resaca existencial. Su estilo recuerda a los grandes intimistas del siglo XXI, pero con una voz propia, dolida, lúcida y profundamente honesta. Nada sobra, nada es gratuito.

Nos regala frases como esta, que parece salida de un manual secreto de emociones olvidadas:
Unos nuevos sentimientos nos transformaron: comenzamos a tener un frío gélido; un calor sudoroso; un hambre salvaje; una sed arenisca…

Hay algo en este lenguaje que invita a leer despacio, como si cada línea estuviera escrita no para ser entendida, sino para ser sentida. Y eso es justo lo que se echa de menos en tanta literatura actual: ese valor para mirar el alma humana sin filtros, sin slogans, sin coaching.

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Gonzalo Montes Amayo, el asesor que escribe desde la herida

Nacido en 1973, Gonzalo Montes Amayo no viene del mundo literario típico. Es asesor financiero, profesor universitario y escritor desde que ganó un concurso con once años. Su generación, la X, no tuvo un sueño colectivo, pero sí una habilidad innegable para sobrevivir entre las ruinas. Y esa contradicción, esa mezcla de lucidez y vacío, se siente en cada línea de su novela.

El autor no da lecciones, invita a caminar con él por un páramo emocional donde cada personaje busca algo parecido a la redención, o al menos a una forma decente de caer. No hay promesas de salvación, pero sí una defensa apasionada del derecho a reconstruirse con lo poco que quede.

Y es que, como se insinúa en el título de su primer relato premiado, “Las cosas se revolucionan” (aunque aquí la palabra esté prohibida), todo cambia cuando uno se atreve a mirar la tristeza a los ojos.

Mandanga, la droga de la felicidad vacía

Uno de los elementos más brillantes —y aterradores— de la novela es la idea de una sociedad medicada hasta la apatía total. La mandanga no solo elimina el dolor, elimina también el deseo, el conflicto, el hambre, el miedo. Y con eso, claro, elimina también el arte, la pasión, la rebeldía. Todo lo que tiene pulso.

El lector se encuentra entonces ante una paradoja: cuanto más perfecta es la sociedad, más inhumana se vuelve. Porque ¿de qué sirve la felicidad si ya no podemos elegir? ¿Qué valor tiene el placer cuando es obligatorio?

En este sentido, El despertar de los infelices dialoga con distopías clásicas como Un mundo feliz o 1984, pero desde un enfoque mucho más emocional y existencial. No hay grandes conspiraciones ni fuegos artificiales. Hay personas rotas que deciden, simplemente, no anestesiarse más.

La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

Cuando sentir es un acto de rebeldía

El núcleo emocional de la novela gira en torno a personajes que han perdido casi todo. Algunos ni siquiera recuerdan cómo se llamaban antes de tomar mandanga. Otros todavía sueñan, con culpa, con la piel de alguien que ya no existe. Y todos, en algún momento, deciden atravesar el dolor en lugar de evitarlo. Porque solo así puede haber renacimiento.

No es casual que el libro se titule El despertar. Es una forma de sugerir que la tristeza no es un final, sino un inicio. Que solo cuando nos atrevemos a sufrir, empieza la verdadera transformación. Algo que la mayoría de nosotros hemos olvidado por miedo, por cansancio, o por costumbre.

¿Quién debería leer esta novela?

No es una lectura cómoda. Ni rápida. Pero es necesaria. Especialmente para aquellos que ya no sienten nada cuando miran su reflejo. Para los que sospechan que algo se ha roto en el alma colectiva. Para los que buscan una historia que no los acaricie, sino que los zarandee.

Ideal para lectores de Henry Miller, Roberto Bolaño o Chuck Palahniuk, El despertar de los infelices se inscribe en esa tradición de novelas que no se leen, sino que se sobreviven. Y al hacerlo, te devuelven algo que no sabías que habías perdido.

Quien no ha llorado, tampoco ha amado de verdad.” (Sabiduría popular)


“La tristeza es el precio de sentir. Y vale cada lágrima.”

“Mandanga para todos, pero amor para nadie. Esa fue la condena.”

“El despertar de los infelices no es una novela. Es una herida abierta.”

Y ahora la pregunta incómoda: ¿vivirías en un mundo sin dolor, aunque eso significara dejar de sentir amor? ¿O preferirías despertar con los infelices y recordar lo que significa ser humano, con toda su crudeza?

Elijas lo que elijas, recuerda esto: lo más valiente que podemos hacer es no huir de lo que duele.

El glamour VINTAGE de Bernie Gunther resucita los fantasmas de la Guerra Fría

¿Oculta la Riviera francesa una historia de espías y traiciones?

El glamour VINTAGE de Bernie Gunther resucita los fantasmas de la Guerra Fría

Estamos en 1956 en la Riviera francesa, ese rincón donde el mar huele a champán, los secretos a Chanel nº5 y el silencio… a muerte.

El otro lado del silencio, la undécima entrega de la saga de Bernie Gunther, no solo es una novela negra disfrazada de postal turística, sino una lección de historia, cinismo y glamour venenoso que se desliza bajo el sol de la Costa Azul como una víbora con esmoquin. 🌴💀

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Bernie Gunther regresa, claro que sí, pero no como lo conocimos entre los escombros del Berlín nazi. Ahora juega al bridge en hoteles cinco estrellas y disimula sus cicatrices detrás de una sonrisa cansada. Pero ya sabemos que Bernie nunca descansa: donde hay un secreto, él cava. Y en Saint-Jean-Cap-Ferrat, donde los millonarios se confiesan entre copas de coñac y espías británicos juegan al ajedrez con almas humanas, los secretos abundan como las gambas en los cócteles.

«El sol brilla más fuerte donde hay más sombras»

El detective que siempre sabe demasiado

A estas alturas, hablar de Philip Kerr es como invocar a un prestidigitador de los géneros. Hizo con la novela negra lo que Orson Welles con el cine: le metió historia, le quitó moral y le dio estilo. Un escocés que dejó la publicidad como quien deja una amante aburrida, para inventar a Bernie Gunther, un personaje con más capas que una cebolla bien sazonada con whisky y vergüenza. Su serie Berlin Noir, que comenzó en 1989, no tardó en transformarse en una épica de 14 novelas que sobreviven al tiempo mejor que un buen brandy.

Porque Gunther no envejece, se endurece. Fue policía, fue detective, fue superviviente. Cuando no estaba interrogando a criminales nazis, estaba esquivando bombas en la Guerra Fría. Y ahora, justo cuando pensaba que podía retirarse a observar bikinis en la Riviera, la historia lo alcanza con un archivo bajo el brazo y un cadáver en la sombra.

Glamour vintage y miseria moral

«Nada huele más a peligro que un cóctel con gente elegante»

Cualquiera que haya visto una foto de la Costa Azul en los años 50 sabe que el tiempo ahí se vestía de lino blanco y gafas negras. Pero Kerr, con la precisión de un cirujano, nos muestra el otro rostro de ese paraíso: el del chantaje, la hipocresía, el espionaje. Porque en 1956, la Guerra Fría no se peleaba con tanques, sino con miradas, micrófonos y sobres marrones.

Y qué mejor escenario que Villa Mauresque, esa mansión construida para la ociosidad, pero repleta de susurros. Allí vivía William Somerset Maugham, ese escritor británico que parecía tener más secretos que novelas. Ex espía, homosexual en una época en la que eso te convertía automáticamente en sospechoso, y figura venerada entre aristócratas, Maugham aparece aquí no como decorado, sino como símbolo: de lo reprimido, de lo elegante, de lo corruptible.

Maugham, el espía entre flores

Maugham fue muchas cosas, pero en esta novela es, sobre todo, el espejo en el que se reflejan las contradicciones de una época. Su Villa, remodelada por Barry Dierks, es casi un personaje más: elegante como una joya de Cartier y tan peligrosa como un veneno sin olor. En sus jardines florecen las intrigas, y cada visita trae consigo un potencial chantaje. Porque en un tiempo en el que el amor podía costarte la libertad, la lealtad se medía en decibelios grabados.

Las cenas de etiqueta, las partidas de bridge, los brindis al atardecer… todo eso es solo la superficie. Debajo, corren las aguas turbias de la MI6, el chantaje sexual y los archivos que queman más que el sol del mediodía. Lo que en otro autor sería puro decorado, en Kerr es carne viva.

El arte de traducir la ambigüedad

Aquí entra en escena Eduardo Iriarte Goñi, traductor con alma de ventrílocuo literario. Logra que Bernie Gunther suene en español con la misma mezcla de cinismo, hastío y lucidez con la que Kerr lo concibió. Traducir a un personaje que dispara ironías como otros disparan balas no es sencillo. Pero Iriarte no solo entiende el idioma, entiende el espíritu.

Ese argot del espionaje, ese humor negro como un café de posguerra, esa mezcla de referencias culturales y frases filosas… todo eso sobrevive en la versión española. Y eso convierte la traducción en algo más: en una recreación fiel del alma vintage que respira cada línea.

La estética retro como trampa

Pocos autores logran convertir el estilo en parte de la trama. Kerr lo hace sin despeinarse. Los vestidos, los peinados, los autos brillantes, los hoteles de lujo: todo eso no está ahí para ambientar, sino para distraer del crimen, del dolor, del chantaje. Es la trampa perfecta: el mal disfrazado de civilización.

La arquitectura Art Déco, los cócteles al borde de la piscina, los trajes a medida… son un ballet de apariencias que esconde una verdad incómoda: el pasado nunca se va, solo se disfraza mejor.

Guerra Fría, chantaje caliente

En 1956, todo era información. Saber algo comprometedor valía más que un diamante. Y si ese «algo» incluía preferencias sexuales penalizadas por la ley, entonces era dinamita pura. La novela lo muestra sin adornos ni filtros. Maugham, como tantos otros, se mueve entre la admiración pública y el miedo privado. Un escritor brillante, sí, pero también una presa perfecta para las garras del espionaje.

Y eso es lo que hace que El otro lado del silencio no sea solo una novela de detectives. Es un ensayo sobre cómo se manipulan las vidas en nombre del Estado, sobre cómo la elegancia puede ocultar la humillación, y sobre cómo la verdad, muchas veces, es la primera víctima del glamour.

“Algunas verdades se visten mejor de silencio”

«Lo vintage no es nostalgia, es memoria maquillada con Chanel»

Bernie Gunther: superviviente sin héroes

Volvemos al núcleo. Gunther no es un héroe. Es un testigo incómodo, un hombre con demasiadas cicatrices y pocas ilusiones. Pero eso lo convierte en la voz perfecta para contar el siglo XX desde dentro. Su brújula moral está desmagnetizada por la historia, pero aún gira. A veces hacia la justicia, otras hacia la conveniencia. Pero nunca hacia la indiferencia.

Kerr lo creó para hablarnos no del pasado, sino del presente con disfraz de pasado. En Bernie vemos al hombre contemporáneo: desconfiado, ambiguo, cansado, pero aún capaz de indignarse.

Una historia vintage con sabor a presente

¿Y por qué esta novela sigue siendo tan actual? Porque la elegancia, el espionaje, los chantajes, los secretos… siguen ahí. Han cambiado los escenarios, han cambiado los métodos, pero no las intenciones. La guerra sigue siendo fría, solo que ahora se libra con datos en lugar de sobres.

Y por eso El otro lado del silencio sigue hablándonos. Porque nos recuerda que la belleza sin verdad es solo un disfraz, que los silencios hablan más que los discursos, y que a veces, los verdaderos héroes son los que aguantan el cinismo sin rendirse del todo.

¿Puede el pasado ser una advertencia para el futuro?

La Costa Azul sigue brillando, los hoteles siguen sirviendo cócteles y los secretos siguen susurrándose entre las palmeras. Pero ahora que conocemos a Bernie, sabemos que bajo cada sonrisa puede esconderse una traición, y que el silencio, a veces, es solo otra forma de mentir.

¿Y tú? ¿Te atreverías a mirar al pasado sin las gafas del romanticismo? Porque quizá, justo ahí, entre las ruinas del glamour, se esconda la verdad que aún no queremos escuchar.

¿Qué oculta de verdad el DARK ROMANCE de Soy Mía?

¿Qué oculta de verdad el DARK ROMANCE de Soy Mía? El lado más salvaje del DARK ROMANCE que nadie se atreve a contar

Estamos en julio de 2025 en algún rincón sin nombre del deseo. Hay calor, hay tensión, y hay algo más: el resurgir de un género que no entiende de normas suaves ni de finales felices. El DARK ROMANCE está más vivo que nunca, y “Soy Mía” de Kesvan Burdik es una de esas novelas que no se lee: se respira, se suplica, se arrastra por tu mente como una orden susurrada al oído.

Él domina. Ella se rinde. Y el placer siempre duele un poco más de lo que debería. Así arranca esta historia que, más que narrar, golpea. Lo que parece un juego erótico se convierte en una caída libre sin red, sin frenos y sin garantía de retorno. DARK ROMANCE no es un género, es una advertencia.

Cuando el dolor es una forma de verdad

Hace tiempo que aprendí a desconfiar de los libros que lo explican todo. Los que te dicen qué pensar, cuándo conmoverte y a quién debes amar.

Por eso “Soy Mía” resulta un puñetazo honesto.

No busca complacerte, no te da tregua ni te acaricia las ideas. Al contrario: te invita a entrar en la mente de Sandra, una mujer sin experiencia que lleva toda la vida deseando algo que no puede nombrar. Y cuando lo encuentra, no hay marcha atrás.

Giovanni no ama. Giovanni posee. No pregunta, ordena. Y eso, en otro libro, sería condena. Aquí es destino. Sandra no quiere flores, quiere rodillas. No quiere una promesa, quiere perder el control. No hablamos de un amor romántico ni de una relación tradicional. Esto va de poder. De entrega. De heridas abiertas que piden ser tocadas.

Y eso duele. Porque lo que más perturba no es lo que Giovanni hace. Es lo que Sandra consiente. Es el deseo inexplicable, esa sed de destrucción, de pertenecer a alguien hasta perderse. Y, ¿quién puede juzgarla sin haber estado ahí?

«La sumisión no es debilidad, es una forma distinta de coraje.»

Erotismo sin censura, narrativa sin concesiones

El gran acierto de Burdik no está solo en lo explícito —que lo es, y mucho—, sino en el equilibrio perfecto entre cuerpo y palabra. Aquí el erotismo no es decoración ni pretexto. Es núcleo. Es herida. Es espejo.

Cada capítulo de “Soy Mía” lleva el título de una canción, una pequeña pista emocional que acompaña la lectura como una banda sonora invisible. Es un detalle que pocos autores se atreven a usar sin caer en la cursilería. Burdik lo hace con la precisión de quien conoce la melodía del alma cuando arde.

La prosa, según muchos lectores, se mueve entre la caricia y el corte. Porque a veces una frase puede doler más que un látigo. Y en este libro, cada página parece escrita con la tinta de lo prohibido.

¿Adicción o libertad?

Lo que empieza como una fantasía sexual termina revelando una pregunta brutal: ¿cuánto estás dispuesta a perder por pertenecer a alguien? En la vida real, muchos huimos de esta cuestión. En la novela, Sandra la abraza.

Algunos pensarán que esto es una apología de la sumisión. Otros, que es solo sexo disfrazado de literatura. Pero si algo deja claro esta historia es que el deseo no pide permiso ni da explicaciones. No importa si lo entiendes. Lo sientes o no lo sientes. Punto.

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Y eso es lo que hace tan adictiva esta lectura. No necesitas estar de acuerdo. Solo necesitas rendirte por un rato. Leerla es como entrar en una habitación sin ventanas, donde todo está hecho de carne, silencio y órdenes susurradas.

«El placer no siempre grita. A veces simplemente ordena.»

Una trama sencilla para una experiencia intensa

Los lectores lo dicen sin rodeos: “Soy Mía” es fácil de leer, pero no fácil de olvidar. Su sencillez no es debilidad, sino trampa. Entras por la fluidez, te quedas por la quemadura. Nada de descripciones interminables ni de psicología barata. Burdik va al grano, al centro mismo del conflicto: la lucha entre deseo y límite. Entre obediencia y destrucción.

Génesys, una lectora reciente, confiesa que el final la descoloca. Y eso es raro en una historia que parece tenerlo todo claro desde el principio. ¿Cómo puede un libro tan visceral dejar espacio para la sorpresa? Quizá porque, en este juego, los finales no son cerraduras. Son heridas que no terminan de sanar.

Giovanni, Sandra y ese abismo entre ambos

Hay una belleza salvaje en la forma en que estos dos personajes se destruyen. No es solo química. Es una atracción nuclear. Giovanni lo controla todo —cuerpos, mentes, límites—, pero hay algo en Sandra que lo desestabiliza. Ella es la muñeca rota que no termina de romperse. Y eso, quizá, es lo que más le atrae.

¿Es amor? No.
¿Es dependencia? Tampoco del todo.
Es otra cosa, más oscura, más antigua, más real.

“Soy Mía”, pero ¿de verdad lo es?

El título es una provocación. Una ironía. Una mentira con forma de promesa. Porque lo que Sandra quiere no es ser suya, sino dejar de ser de sí misma. Quiere entregarse hasta desaparecer. Y eso, para muchos, sería un crimen. Para ella, una liberación.

«Hay personas que nacen para decidir. Otras nacen para obedecer. Y ambas son necesarias.»

Pero, ¿dónde está el límite? ¿Cuándo deja de ser deseo y empieza a ser daño? Es ahí donde Burdik juega con fuego. No da respuestas. No moraliza. No pretende salvar a nadie. Solo muestra el abismo. Lo ilumina un segundo y se marcha.

El DARK ROMANCE no es moda, es espejo

Y ese es el mayor logro de “Soy Mía”: recordarnos que la literatura no está para dar lecciones, sino para enfrentar verdades. A veces incómodas. A veces hirientes. Pero siempre humanas.

Este no es un libro que recomendarías a tu madre, ni siquiera a tu mejor amiga sin advertencias. Pero si alguna vez has sentido esa mezcla de miedo y deseo, de entrega y vértigo, este libro te habla directamente. No al oído, sino al centro mismo de lo que no te atreves a nombrar.

“El amor puede sanar. Pero también puede romper. Y hay quienes desean romperse.”


“Lo que arde no se razona. Se vive.”

“Soy Mía” es un descenso, no una lectura. Y cada página es una cuerda que se tensa.

En el DARK ROMANCE no hay finales felices. Solo verdades que duelen.


¿Y tú?
¿Te atreverías a cruzar todos los límites?
¿O prefieres vivir donde todo es seguro y nada arde?

¿Quién eres realmente cuando nadie te exige ser correcta?

¿Por qué TUMBLR EROTISMO 2025 está dejando en pañales a Wattpad?

¿Por qué TUMBLR EROTISMO 2025 está dejando en pañales a Wattpad? TUMBLR EROTISMO 2025 es el nuevo cuarto oscuro digital con vistas al futuro

Estamos en el verano de 2025 en la penumbra azulada de mi dashboard, donde el TUMBLR EROTISMO 2025 no solo se respira, se escribe con los dedos calientes sobre el teclado. 🌙✨

La escena es esta: yo, un blog oscuro como sótano de videoclub, abro sesión y mi feed estalla en microficciones ardientes, gifs glitch, frases desgarradas de deseo. Nada de censura velada, nada de algoritmos que me digan “eso no, que no es family-friendly”. Aquí, el erotismo Tumblr tiene el espacio que le negó el puritanismo de Silicon Valley.

«Tumblr no es una red, es un susurro al oído hecho plataforma.»

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Origen: Tumblr Isn’t Dead — It’s the Secret Playground for Erotic Writers in 2025

Sí, hace tiempo huí de Instagram como quien escapa de una iglesia sin ventanas. Y Wattpad, aunque lo intenté, terminó pareciéndome una biblioteca de instituto donde alguien siempre vigila desde la puerta. Pero Tumblr… Tumblr es otra cosa. Tumblr es como esos bares con cortinas rojas, donde nadie te juzga si pides absenta y recitas a Bataille.

El comeback del deseo que no pide permiso

Tumblr ya no es lo que fue, dicen. Claro que no. Es mejor. Tras aquel infame apagón de 2018, cuando la plataforma prohibió todo contenido adulto y arrojó a miles de creadores a la calle digital, muchos pensaron que el erotismo había muerto en su dashboard. Pero no. Solo dormía en un archivo .zip, esperando la clave correcta para despertar.

Y despertó.

Fue en 2022 cuando la cosa empezó a cambiar, tímidamente. El “nudity allowed” volvió a dar luz verde a la piel, a los pezones artísticos, a los textos que no temen empaparse. Después llegaron los botones de propina, los banners de afiliados, y el TUMBLR EROTISMO 2025 comenzó a relucir con más brillo que los filtros de Instagram en modo tristeza.

Mientras tanto, Wattpad apretaba su corsé de normas hasta casi sofocar la inspiración. Porque allí, si quieres contar una escena de sexo explícito, tienes que rellenar más formularios que en una adopción internacional. Ni hablar de mostrar deseos oscuros, villanos seductores o post-actos de ternura postorgásmica. Eso es territorio Tumblr. Eso es mi territorio.

“¿Quieres leer algo que te erice? Bienvenido a mi blog de terciopelo oscuro.”

No necesitas ser un genio en HTML para montarte tu altar literario. Lo hice yo. Fondo negro, tipografía ochentera, GIFs de candelabros derritiéndose, y un botón Ko-fi justo donde mis lectores puedan agradecerme el sudor emocional. Porque sí, aquí también se monetiza. De forma directa, limpia, sin tener que mendigar colaboraciones con marcas de desodorante.

Colocas un banner afiliado a un libro vintage de erotismo gótico en Amazon, lo decoras con una imagen polaroid… y voilà, la escena está servida. Lo más sorprendente es que funciona. La gente dona. Compra. Lee. Rebloguea. Te sigue como quien sigue una pista de migas de pan hacia un bosque de susurros.

“No escribo para todos. Escribo para los que se quedan después del primer gemido.”

Wattpad, Instagram y los barrotes del algoritmo

En comparación, Tumblr no te impone camisa de fuerza. Puedes subir una historia de 3.000 palabras en que dos androides amantes se funden entre engranajes al rojo vivo y nadie vendrá a tocarte la puerta con una advertencia de “contenido inapropiado”. En Instagram, ese mismo relato lo tendrías que convertir en una imagen de fondo borroso con una frase críptica. Y aún así, cuidado: que la IA lo puede leer igual y esconderte bajo su modo “Less”.

Es que Tumblr no te exige ser viral. Te exige ser tú.

Y esa es la magia del espacio creativo retro-futurista que representa. Porque sí, se siente como navegar por una mezcla de años 2000, estética Y2K, revistas pulp y textos que parecen sacados de una máquina de escribir con calentura.

Los géneros que arden en el dashboard

Me preguntan qué tipo de relatos funcionan mejor. Y yo respondo sin pestañear: los que sudan.

Relatos de villanos seductores con olor a whisky y traumas sin resolver. Microrrelatos slow-burn donde las cartas lo dicen todo, menos lo importante. Escenarios steampunk con corsés que se desabrochan solos y máscaras venecianas al borde del amanecer. El romance emocional, el aftercare, el rol kinky. Todo cabe, todo arde, todo suma.

¿Quieres saber un secreto? Los lectores de Tumblr no escanean. Paladean. Se quedan. Te preguntan por qué la protagonista lloró al final. Rebloguean con comentarios como «esto me rompió el alma y me pegó las piezas con saliva».

Eso, amigo, no lo ves en Wattpad.

Etiquetas como llaves de paso

Dominar las etiquetas es un arte y un poco de alquimia. Solo los primeros 20 tags de cada post son indexados en buscadores. Pero si sabes jugar, si mezclas tags populares con inventados como “#villanosmut2025”, te aseguro que aparecerás en más dashboards de los que imaginas.

Yo uso etiquetas con aroma, no con función. Como perfumes en frascos rotos: #creepycastle, #kofigirl, #aftercare. Y siempre reblogueo mis textos desde un blog secundario, cambiando los tags para esquivar los límites invisibles del algoritmo.

“Aquí no hay SEO, hay magia con pseudónimos y gifs de fuego lento.”

¿Y la pasta?

No vas a hacerte millonario con un blog de erotismo Tumblr. Pero puedes comprarte un par de cafés. O champán, si te lo montas bien.

Ko-fi, Tip Jar, afiliados… son formas discretas de ganar algo sin transformar tu rincón erótico en un bazar de autopromoción. Tumblr permite colocar un botón de donación, insertar enlaces decorativos con estilo, y recibir propinas sin vergüenza. En mi caso, 15 tips de 5 dólares por microfic no están nada mal para una tarde de escribir con las luces apagadas.

Retro-futuro, IA y gemidos en estéreo

Lo que viene es todavía más jugoso. Se rumorea que Tumblr quiere integrar clips de audio con voz tipo ASMR. Ya me imagino mis relatos en susurros, con ruido de lluvia y respiraciones entrecortadas. También se habla de zines NFT eróticos y generadores de historias con IA curada para que no te censure ni la abuela de Zuckerberg.

Estamos entrando en una era donde el deseo se programa, se ilustra, se monetiza… pero sin perder alma. Porque eso es lo que Tumblr ha sabido rescatar: el alma detrás del erotismo.

El erotismo necesita habitaciones, no vitrinas

A esta altura, ya no tengo dudas. Tumblr no es solo una plataforma alternativa para romance intenso, es una casa con luces de lava y discos de Portishead girando en repeat. Es el último sitio donde el deseo aún tiene sombra, textura, y permiso para ser incómodo.

¿Será eterno? ¿Resistirá otro apagón moral? No lo sé.

Pero mientras tanto, yo seguiré aquí. Tecleando microficciones como quien escribe con tinta y saliva. Releyendo mis textos en modo oscuro con una copa en la mano. Esperando que otro lector toque el botón de “tip” y me diga, sin palabras, que mi historia le acarició el alma (o más abajo).

“En Tumblr no publicas para volverte famoso. Publicas para que alguien tiemble contigo.”

Y tú, ¿qué esperas para abrir tu blog retro-futurista y dejar que el deseo te dicte las teclas?

El morbo no tiene límites en La Casona de David Lovia

¿Por qué LA PROPUESTA 2 arrasa en lo más alto de la erótica? El morbo no tiene límites en La Casona de David Lovia

Estamos en julio de 2025, en algún rincón húmedo y secreto del subconsciente, donde los placeres prohibidos susurran sin pedir permiso y la curiosidad lo es todo. La propuesta 2 de David Lovia estalla como un disparo suave en el pecho de sus lectores: no avisa, pero remueve. 💥🔥

La propuesta 2 es un libro que no se lee. Se espía. Se devora. Se esconde bajo la almohada o se deja bien visible sobre la mesa del salón, según el tipo de lector que uno sea. Lo cierto es que, tras el éxito de “La propuesta”, no había otra salida que el exceso: Lovia aprieta el acelerador del morbo, el deseo y la sordidez hasta dejarnos sin aliento.

Una historia diferente y que sorprende según se va desarrollando”, dice una lectora. Y tiene razón. Pero no es una historia cualquiera: es un encierro, un experimento emocional, una combustión de secretos entre paredes de piedra y camas con historia. Porque aquí, el escenario no es neutro: La Casona es un personaje más. Y no es un personaje amable.

El arte de tensar la cuerda sin romperla

Hace tiempo, cuando leí el primer tomo, me sentí testigo de una provocación elegante, directa, sin falsos pudores. Y ahora, con esta segunda parte, el efecto es más crudo, más íntimo y más peligroso. Jorge, tras la marcha de Beatriz a Dubái —sí, Dubái, la metáfora perfecta del escape dorado—, quiere hacer las paces con Cayetana, reconstruir lo que queda de algo que no sabemos si alguna vez fue real. Pero Marta y Álex, tan discretos como una tormenta eléctrica, no van a dejarlo fácil.

La tensión entre los personajes no se corta con cuchillo, se bebe. Está en cada mirada, en cada conversación envenenada, en cada momento en el que el lector piensa: “no puede ser que vayan a…”. Pero claro que van. Porque este no es un libro para lectores tibios.

“Un libro cargado de infidelidad, sordidez, donde la mujer se entrega sin límites…”, escribe Cristian Mondragón desde México. Esa frase podría estar impresa en la puerta de entrada de La Casona, donde el amor convencional se queda fuera y solo entran los que están dispuestos a traspasar ciertas líneas sin mirar atrás.

“Cada historia de David supera a la anterior”

David Lovia no escribe libros. Escribe trampas. Enreda, atrapa y, cuando parece que va a ofrecer una salida, sube la apuesta. Porque aquí nadie está libre. Nadie está a salvo. Ni siquiera nosotros, los lectores, que nos descubrimos deseando lo que en público no confesaríamos jamás.

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Estilo Lovia. Nunca defrauda”, dicen sus lectores más fieles. Y con razón. Hay algo de adicción en esa mezcla suya de erotismo, drama emocional y escenarios claustrofóbicos que nos enfrentan a nuestras propias fantasías más inconfesables.

Y si aún no sabes de qué va todo esto, puedes empezar por La propuesta 2: fin de semana en la Casona. Pero cuidado: no es un simple «fin de semana». Es una puerta giratoria al deseo y a las zonas más oscuras del alma.

“Una agradable sorpresa” que nadie ve venir

Hay algo casi literario, incluso poético, en esta novela. No por su estilo —que es ágil, directo, carnal—, sino por su capacidad de mezclar la belleza de lo prohibido con la crudeza de lo real. ¿Quién no ha deseado lo ajeno? ¿Quién no ha sentido que el peligro da más vida que la rutina?

Muero por leer La propuesta 2”, confesaba una lectora cuando aún no estaba publicada. Ahora que ha salido a la luz, el veredicto es unánime: vale la pena. Y no solo para los fanáticos del erotismo. También para quienes buscan una historia bien hilada, donde las relaciones humanas se muestran con todas sus cicatrices y contradicciones.

El erotismo que escuece y seduce a partes iguales

“La tentación de Sara”, “El inquilino universitario”, toda la saga Cornudo… cada título de Lovia es una provocación con nombre propio. Pero en este segundo y último capítulo de “La propuesta”, el autor juega todas sus cartas. Y lo hace sin miedo.

Buen libro si el morbo es lo tuyo”, escribe alguien desde Estados Unidos. Es verdad. Pero también es mucho más que morbo. Es estrategia emocional. Es tensión sexual sin resolver. Es el arte de contar el deseo sin que suene vulgar.

Porque eso también lo consigue Lovia: no cae en lo burdo, aunque hable de lo más carnal. No se disfraza, aunque desnude a sus personajes con palabras.

“Donde hay deseo, no manda la razón” (Sabina)

El final de una historia que pide otra…

Una cosa está clara: esto no es un cierre que deja todo en orden. Es un final que deja marcas. Que sugiere más de lo que muestra. Que abre nuevas preguntas en lugar de responderlas.

¿Qué será de Jorge, Cayetana, Marta y Álex cuando salgan de la Casona? ¿Qué secretos quedan todavía por descubrir? ¿Y si, en el fondo, el lector es el verdadero protagonista, porque todo lo que ocurre ahí dentro no deja de ser un espejo de lo que llevamos dentro?

“Nunca defrauda” es una expresión que se queda corta. Lovia no solo cumple. Se arriesga. Juega con el lector. Y lo hace con una sonrisa torcida, con ironía, con picardía. Como quien conoce el juego mejor que nadie.


“El deseo no se explica. Se sufre. Se disfruta. Se lee.”

“Hay libros que calientan. Este quema.”


¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar por una noche en La Casona?

Porque hay libros que entretienen. Y otros que transforman.
Y luego está La propuesta 2, que te desnuda sin pedir permiso. ¿Y tú? ¿Te atreves a entrar?

Carter Damon reescribe la ciencia ficción con aroma a misterio vintage

¿Puede una palabra destruirnos en un futuro retrofuturista? Carter Damon reescribe la ciencia ficción con aroma a misterio vintage

Estamos en 2025, en algún rincón polvoriento de nuestra imaginación digital, donde lo clásico y lo futurista se abrazan como dos viejos amantes que se reencuentran tras mil vidas.

La novela «Oráculo» de Carter Damon llega como un susurro incómodo al oído de quienes ya no creen en las casualidades.

Y lo hace con una promesa perturbadora: una sola palabra puede destruirnos.

Desde que tengo memoria, he sentido una atracción visceral por esa zona gris entre la ciencia y la superstición, entre la lógica matemática y los susurros de locura que brotan cuando uno mira demasiado fijamente al abismo. «Oráculo» no es una novela cualquiera. Es un artefacto. Un archivo que podría muy bien estar encriptado en algún servidor olvidado de la Agencia Delfos, ese organismo ficticio —o no tanto— que da nombre a esta intriga de ciencia, secretos y paradojas temporales.

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El futuro empieza con una nota suicida

Lo primero que me atrapa no es la ciencia, ni siquiera la trama principal. Es la escena inicial: un suicidio inexplicable, una nota manuscrita, una palabra que nadie comprende… y sin embargo lo cambia todo. Ahí ya estoy dentro. No hay marcha atrás. Como lector, como testigo, como cómplice, me siento arrastrado por esa misma corriente que llevó a Philip K. Dick a hablar con Dios a través de la paranoia farmacológica o a Lovecraft a mirar al cielo y escribir sobre criaturas que viven fuera del tiempo.

«Una sola palabra puede destruirnos», dice el subtítulo. Y aunque uno no sepa todavía qué significa esa palabra, la sospecha se instala como un virus mental. ¿Qué pasaría si nuestras palabras no fueran solo símbolos, sino llaves? ¿Llaves que abren dimensiones o desatan realidades enteras? Damon no solo lo plantea, lo disecciona con bisturí quirúrgico y literatura de alto voltaje.

«La verdad se codifica en algoritmos. Y también la locura.»

Carter Damon no escribe para entretener. Escribe como quien lanza mensajes cifrados desde un satélite estropeado, esperando que alguien —quizá tú— los descifre antes de que sea tarde. En Oráculo hay ciencia, sí. Física cuántica, realidades alternativas, multiversos de andar por casa. Pero sobre todo hay vértigo, ese tipo de sensación que uno tiene cuando comprende que está al borde de algo demasiado grande para ser explicado con palabras comunes.

Como se detalla en esta fuente de referencia, Damon mezcla elementos reales con una habilidad casi criminal: investigaciones científicas, teorías sobre la conciencia, experimentos documentados, junto a ficciones retorcidas con aroma a conspiración gubernamental. Y por supuesto, todo ambientado con esa estética retro que parece salida de una cinta VHS de finales de los ochenta.

Cuando la ciencia se convierte en misticismo digital

¿Recuerdas esas películas en las que un científico descubría algo demasiado poderoso y acababa encerrado en un psiquiátrico? Pues algo así es lo que sientes leyendo este libro. Pero con la diferencia de que aquí el lector es el científico, y cada página te acerca un poco más a esa frontera donde el lenguaje se convierte en código fuente del universo.

«Oráculo» no solo es una historia, es una advertencia con sabor a cinta magnética, una distopía sin fecha exacta, como si ya estuviera ocurriendo y tú aún no lo hubieras notado. El propio nombre de la agencia —Delfos— es una elección brillante: nos recuerda que los antiguos oráculos no hablaban en términos racionales. Entregaban frases ambiguas, enigmáticas, que solo tenían sentido cuando el desastre ya se había producido.

¿Quién demonios es Carter Damon?

Aquí empieza otra novela dentro de la novela. Porque Carter Damon es un fantasma digital. Nadie sabe bien quién es, de dónde viene, ni si realmente existe más allá de sus perfiles de autor en Amazon. Y eso, en plena era de la sobreexposición, es una declaración de principios.

¿Es un guionista reconvertido en escritor digital? ¿Un científico frustrado? ¿Un profesor de física que, tras un experimento fallido, decidió contar la verdad en clave de ficción? La idea de que pueda ser un viajero en el tiempo me resulta inquietantemente plausible. No lo digo en broma. Hay algo en su estilo, en la forma en que conecta ideas y plantea hipótesis, que suena a confesión. A testimonio.

Y esa ambigüedad lo convierte en parte del mito. De hecho, si no existiera, habría que inventarlo. Damon es como esos autores ocultistas de los setenta que firmaban con seudónimos y se carteaban con sociedades secretas. Solo que ahora, en lugar de tinta y papel, usa pantallas y enlaces Kindle.

El poder secreto de las palabras y la literatura que hackea la realidad

«Oráculo» no es para todos. Es para los que están dispuestos a mirar detrás del espejo y hacerse preguntas incómodas. Para quienes creen que el lenguaje no solo describe la realidad, sino que la programa. Porque si las palabras pueden destruirnos, también pueden reescribir el código. Y eso es exactamente lo que Damon parece insinuar entre líneas.

«Una palabra mal dicha puede arruinar una conversación. Una palabra prohibida puede desencadenar una guerra.»

El libro juega con esta idea como un gato juega con un ratón: las palabras como armas, como portales, como maldiciones. ¿Y si los antiguos grimorios no fueran más que instrucciones mal traducidas para abrir realidades paralelas? ¿Y si el verdadero secreto del universo fuera lingüístico?

Ciencia ficción, retrofuturismo y paranoia bien justificada

Como editor y buscador de rarezas, he aprendido que la mejor ciencia ficción no es la que predice el futuro, sino la que lo hackea. Y Damon lo hace con una precisión quirúrgica, disfrazando sus ideas más inquietantes con tramas que podrían ser de espionaje, de suspense psicológico o de pura literatura de ciencia experimental.

Este libro no solo se lee, se descifra. Y si tienes el valor de entrar en su lógica retorcida, es probable que salgas distinto. Con más dudas. Y también con más preguntas.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

Un autor que juega con el tiempo… y contigo

Hay escritores que escriben para que los aplaudan. Otros para que los entiendan. Carter Damon, en cambio, escribe para que dudes de todo. Incluso de ti mismo. Y eso es, en los tiempos que corren, una forma de amor brutalmente honesta.

En un mundo de certezas baratas y verdades prefabricadas, encontrarte con alguien que te dice: “No sé si esto es real, pero si lo fuera… ¿qué harías tú?”, es un acto casi de rebeldía. Y esa rebeldía es vintage. Es futurista. Es necesaria.

«El futuro está escrito en clave. Solo los locos sabrán descifrarlo.»


¿Y tú? ¿Ya leíste a Carter Damon?

Si alguna vez pensaste que la realidad es un mal chiste contado por una inteligencia artificial con mala leche, probablemente estás listo para entrar en el universo de Damon. Puedes hacerlo desde aquí: Carter Damon en Amazon o adentrándote directamente en su novela más inquietante, Oráculo.

¿Y si esta novela fuera algo más que ficción? ¿Y si ya estás dentro sin saberlo? ¿Te atreves a descubrir cuál es esa palabra?

¿Es FICCIONES el primer metaverso literario de la historia?

¿Es FICCIONES el primer metaverso literario de la historia? FICCIONES anticipa la era de la IA con precisión inquietante

Estamos en julio de 2025, en algún rincón iluminado por pantallas y cubierto por polvo de libros viejos. 📚💻

Releo FICCIONES, el clásico indomable de JORGE LUIS BORGES, y me asalta una certeza tan absurda como clara: esto no es literatura fantástica.

Esto es una predicción camuflada, un oráculo elegante disfrazado de relato.

FICCIONES no es un libro. Es un espejo de mundos posibles, una trampa para el tiempo, un universo que se escribe solo y se reescribe con cada lector. Hay algo perturbador en descubrir que cada uno de estos cuentos, redactados hace más de ochenta años, parecen escritos hoy para hablarnos de simulaciones digitales, inteligencias artificiales, hiperrealidades, algoritmos, multiversos y espejismos informáticos. ¿Cómo lo hizo?

https://www.linkedin.com/pulse/cultura-y-simulacro-de-jean-baudrillard-anatom%C3%ADa-la-tapia-lobo-t2efe/

«FICCIONES no se lee, se descifra.«
«Borges no escribió cuentos, diseñó arquitecturas del futuro.«

La biblioteca infinita que ya existe

Empiezo por el cuento más famoso, La Biblioteca de Babel, y lo que me salta en la cara no es la imaginación desbocada, sino la visión precisa del Internet y los modelos de lenguaje artificial. Una biblioteca donde están todos los libros posibles, donde el orden es indistinguible del caos, y donde el principal problema no es la creación sino la búsqueda. ¿No es exactamente lo que hacemos cada vez que buscamos algo en Google o entrenamos a una IA con millones de textos?

Los investigadores Bottou y Schölkopf no dudan en señalarlo: los grandes modelos de lenguaje como ChatGPT son la materialización funcional de esa biblioteca borgiana. La diferencia es que ahora tenemos bibliotecarios digitales que filtran, seleccionan, sugieren. Pero la angustia sigue ahí: cómo saber si el texto que estamos leyendo es el verdadero, el correcto, el necesario.

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La idea de una inteligencia que selecciona significados dentro del infinito textual no es nueva. Borges ya la había descrito con precisión casi burlona, como si estuviera jugando a ser el padre secreto de la cyber-literatura.

El metaverso era argentino y de 1940

Ahora leo «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» como si fuera el manual fundacional del metaverso. Porque lo es. No exagero. Tlön es un mundo que no existe, pero que comienza a invadir la realidad porque los humanos creen en él, escriben sobre él, lo desean. No hay mejor resumen del metaverso: realidades virtuales que terminan condicionando al mundo físico.

Los objetos de Tlön aparecen por el poder de la voluntad. ¿No es esto lo que pasa con los deepfakes, los NFTs, los avatares digitales? Creamos realidades con código y memoria, y de repente esas realidades influyen en cómo vivimos, compramos, pensamos. Borges se adelantó a Baudrillard, a Meta, a Silicon Valley. Los metaversos de hoy son Tlön con diseño UX.

Y si eso no te da vértigo, piensa en esto: Borges imaginó Tlön como una conspiración filosófica gestada en las sombras por sabios ocultos. Exactamente como muchos creen que funciona la inteligencia artificial hoy. El relato se transforma así en una especie de documento confidencial sobre las estructuras invisibles del poder digital.

Pierre Menard y la autoría en la era de la IA

En Pierre Menard, autor del Quijote, un escritor del siglo XX reescribe el Don Quijote palabra por palabra, pero en un nuevo contexto. El texto es el mismo, pero el significado cambia por completo. Suena a experimento literario… hasta que lo conectamos con lo que hacen los modelos generativos actuales. Es exactamente eso.

Cuando pedimos a una IA que escriba “como Borges” o “como Shakespeare”, lo que obtenemos no es plagio: es un nuevo contexto para viejas palabras. ¿Quién es entonces el autor? Borges se anticipa a este dilema con una claridad escalofriante. Y lo hace sin tecnología, solo con pura lógica metafísica.

¿Importa que lo escriba una máquina si el efecto en el lector es el mismo? ¿O más inquietante aún: qué pasa si el lector ya no puede distinguir quién escribe qué? Borges ya estaba ahí, con su pluma de filo quirúrgico, décadas antes de que nos hiciéramos estas preguntas.

Laberintos temporales y multiversos retro

En El Jardín de los Senderos que se Bifurcan, Borges deja de ser escritor y se convierte en físico cuántico. Antes de Everett, antes de la teoría de los muchos mundos, ya estaba ahí el chino Ts’ui Pên diseñando una novela donde todas las posibilidades coexisten. El tiempo no como línea, sino como laberinto que se ramifica sin cesar.

Alberto Rojo, físico argentino, lo dijo mejor: Borges anticipa la interpretación cuántica de los multiversos. Cada decisión abre un universo paralelo. Y lo hace en un cuento de espionaje ambientado en un jardín literario, con referencias a la mística oriental y la filosofía occidental. Retro y futurista, simultáneamente.

Leer ese cuento es como abrir un agujero negro de papel. Las páginas se doblan, los tiempos se cruzan, los significados se replican. Y entonces te das cuenta: estás atrapado en un algoritmo escrito a mano.

La muerte y la brújula del algoritmo

Otro cuento, otra sorpresa. En La Muerte y la Brújula, Lönnrot, el detective, no investiga como un humano, sino como un software. No sigue pistas emocionales ni entrevistas, sino geometrías, símbolos, estructuras. Su método recuerda a los actuales sistemas de análisis predictivo: tomar datos inconexos y buscar patrones.

Pero Borges, siempre irónico, muestra también el peligro: el exceso de lógica puede llevar al abismo.

Lönnrot resuelve el enigma, pero al hacerlo se mete directo en la trampa. Igual que muchos algoritmos modernos que, al predecir demasiado bien, terminan reforzando errores sistémicos o sesgos ocultos.

«A veces, saber demasiado es la mejor manera de equivocarse.«

¿Ciberpunk? Borges ya lo había escrito

Muchos creen que William Gibson inventó el cyberpunk. Pero Gibson mismo lo ha dicho: sin Borges, Neuromancer no existiría. El Aleph —ese punto donde se ve todo el universo simultáneamente— es el padre conceptual del ciberespacio. Y también de Matrix. Y de cada universo digital donde la realidad es apenas una interfaz.

El cyberpunk es una estética que Borges no necesitó. Donde Gibson pone neón, Borges pone espejos. Donde otros meten hackers, él mete bibliotecarios, detectives, filósofos. Pero el fondo es el mismo: la frontera entre lo real y lo virtual ya no existe.

Soñados por otros: NPCs, ruinas y recursividad

En Las Ruinas Circulares, un hombre sueña a otro hombre hasta que lo hace real, y luego descubre que él mismo es producto del sueño de alguien más. Es el bucle perfecto de la simulación digital. NPCs soñando a NPCs, mundos dentro de mundos, ficciones dentro de ficciones.

Este cuento anticipa no solo los debates actuales sobre simulación, sino también una forma de entender el arte narrativo como estructura recursiva, donde no hay inicio ni final, sino capas de realidad que se reflejan unas a otras como en un caleidoscopio roto.

El estilo retro del futuro

Lo más increíble de todo es el estilo. Borges no necesitó palabras grandilocuentes. Su prosa es seca, clara, elegante, como si viniera del siglo XIX, pero sus ideas parecen recién salidas de un laboratorio de inteligencia artificial. Esa mezcla entre lo clásico y lo anticipado es lo que hace de FICCIONES un objeto literario mutante.

Su uso de referencias antiguas —la Cábala, los griegos, los árabes, los místicos— le da una textura retro que contrasta con sus obsesiones futuristas: máquinas mentales, simulaciones, multiversos. El resultado es una narrativa atemporal, una joya vintage del porvenir.

¿Y si todo esto ya estaba escrito?

Después de cada lectura de FICCIONES, me queda la sospecha: ¿y si Borges no imaginó estos mundos, sino que simplemente los encontró? ¿Y si sus cuentos no son ficción sino archivos secretos del tiempo por venir?

Quizá estamos habitando una de sus invenciones. Quizá nuestra realidad ya está escrita, palabra por palabra, en alguna edición perdida del libro. O peor aún: quizá somos personajes de un cuento que aún no termina.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
“Somos lo que recordamos, pero también lo que soñamos.” (Jorge Luis Borges)

¿Puede la literatura predecir el futuro?

FICCIONES no es solo literatura fantástica. Es ciencia especulativa sin gadgets, cyber-literatura sin pantallas, física cuántica narrada con símbolos. Borges nos dejó no cuentos, sino mapas. No relatos, sino llaves. Leerlo en 2025 es descubrir que el futuro ya estaba escrito… en pasado perfecto.

Y entonces surge la pregunta:
¿No será que toda la tecnología que creemos estar inventando es solo una relectura de Borges?
¿O quizás… él también fue un sueño de otro, más allá del tiempo, más allá del lenguaje?

Enlace a Borges y la inteligencia artificial
Enlace a análisis de Ficciones
Enlace a Borges y el metaverso
Enlace a Pierre Menard y la IA
Enlace a cyberpunk y Borges

BRIDA abre portales entre la luna retro y el futuro interior

¿Es BRIDA una guía mágica disfrazada de novela? BRIDA abre portales entre la luna retro y el futuro interior

Desde que descubrí BRIDA, entendí que la magia no es solo cosa de cuentos ✨
Es una llave. Una grieta. Un espejo que refleja todos los caminos posibles y, a veces, los imposibles también. La novela no solo se mete en lo místico con descaro, sino que lo hace sin pedir permiso, como quien baila descalzo sobre una biblioteca de física cuántica. En Brida, cada página vibra con energía femenina, con secretos antiguos que parecieran haber sido escritos en tinta lunar, y con una pregunta que sigue resonando en mi cabeza: ¿y si la magia fuera real, pero simplemente nos olvidamos de verla? Esa es la trampa brillante de Coelho. Y también su mayor hechizo.

La magia espiritual empieza con una duda que no se puede ignorar

Hay libros que te enseñan a pensar. Otros, a cuestionarlo todo. Pero Brida te enseña a mirar de nuevo, como si nunca hubieras visto la luna antes. Y de pronto, la ves ahí: redonda, viva, mirándote de vuelta. En esta novela mística, una joven irlandesa se adentra en una escuela secreta de saberes antiguos, pero lo curioso es que no se siente como una fantasía. Se siente como una memoria. Como si todos hubiéramos sido Brida alguna vez. O tal vez lo seamos aún, sin saberlo.

En mi caso, fue esa Tradición de la Luna lo que me desarmó. No era solo un ritual. Era una forma de escuchar. De quedarse callado cuando todo grita. De bailar con los ojos cerrados bajo el cielo, sin más razón que sentir. Esa espiritualidad femenina que vibra en las páginas no está hecha para salvar el mundo, sino para recordarnos que lo sagrado ya estaba aquí, justo debajo de nuestras prisas.

«La luna no guía a quien corre, sino a quien se detiene».

La magia espiritual de Brida no cae del cielo; sube desde la tierra, pasa por los pies, por la sangre, por el silencio. Y es ahí donde empieza la verdadera iniciación.

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Una historia retrofuturista disfrazada de cuento de brujas

Hay un momento —tan breve como un parpadeo, pero definitivo— en que Brida debe elegir. No entre el bien y el mal, ni siquiera entre lo correcto y lo incorrecto. Su dilema es mucho más punzante: debe elegir entre el amor y la sabiduría. Una pregunta que no tiene respuesta correcta, pero sí consecuencias paralelas.

Ahí fue cuando entendí que esta no era solo una novela de aprendizaje. Era un portal. Uno de esos universos paralelos donde cada decisión genera una realidad distinta. La física cuántica, con sus teorías sobre dimensiones múltiples y realidades ramificadas, se cuela de forma sutil pero constante en la narrativa. No como ciencia dura, sino como símbolo. Cada vez que Brida duda, el universo bifurca. Cada vez que escucha su intuición, una nueva versión de ella misma se manifiesta.

En este sentido, Coelho hace lo impensable: convierte una historia de brujas en un tratado esotérico retro sobre la naturaleza del tiempo, la conciencia y el destino. Y funciona. Porque en el fondo, todos queremos creer que las decisiones que no tomamos existen en algún lugar. Que la persona que no besamos, la carrera que no elegimos, el camino que dejamos pasar… siguen vivos, latiendo en otra dimensión.

«El destino no es un mapa, es un espejo con infinitos reflejos».

Rituales ancestrales que se visten de futuro interior

Me pregunté muchas veces si los rituales que aparecen en Brida son reales. ¿De verdad hay mujeres que se reúnen bajo la luna para danzar, invocar, recordar? Y la respuesta, para mi sorpresa, fue sí. No solo en el folclore celta, sino en tradiciones wiccanas, chamánicas y tribales que siguen vivas, aunque se disfracen con ropajes nuevos. Porque, al final, lo retro y lo ancestral tienen más puntos en común de lo que creemos.

La danza como meditación activa, el silencio como canal, el círculo como espacio sagrado… Todo eso sobrevive en el mundo moderno, aunque ahora se mezcle con apps, cristales energéticos y playlist de cantos andinos. Lo interesante es cómo cada generación reinterpreta estos rituales ancestrales desde su propia estética. Hoy, hay quien invoca a la luna desde una azotea urbana, con luces de neón y conexión Wi-Fi. ¿Eso invalida la magia? Para nada. Quizá la potencia. Quizá la vuelve aún más necesaria.


Desarrollo personal, tarot y una biblioteca de sombras

Mientras más avanzaba en la novela, más me daba cuenta de que el camino de Brida era —en realidad— el de todos.

Y que sus conflictos son espejos retroiluminados de nuestras propias preguntas. ¿Elegir el amor o la soledad sabia? ¿Seguir la intuición o complacer lo esperado? ¿Creer en lo invisible o rendirse al cinismo?

Hoy en día, se habla mucho de desarrollo personal, pero rara vez se menciona su componente místico. Y sin embargo, ahí está. En el resurgir del tarot, de la astrología, de la meditación como camino de vida, no como técnica. Brida encaja perfecto en esta tendencia que mezcla lo retro con lo esotérico, lo interior con lo tecnológico. Porque ahora hay más personas que consultan su carta astral por Zoom que las que leen el horóscopo en papel. Y, sin embargo, la búsqueda es la misma: entender qué hay más allá del espejo.

En este sentido, la novela no solo anticipa una moda; la desnuda. La vuelve íntima, vibrante, peligrosa. Porque buscarse a uno mismo nunca es seguro. Ni cómodo. Ni predecible.


Coelho, ese loco sabio que escribe como quien lanza hechizos

Lo de Paulo Coelho no es escribir. Es invocar. No hay otra manera de explicarlo. En Brida, logra una alquimia extraña: mezcla la espiritualidad ancestral con conceptos científicos del futuro, como la teoría de almas gemelas conectadas por energía, casi como si fueran partículas entrelazadas en un experimento de laboratorio. Y lo mejor es que no lo justifica. No trata de convencer. Solo te muestra el portal y te deja ahí, mirando si te atreves a cruzar.

Esa idea de que todos tenemos una «Otra Parte» en algún rincón del universo me pareció tan poética como inquietante. Porque no es solo un recurso literario: es una propuesta metafísica. ¿Y si hay alguien que contiene todo lo que no somos, pero podríamos ser? ¿Y si esa persona no es otra persona, sino una versión de nosotros mismos en otro plano?

«La magia no es una ilusión, es un idioma que olvidamos».


BRIDA como mapa interior y faro lunar

Leer Brida fue como entrar en una habitación oscura y, en vez de buscar el interruptor, encender una vela. Es un libro que no grita respuestas, pero susurra preguntas que se quedan pegadas. Preguntas como: ¿y si la luna fuera un espejo? ¿y si los sueños fueran rutas alternativas hacia el destino? ¿y si la sabiduría no estuviera en los libros, sino en los silencios?

Lo que más me impactó no fue la magia, ni los rituales, ni siquiera los saltos entre dimensiones. Fue algo más sencillo, casi infantil: la certeza de que lo invisible existe. Que hay fuerzas que no se pueden medir con instrumentos, pero que se sienten en la piel. Que hay portales abiertos en cada mirada profunda, en cada abrazo que llega a destiempo, en cada decisión tomada desde el corazón.


Enlaces naturales que amplían el viaje místico

Si quieres adentrarte más en cómo la Tradición de la Luna actúa como puente entre mundos y activa estados de conciencia alterados, puedes explorarlo en esta investigación sobre cosmología lunar y multiversos. También resulta revelador cómo desde la física se empieza a considerar que, efectivamente, los universos paralelos podrían existir, abriendo la puerta a una convergencia entre ciencia y espiritualidad que Coelho anticipa con una naturalidad pasmosa. Y si aún dudas sobre la vigencia de los rituales descritos en la novela, este foro sobre sueños como realidades alternativas puede sacudir tus certezas.


¿Y si BRIDA no fuera ficción sino una advertencia disfrazada?

Quizá la pregunta no sea si la magia existe. Sino si estamos listos para volver a verla. Porque puede que el futuro no esté hecho de pantallas y satélites, sino de danzas bajo la luna, decisiones que abren portales y libros que —como Brida— no se leen, se viven. ¿Y tú, ya has encontrado tu “Otra Parte”?

¿Lo que encontré bajo el sofá es el secreto retrofuturista de la literatura española?

¿Lo que encontré bajo el sofá es el secreto retrofuturista de la literatura española? Lo que encontré bajo el sofá es el botón de encendido para el cambio personal

Lo que encontré bajo el sofá no es solo una novela; es, lo confieso, una puerta giratoria hacia un mundo donde el polvo del pasado se mezcla con la electricidad de lo que aún está por suceder. A veces pienso que el título en sí es una trampa, una invitación descarada a meter la mano donde nadie se atreve: debajo de esa alfombra existencial que todos barremos nuestros secretos. Hoy quiero contar por qué esta historia, ambientada en el corazón de Toledo, tiene más de experimento cuántico y retro que de simple crónica emocional. Y aviso: lo que Eloy Moreno esconde bajo el sofá de su narrativa no es solo polvo y recuerdos, sino el manual de instrucciones para sobrevivir al futuro.

Sigo recordando la primera vez que abrí “Lo que encontré bajo el sofá” —puedes hacerte con él aquí, aunque aviso, hay riesgo de no volver a ser el mismo: Lo que encontré bajo el sofá en Amazon—. Fue un descubrimiento tan inesperado como encontrar una carta de amor entre las páginas de un diccionario.

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Sí, me topé con esa clase de literatura contemporánea que te obliga a mirar lo que has estado ignorando y, de paso, te lanza la pregunta incómoda: ¿estás preparado para desenterrar tus propios secretos? Porque aquí no se trata solo de personajes; aquí la ciudad, la memoria y el porvenir compiten por protagonismo.

“A veces, el polvo del pasado es lo único capaz de encender el futuro.”

Toledo retrofuturista: donde las piedras murmuran y WhatsApp vibra

La elección de Toledo como escenario no es ningún capricho estético. Es, en palabras de los más agudos críticos, el laboratorio perfecto para mezclar alquimia medieval y algoritmos contemporáneos.

Caminando por sus calles —esas mismas que Eloy Moreno recorre con la precisión de un relojero—, uno siente que cada esquina esconde una puerta a otra dimensión, donde la nostalgia del pasado se codea con la promesa de un futuro a estrenar.

Toledo, en esta novela, es mucho más que decorado: es un dispositivo narrativo, una inteligencia artificial disfrazada de ciudad imperial.

La atmósfera que crea Moreno es digna de mención en cualquier manual de tendencias literarias: la Toledo que describe respira a la vez historia y modernidad, leyendas y notificaciones, piedra antigua y luz de neón. Así, los secretos que acechan bajo los muebles adquieren un peso simbólico inesperado: son los datos ocultos en un disco duro emocional, esperando su oportunidad para reprogramar el presente.

Me detengo un momento para observar cómo la literatura española más puntera —según datos recientes del Ministerio de Cultura— tiende cada vez más a esta fusión de espacios históricos y tramas introspectivas. Hay algo de laboratorio experimental en esa apuesta: se trata de buscar nuevas identidades, nuevos “softwares” emocionales, en escenarios donde el tiempo parece haber olvidado avanzar.

Secretos, algoritmos y esa chispa futurista que activa la transformación

Pero no se trata solo de geografía. Eloy Moreno maneja la introspección como un ingeniero maneja un prototipo. Sus personajes, lejos de lanzarse a cruzadas tecnológicas, prefieren hurgar en las rendijas del alma, activar ese “botón de encendido” que todos llevamos integrado pero pocos se atreven a pulsar. Lo más retrofuturista de esta propuesta no son los escenarios, sino la promesa de que el verdadero cambio no vendrá de fuera, sino de ese rincón oculto bajo el sofá de cada uno.

Los secretos son aquí el verdadero motor: algoritmos de emociones ocultos, programados para activarse cuando menos lo esperamos. No es casualidad que los temas principales de la novela —cambio personal, autodescubrimiento, reflexión sobre el futuro— coincidan con las tendencias que dominan el mercado de los bestsellers españoles en la última década. Moreno intuye que el futuro de la literatura no es tecnológico, sino emocional. Lo futurista aquí es atreverse a mirar dentro.

“La única contraseña que desbloquea el futuro es el secreto que temes confesar.”

Eloy Moreno, el escritor que hackea emociones en tiempo real

Hay un refrán que dice: “Quien guarda, halla.” Y en las novelas de Eloy Moreno, lo que uno halla rara vez es lo que esperaba. Su narrativa no se lee, se ejecuta. Cada página funciona como un programa de autodescubrimiento, un “software del alma” diseñado para desmontar piezas y rearmar identidades. No estamos ante un simple escritor: estamos ante un hacker de emociones, un ingeniero de introspecciones.

¿No es esto lo más fascinante de la literatura contemporánea? En lugar de sobrecargar al lector con más información, ofrece algoritmos narrativos capaces de procesar lo que ya acumulamos: remordimientos, anhelos, pequeñas traiciones cotidianas, deseos de futuro. Moreno pertenece a esa casta de autores-programadores que no quieren que los leamos, sino que nos dejemos actualizar por sus historias.

Como bien apunta la crítica en Revista Esfinge, la novela juega con la ilusión de que podemos reescribir nuestra historia personal si somos capaces de enfrentarnos a lo que escondemos bajo el sofá: el miedo, la culpa, el amor no resuelto. Aquí cada secreto funciona como un archivo comprimido, esperando el clic que lo descomprima.

“El que mira bajo el sofá, arriesga su identidad, pero también gana el derecho a un futuro diferente.”

Novela introspectiva, crítica social y retrofuturismo sentimental

Hay quien cree que las novelas de introspección son ejercicios de ego, cuando en realidad son mapas para el autoconocimiento colectivo. “Lo que encontré bajo el sofá” trasciende la simple mirada al ombligo: es una crítica social envuelta en melancolía y humor. Porque, seamos sinceros, ¿quién no tiene un secreto que lo convierte, en algún rincón de su vida, en un personaje de ciencia ficción?

El retrato que ofrece Moreno es universal y atemporal: somos hijos de la memoria, pero también inventores de futuros posibles. El libro no solo habla de los personajes que deambulan por Toledo, sino de cualquiera que se atreva a cuestionar el guion de su propia existencia. Esa es la verdadera fuerza de la novela contemporánea: fusionar lo íntimo con lo social, lo retro con lo futurista, la nostalgia con la esperanza.

Las emociones —alegría, miedo, remordimiento, amor— son aquí el combustible de una transformación personal que desafía la gravedad del pasado. La novela no ofrece finales felices empaquetados, sino instrucciones para sobrevivir a la siguiente actualización del alma.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

El “botón de encendido” y la promesa de un futuro reescrito

Lo que hace único a Lo que encontré bajo el sofá es su función de manual de instrucciones para una época en plena mudanza. Eloy Moreno entiende que vivimos en el filo de dos mundos: uno que ya no funciona y otro que todavía está en beta. Sus personajes —tan humanos y tan anacrónicos como cualquiera de nosotros— exploran ese territorio incierto donde los secretos pueden ser trampas o mapas de navegación.

La ciudad de Toledo se convierte, página tras página, en una interfaz de realidad aumentada. Cada piedra, cada sombra, cada leyenda funciona como un archivo que solo puede ser abierto por quienes se atreven a mirar debajo de su propio sofá vital. Aquí el futuro no es una promesa abstracta, sino una posibilidad concreta, siempre y cuando nos atrevamos a pulsar el botón de encendido del cambio personal.

“No hay antivirus para el miedo, solo el coraje de actualizarse.”

“Toda gran transformación comienza en el lugar más insospechado: bajo el sofá.” (Anotación apócrifa encontrada en un margen de la novela)

¿Por qué “Lo que encontré bajo el sofá” es la novela retrofuturista imprescindible del momento?

He releído varias veces esta historia y siempre salgo con la misma sensación: aquí hay más que entretenimiento, hay una invitación a dejar de conformarse con una vida a medias. El libro es, en definitiva, un reto a reescribir nuestro propio software emocional. ¿Quién eres cuando nadie te mira? ¿Qué guardas bajo tu sofá que podría convertirte en alguien distinto? ¿Es posible que la literatura española esté inventando el futuro a base de mirar hacia atrás, escarbar entre las ruinas del pasado y reconstruir una identidad nueva, a medio camino entre la melancolía y la ciencia ficción?

En los tiempos que corren, el verdadero lujo es encontrar una novela que no solo entretenga, sino que actúe como una especie de “update” personal. “Lo que encontré bajo el sofá” es esa clase de libro: un artefacto retrofuturista que mezcla historias vintage, secretos ocultos, crítica social disfrazada y una invitación constante a la transformación. ¿Te atreves a mirar lo que has estado evitando? ¿O prefieres seguir sentado encima de tus propios algoritmos emocionales, esperando que el futuro se programe solo?

El sofá, como símbolo, nos recuerda que lo esencial casi siempre está escondido donde menos miramos. La literatura contemporánea española, de la mano de autores como Eloy Moreno, ha decidido que es hora de levantarlo y ver qué hay debajo. Lo que encuentres ahí, puede que no te guste. Pero si te atreves, quién sabe: igual descubres el manual de instrucciones de tu próximo yo.

“El futuro es el único pasado que aún podemos cambiar.”

VALLE DE LÁGRIMAS es una novela futurista disfrazada de túnica eclesiástica

¿Puede la crisis espiritual del siglo XIX explicar nuestra ansiedad actual? VALLE DE LÁGRIMAS es una novela futurista disfrazada de túnica eclesiástica

En el corazón de la Toscana, el alma humana viaja en el tiempo y llora. 🌒
Así comienza VALLE DE LÁGRIMAS, una novela que me atrapó como un espejo encantado: me vi reflejado en sus páginas, en sus suspiros, en sus silencios densos. No es solo una historia sobre vocaciones frustradas; es una mirada lúcida —y profundamente emocional— al desgarro humano de no saber quién se es ni hacia dónde se va. Una exploración retrofuturista del alma, vestida con ropajes del siglo XIX, pero con preguntas que nos revientan la conciencia hoy.

La novela de Lía Sayoni es un artefacto literario tan curioso como hipnótico. Lo primero que me deslumbró fue esa estructura en forma de abanico invertido, donde dos épocas se miran de reojo y se susurran secretos. Francesco Marchetti, el seminarista atrapado en 1813 entre la rigidez de su vocación religiosa y la brutal lucidez del amor prohibido, parece tener más en común con cualquier joven actual que con sus contemporáneos. Orazio Cipriani, el otro protagonista, también seminarista, pero en 1885, se convierte en el receptor de esta historia pasada —contada por un sacerdote anciano, el padre Mariano— y la reinterpreta desde una sensibilidad ya teñida por el desencanto moderno.

“El retrofuturismo emocional es más profundo que las máquinas voladoras”

«El futuro que el pasado soñó nunca fue inocente»
«Ser libre no es elegir, es no tener que mentir»

TODA LA INFORMACIÓN DE LA NOVELA Y MÁS DEL AUTOR AQUÍ

Lo más alucinante de Valle de Lágrimas es que no habla del futuro como una promesa tecnológica, sino como un anhelo emocional. Aquí no hay engranajes ni vapor, ni dirigibles cruzando cielos victorianos. No. Aquí el retrofuturismo no es mecánico, es espiritual. ¿Cómo se soñaba el alma en 1813? ¿Qué pensaba un joven sacerdote al mirar por la ventana y preguntarse si el deber era realmente su camino? Esas preguntas son las mismas que se hace cualquier persona atrapada en una rutina vacía o en un matrimonio sin amor, dos siglos después.

Lía Sayoni, en lugar de darnos una novela de época con trajes bien planchados y frases ampulosas, nos ofrece una experiencia de arqueología emocional. Su escritura no se preocupa por reconstruir con exactitud un convento o una biblioteca monástica. Se interesa más por reconstruir el temblor interno de quien está a punto de tomar una decisión que cambiará su vida para siempre. Y lo hace desde un presente que también es pasado. O desde un pasado que ya contenía todas las preguntas del presente. Qué más da: en Sayoni, el tiempo es un vestido reversible.

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El pasado que mira al futuro, el futuro que interroga al pasado

Uno de los hallazgos más poderosos del libro es su estructura de “espejo narrativo”. Es decir, la historia de Francesco no solo se cuenta como un flashback, sino que se convierte en un prisma a través del cual Orazio —sucesor espiritual, casi su sombra— se examina a sí mismo. Hay algo profundamente freudiano en esto, pero sin la frialdad del análisis. Esto es más bien una sesión de espiritismo emocional: un alma llama a otra a través del tiempo y le pregunta “¿te atreverás tú a vivir lo que yo no pude?”

Ese juego de simetrías narrativas genera una inquietud muy actual. ¿Qué parte de nuestras decisiones son realmente nuestras y cuántas provienen de relatos heredados, de miedos transmitidos, de anhelos ajenos que supimos camuflar como propios?

La vocación como grillete y como mapa

Lo de «crisis vocacional» suena a frase de catequesis, a homilía perdida en un domingo cualquiera. Pero aquí, bajo la lupa de Sayoni, se convierte en una bomba de profundidad. En el siglo XIX, decir «no quiero ser sacerdote» no era solo un cambio de rumbo: era traicionar a la familia, escupir sobre siglos de linaje, renunciar al único camino considerado digno. Y eso —aunque hoy no queramos admitirlo— sigue ocurriendo. Las vocaciones no siempre son religiosas, pero los grilletes sí lo son: trabajo, pareja, rol social, expectativa, deber.

«Valle de Lágrimas» muestra que las opciones de vida del pasado eran menos, pero más intensas. Y en esa intensidad está su fuerza narrativa. Hoy, con todos los caminos abiertos, la angustia ha mutado: de claustrofobia vital a vértigo existencial. Ya no estamos encerrados… pero no sabemos dónde ir. Esa libertad difusa, líquida, que se disfraza de posibilidad infinita, también encierra su propio valle de lágrimas.

La Toscana como territorio del alma

Nada es casual en esta novela. Ambientarla en Montepulciano, ese enclave suspendido entre colinas y siglos, no es un capricho turístico. Es una declaración estética y emocional. La Toscana es aquí un estado del alma, un lugar que existe en la geografía tanto como en la memoria. Sayoni lo sabe y lo exprime con sutileza: sus descripciones no abusan del decorado, sino que lo transforman en atmósfera. Uno no “ve” la Toscana de 1885, la respira. Sabe a madera húmeda, a incienso, a vino viejo y a secretos no confesados.

Como se relata en esta reseña, la autora no cae en la trampa del historicismo frío. Practica más bien lo que algunos llaman neorrealismo emocional histórico, una corriente literaria que valora la fidelidad afectiva más que la documental. No importa tanto si el seminario tenía cuatro o cinco ventanas, sino cómo se sentía un seminarista al mirar por ellas, preguntándose si había algo más allá de la sotana.

Una novela disfrazada de documento, un documento disfrazado de espejo

¿Y si toda esta historia no fuera una ficción? ¿Y si «Valle de Lágrimas» fuera en realidad una confesión en clave? Algo así como una carta encontrada en una celda antigua. Porque así se siente: como una verdad rescatada del polvo. La narrativa encajada —ese viejo recurso de historia contada dentro de otra— funciona aquí como cámara de eco. Cada decisión de Francesco resuena en el pecho de Orazio, y, de paso, en el nuestro.

Hay una belleza seca, casi mística, en el estilo narrativo de Sayoni. Sin barroquismos ni lamentos, su prosa avanza con el ritmo de quien ya ha llorado lo suficiente como para no necesitar explicar cada lágrima.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

El título, Valle de Lágrimas, no es solo una referencia bíblica. Es también un mapa emocional, una cartografía del alma humana cuando se enfrenta a ese silencio que sigue a la pregunta “¿y ahora qué hago con mi vida?”

Cuando lo vintage no es moda, sino necesidad

En una era en que los algoritmos nos dictan qué pensar y cómo amar, regresar a los dilemas de 1813 puede parecer exótico. Pero en realidad es profundamente terapéutico. Porque esas preguntas siguen ahí, agazapadas en nuestras decisiones diarias. Solo que ahora no tenemos a un padre Mariano que nos cuente una historia que nos salve. Por eso leer esta novela es casi un acto de fe: fe en que aún podemos aprender algo de lo que fuimos para entender lo que somos.

“Hay heridas que solo cicatrizan cuando las miras con ojos prestados del pasado”
“La vocación no es una respuesta, es una pregunta que no se rinde”

La novela de Sayoni, que puedes encontrar aquí, no se presenta como manifiesto ni tratado, sino como espejo. No impone respuestas, pero obliga a mirarse. Y en esa mirada a veces incómoda, a veces balsámica, reside su poder.

¿Y tú? ¿Qué harías si te contaras tu vida desde el futuro?

Tal vez por eso, cerrar el libro no significa terminarlo. Significa empezar a preguntarse si, como Francesco o como Orazio, estás viviendo la vida que otros eligieron para ti… o la que aún no te atreves a imaginar.

¿La NOVELA GRÁFICA ha superado a la literatura tradicional?

¿La NOVELA GRÁFICA ha superado a la literatura tradicional? El futuro de la cultura está dibujado en viñetas

La novela gráfica ha dejado de ser un rincón polvoriento en las estanterías de tiendas especializadas para convertirse, sin previo aviso, en una de las formas narrativas más poderosas, respetadas y versátiles del panorama artístico contemporáneo. Sí, la novela gráfica ha ganado terreno, y no poco, a golpe de tinta, papel y alma.

¿Quién iba a pensar que aquellas historietas tachadas de “infantiles” por profesores malhumorados y críticos literarios de ceño fruncido acabarían exhibidas en museos, citadas en tesis doctorales y premiadas con honores que antes solo se reservaban para autores con pipa y traje de tweed? Pues aquí estamos: el cómic ha dejado de pedir permiso para sentarse a la mesa de la alta cultura. Ahora no solo se sienta, sino que da conversación.

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Origen: Novela gráfica: actualidad, premios y tendencias en 2025

De la estantería marginal al podio académico

Recuerdo cuando hablar de cómics en voz alta te condenaba al ostracismo cultural. A mí me pasó más de una vez. Mientras otros citaban a Dostoyevski o a Virginia Woolf, yo andaba obsesionado con “Jimmy Corrigan” y “Persepolis”, como si aquello fuera un placer culpable. Pero eso cambió. Algo cambió, y no fue por capricho.

«La viñeta encontró su voz cuando nadie más escuchaba»

Chris Ware, Alison Bechdel, Emil Ferris, Riad Sattouf… No son solo autores. Son alquimistas de lo visual. Con sus obras lograron lo impensable: que una novela gráfica fuera más que entretenimiento, que doliera, que provocara, que pensara. Que se citara en universidades con la misma naturalidad que se lee a Kafka o a Joyce.

Las editoriales independientes, lejos de dormirse en los laureles de los superhéroes, apostaron por lo raro, lo íntimo, lo valiente. Empezaron a salir títulos que eran híbridos perfectos entre lo literario y lo estético. La autoficción y la memoria histórica se colaron como quien no quiere la cosa, hasta ocupar el centro del tablero.

Cuando el reconocimiento deja de ser una excepción

Una obra en asturiano ha ganado el Premio Alfonso Iglesias. “Mil Venecies”, dicen, es un prodigio onírico y visual. Y no solo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta: con naturalidad, con una riqueza de lenguaje que le planta cara a siglos de centralismo lingüístico. Es un premio que no solo reconoce a la obra, sino a todo un modo de entender la narrativa como un espejo personal y colectivo.

“En transición”, de Ana Penyas y Alberto Haller, ha decidido ponerle color y forma a uno de los capítulos más complejos de la historia española: la Transición. No con una lupa académica, sino con viñetas cargadas de fuerza emocional y crítica social. Aquí no se endulza nada. Aquí se cuenta lo que se calló.

Y si hablamos de novedades potentes, “Metal: La novela gráfica” no se anda con chiquitas. Redbook Ediciones ha reunido a dibujantes y cronistas para crear un monstruo híbrido entre cómic y archivo documental que recorre veinte subgéneros del metal. Como si Iron Maiden, Slayer y Nightwish se dieran la mano en un universo paralelo de papel y tinta.

«El cómic ya no se lee solo, se estudia, se analiza, se siente»

Diversidad gráfica, memoria visual

Uno de los milagros de la novela gráfica es que ha logrado convertirse en espejo múltiple de la sociedad. No hay una sola forma de narrar, ni una sola estética, ni una sola historia que se repita como fórmula. Aquí caben todas las voces, incluso las que siempre fueron silenciadas.

“Lo que más me gusta son los monstruos” no es solo una frase para camiseta gótica. Es una de las obras más deslumbrantes del género, un tratado de identidad y memoria en forma de libreta escolar y garabato con alma. Emil Ferris lo hizo sin pedir permiso, desde el margen, desde la enfermedad, desde lo imposible. ¿Y saben qué? Funcionó. Mejor que cualquier campaña editorial planeada con bisturí.

Y en paralelo, series como “Saga” o “Monstress” han demostrado que la fantasía no tiene por qué vivir en el sótano de la industria editorial. La ciencia ficción, tan despreciada por ciertos críticos, encontró en la novela gráfica un hogar donde florecer sin complejos.

Astiberri, Salamandra Graphic, Reservoir Books… Estas editoriales han entendido el pulso del tiempo. Han apostado por autores que no solo dibujan bien, sino que piensan, arriesgan, incomodan. Paco Roca, con su ya clásico “Arrugas”, ha enseñado a una generación entera que el envejecimiento puede y debe narrarse desde la belleza, la fragilidad y la dignidad.

Premios, lenguas y lenguajes

Ya no se trata solo de publicar cómics. Se trata de premiarlos, de analizarlos, de darles su lugar como categoría independiente. Ya no se mezclan con narrativa ilustrada o literatura infantil como si fueran lo mismo. Ya no se les relega al cajón de “otros”. Los certámenes, al fin, han empezado a entender que el lenguaje gráfico es un lenguaje completo. No necesita traductores. Se basta solo.

Y cuando además se conjuga con lenguas como el asturiano, el catalán, el euskera, el gallego… el resultado no solo es estético, sino culturalmente poderoso. Las novelas gráficas se convierten entonces en instrumentos vivos de una pluralidad olvidada.

«Las lenguas pequeñas también tienen historias grandes que contar»

Lo que viene dibujado no se borra

Plataformas digitales, autoedición, proyectos crossmedia… El futuro de la novela gráfica se expande en direcciones que ni los más visionarios del sector podrían haber imaginado. Ahora puedes leer una novela gráfica en papel, sí, pero también en apps, en formatos interactivos, con música, con realidad aumentada, con inteligencia artificial.

¿Qué vendrá después? ¿Cómics que se escriben solos? ¿Viñetas que reaccionan a tu estado de ánimo? No lo sé. Pero tampoco quiero saberlo. Prefiero que me sorprenda.

Lo importante, al final, no es la tecnología, sino el pulso humano detrás del dibujo. Esa necesidad de contar historias con una caligrafía emocional, con ritmo, con intención. Y ahí, el cómic, la novela gráfica, el arte secuencial —llámalo como quieras— sigue siendo uno de los lugares más fértiles para la imaginación.

«Las mejores historias no se escriben. Se dibujan»

¿Dónde están los límites?

El género sigue desafiando a la literatura tradicional, y también al arte. Porque es ambos, y ninguno. Es híbrido, anfibio, elástico. Puede ser un álbum de memorias, una crítica social afilada o una fantasía desbordante. Puede estar en una estantería de biblioteca o colgado de una pared de museo.

Y lo mejor es que no parece tener techo. Hay nuevas voces que cada año reconfiguran el mapa narrativo. Hay autores desconocidos que, desde su rincón del mundo, dibujan una historia que conmueve a miles. Hay festivales que ya no son ferias de “frikis”, sino celebraciones de talento puro.

¿Será este el siglo de la novela gráfica? ¿Veremos algún día que un Premio Nobel se conceda a una obra en viñetas? ¿Estamos, sin saberlo, en medio de un giro cultural irreversible?

Quién sabe. Pero si algo tengo claro, es que la próxima gran historia que me cambie la vida… no vendrá escrita en Times New Roman. Vendrá dibujada.


“La viñeta ya no es subcultura. Es cultura con mayúsculas”

“Hay más verdad en un cómic honesto que en cien editoriales”


«Cada trazo es memoria, cada viñeta es una herida que se cierra contando»

(Adaptación libre del refrán popular: “Quien canta, su mal espanta”)

“Leer un cómic es escuchar una voz que te dibuja por dentro”

(Inspirado en “El arte es la mentira que nos permite comprender la verdad”, de Picasso)


Si quieres conocer más sobre este fenómeno en expansión, puedes leer este análisis detallado sobre la consolidación y nuevas tendencias de la novela gráfica en el panorama cultural.

¿Y tú? ¿Sigues creyendo que las grandes historias solo se escriben con palabras?

¿Está KINDLE UNLIMITED matando la literatura sin darnos cuenta?

¿Está KINDLE UNLIMITED matando la literatura sin darnos cuenta? KINDLE UNLIMITED ya no es lo que parecía ser

Kindle Unlimited esconde un secreto incómodo que pocos quieren mirar de frente. ¿Lo sabías? Una frase mal colocada en una novela de fantasía lo cambió todo y desató una avalancha de sospechas sobre el futuro del libro en la era digital 📚🤖

La palabra clave es esta: confianza. Y la estamos perdiendo. Porque Kindle Unlimited, esa tierra prometida donde cualquier lector podía sumergirse entre millones de títulos y cualquier autor podía soñar con ser leído, se ha convertido en un campo minado de contenido automatizado, plagio encubierto y algoritmos ciegos. La literatura, ese refugio humano, está siendo asediada por su copia sintética.

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Todo estalló con un simple error. Pero no fue cualquier error. Fue una grieta en la pared que dejó pasar una luz brutal: la de la inteligencia artificial en libros, y lo que está haciendo con nosotros.

Origen: Can Kindle Unlimited Survive AI?

“Reescribe este pasaje al estilo de J. Bree”: el día que todo cambió

Lo vi primero en un foro literario. Un lector enfadado subía la captura de una página de Darkhollow Academy: Year 2, una novela de esas que en redes se venden solas, con portadas seductoras y promesas de dragones, sexo y oscuridad emocional. El problema no era la historia en sí. El problema era una frase metida sin querer en el manuscrito final: “Reescribí el pasaje para que se ajuste más al estilo de J. Bree…”.

No era una frase narrativa. Era un prompt. Una instrucción de IA.

Aquello no era un accidente cualquiera. Era la prueba de que el texto se había originado a partir de una máquina. Y peor aún: que esa máquina había sido alimentada con un estilo ajeno, ajeno y vivo, robado con guantes invisibles. Una especie de plagio literario emocional. No de ideas, sino de alma.

La autora, Lena McDonald, retiró el fragmento, actualizó el archivo, intentó borrar la pista. Pero el daño ya estaba hecho. Las redes —Reddit, Goodreads, TikTok— no perdonan. El escándalo voló como una chispa en un cuarto cerrado lleno de gas. Y Kindle Unlimited se convirtió en el escenario de un juicio colectivo.

“No sabemos si leemos a un humano o a un software”

Amazon, como siempre, actuó con esa mezcla de frialdad y torpeza que la caracteriza cuando algo escapa a sus cálculos. Impuso un límite de tres libros auto-publicados por día. ¿Tres? ¿Qué autor humano necesita publicar tres libros al día? Lo que para una IA es una caminata mañanera, para un ser humano es una carrera de ultramaratón.

Y claro, ahora hay una casilla para declarar si un libro ha sido creado con inteligencia artificial. Solo que esa información no la ves tú, lector, ni tú, autora honesta. Queda oculta. Bajo llave. En una especie de buzón que nadie puede abrir salvo los algoritmos.

«Los lectores están leyendo fantasmas, y no lo saben». Esa fue una de las frases más compartidas en TikTok después del escándalo. Y no les falta razón.

Porque esta vez, el problema no son solo los escritores perezosos. El problema es que las plataformas están diseñadas para premiar a quienes llenan más espacio, no a quienes ofrecen más sustancia. El algoritmo de Kindle Unlimited no distingue belleza de basura. Distingue volumen.

Y la IA puede generar volumen hasta el infinito.

Cuando BookTok impulsaba sueños reales

Lo más cruel de esta historia es que la auto-publicación era hasta hace poco una esperanza legítima. Mujeres sin agentes, escritores queer, autoras latinas o negras, personas que las editoriales ignoraban por no encajar en moldes caducos, encontraron en Kindle Unlimited un atajo al corazón del lector. Sin filtros. Sin excusas.

El subgénero del romantasy nació ahí. La alquimia entre romance e imaginación fantástica explotó en redes como BookTok y creó joyas inesperadas. Libros que, aunque imperfectos, estaban llenos de voz. De sangre. De verdad.

Pero ahora, esa selva viva se está llenando de clones sin alma. Libros generados por IA que simulan tensión, simulan pasión, simulan todo… pero no sienten nada. ¿Y qué hace el algoritmo? Premia esa producción incesante. Porque lo que importa no es si lloraste al escribirlo, sino cuántas páginas tiene.

La literatura era un río y la IA le echó hormigón encima.” Eso lo dijo una editora independiente con la que hablé hace poco. Y me estremeció la precisión.

Un negocio brillante… para los que no escriben

La perversión es aún más honda cuando uno revisa cómo se paga en Kindle Unlimited. El sistema recompensa por páginas leídas. Pero no mide intención, ni autenticidad, ni talento. Solo páginas.

Así nacen los trucos: libros que empiezan con un índice que salta al final para hacerte «leer» sin querer. Traducciones automáticas que inflan la longitud del texto. Capítulos repetidos que ni el lector más dormido notaría hasta el final.

¿Quién gana? Quien sepa automatizarlo. El contenido automatizado tiene nombre, pero no tiene alma. Su autor no escribe, diseña prompts. Y su única musa es el dinero.

¿Y lo ecológico? Bueno… una consulta a ChatGPT gasta diez veces más energía que una búsqueda de Google. Pero ¿a quién le importa eso si el libro generado se vende, aunque nadie lo recuerde?

Lo que estamos perdiendo

No se trata solo de proteger la profesión de autor o de exigir moralidad en una industria. Es más profundo. Estamos perdiendo nuestra capacidad de confiar.

Cuando compras un libro ahora, ¿sabes si lo escribió alguien que alguna vez lloró frente a una página en blanco? ¿O simplemente una secuencia de instrucciones sin alma?

El lector empieza a sospechar de todos. La autora honesta tiene que justificar que sí lo escribió ella misma. Y lo que era un ecosistema vibrante se vuelve un lodazal de dudas.

¿Será esto el final del sueño auto-publicado?

La paradoja de la tecnología que prometía libertad

La tecnología en literatura debería ser una aliada. Las herramientas de IA podrían ayudar con bloqueos creativos, mejorar diálogos, editar con precisión quirúrgica. Pero lo que debería ser un pincel se ha convertido en impresora en serie.

«No es la IA el problema, es cómo la estamos usando», dicen algunos. Yo no estoy seguro. Porque cuando das a una máquina el poder de fingir humanidad, el resultado no es arte: es un espejismo.

Y sí, el lector medio aún prefiere lo humano. Las estadísticas lo dicen: más tiempo de lectura, más interacción, más profundidad. Pero también lo inmediato es tentador. Y las plataformas no están educando al lector para distinguir, sino para consumir.

Kindle Unlimited, ¿tiene arreglo?

Podría tenerlo. Amazon tiene el poder, el dinero, la infraestructura. Pero ¿tiene la voluntad? Mientras los libros generados por IA sigan produciendo ingresos, ¿qué incentivo real existe para frenar esa avalancha?

Lo mínimo sería mostrar si un libro ha sido generado por IA. Crear un sistema de verificación para autores humanos. Recompensar no solo el volumen, sino la calidad. Pero eso requiere cambiar el modelo de negocio.

Y Amazon, hasta ahora, no ha mostrado prisa por hacerlo.

Los lectores aún tienen la última palabra

Por suerte, BookTok, Goodreads, los foros, siguen siendo trincheras donde el lector humano detecta el engaño. Un título sin alma puede colarse en los primeros puestos, pero no resiste una reseña honesta. No sobrevive al juicio de quien lee con el corazón.

Tal vez por eso aún no perdí del todo la fe.

Porque mientras exista alguien que subraya una frase porque lo conmovió, que relee un párrafo porque le dolió, que recomienda un libro porque lo cambió por dentro, entonces aún queda esperanza.

“La literatura no es lo que publicas. Es lo que dejas en otro.”

“Una máquina puede escribir una historia. Pero no puede haberla vivido.”
“El futuro del libro no es artificial. Es profundamente humano.”

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

“No se puede escribir sin heridas.” (Marguerite Duras)


KINDLE UNLIMITED está en un punto de inflexión. Y lo que hagamos ahora definirá el destino de la literatura digital.

¿Volveremos a confiar en la auto-publicación? ¿O será esta la era donde los fantasmas digitales sustituyen a los autores reales?

¿Estamos leyendo libros… o simplemente prompts bien camuflados?

Y lo más importante: ¿seguirá teniendo sentido escribir con el alma en un mundo donde lo que se premia es la cantidad?

La novela gráfica SIMPLICITY es tan aterradora como seductora

¿Te atreves a entrar en la SIMPLICIDAD? La novela gráfica SIMPLICITY es tan aterradora como seductora

La nueva novela gráfica SIMPLICITY es una bomba visual, una trampa sensorial, un misterio envolvente disfrazado de experimento social. Y por si fuera poco, lleva la firma de Mattie Lubchansky, esa mente deliciosa que ya nos voló la cabeza con Boys Weekend y que ahora, con más color, más rabia y más ternura, nos lanza al abismo emocional de una pregunta devastadora: ¿qué es más importante, la comunidad o el individuo?

El simple hecho de que este relato comience en un bosque con un culto y termine en una confrontación apocalíptica en las Zonas Periféricas ya debería ser suficiente. Pero no te vayas todavía, porque lo que ocurre entre esas dos orillas es una de las travesías más inquietantes, sexys y conmovedoras que se han dibujado en mucho tiempo. SIMPICITY, como sugiere su irónico título, es todo menos sencilla.

9780593701126

Origen: Simplicity by Mattie Lubchansky: 9780593701126 | PenguinRandomHouse.com: Books

Cuando la distopía tiene alma, y colores púrpura que gritan

Hace tiempo que los futuros sombríos dejaron de sorprenderme. Pantallas grises, ciudades en ruinas, héroes cínicos… ya sabes cómo va la cosa. Pero Simplicity me hizo tambalear. Tal vez porque no es un futuro distópico más, sino uno que se siente posible, reconocible, incómodamente cercano. La ciudad de Nueva York ya no es una metrópoli como la que conoces: es un Territorio Administrativo y de Seguridad, una muralla burocrática que intenta contener el caos tras la disolución formal de los Estados Unidos en 2041. Allí vive Lucius Pasternak, un académico meticuloso, tímido, encerrado tanto en su apartamento como en mismo.

El orden también puede ser una jaula disfrazada de rutina.

Lucius es trans, sí, pero eso no es lo que define esta historia. No hay lecciones ni sermones ni etiquetas de cartón. Hay humanidad. Hay cuerpos que respiran, que tiemblan, que se desean, que se contradicen. Y sobre todo, hay una fuerza narrativa que no necesita explicar su corazón para que lo sientas latiendo. Cuando Lucius acepta el encargo de estudiar a la comunidad de Simplicity, no va como explorador, sino como testigo de su propia transformación.

Un culto, una mujer fascinante y visiones demasiado reales

En Simplicity, una comunidad en apariencia tranquila se asienta sobre las ruinas de un antiguo campamento de verano, rodeada de árboles, rituales raros y silencio espeso. Allí conoce a Amity Crown-Shy, una mujer nacida en el culto, segura de misma, luminosa como el primer día de primavera. Amity no necesita imponerse: simplemente es. Y esa naturalidad se convierte en un espejo incómodo para Lucius, que hasta entonces había vivido más como una nota al pie que como un personaje principal.

Pero también hay oscuridad. Y no solo en los símbolos extraños que marcan las paredes del complejo, sino en los sueños y alucinaciones que acechan a Lucius. Una criatura llamada “La Lamentación” aparece entre los árboles, hermosa y monstruosa, como si las pesadillas de David Cronenberg hubieran leído poesía antes de salir a cazar. Y cuando los miembros de la comunidad comienzan a desaparecer, Lucius y Amity se ven obligados a entrar en un bosque que es tanto físico como mental: las Zonas Periféricas, hogar de ricos aislacionistas, fanáticos libertarios y “cosas peores”.

A veces la amenaza real no es la criatura que te observa, sino lo que estás dispuesto a ignorar para seguir sintiéndote seguro.”

Horror con propósito, sátira con ganas, color con alma

El arte de Lubchansky no solo ilustra. Hipnotiza. Te guía como un hilo de sangre en un pasillo blanco. En Simplicity, cada página está cargada de información oculta: el púrpura anuncia peligro, las cicatrices cuentan historias silenciadas, y la brutalidad no se disfraza con metáforas. Pero también hay humor, erotismo, humanidad. Y una ironía constante que convierte al lector en cómplice. Como si te guiñaran un ojo desde la sombra.

No es casual que autores como Charlie Jane Anders o Kristen Arnett hayan elogiado la obra como una joya. O que se compare su mirada con la de Ursula Le Guin. Mattie Lubchansky no dibuja para pasar el rato. Dibuja para abrir heridas que curan. Para contar lo que muchos sienten y pocos se atreven a decir.

Simplicity no es una distopía, es un espejo que todavía se empaña”

Lo más inquietante de esta novela gráfica es que, a pesar del horror, o tal vez gracias a él, nunca deja de preguntarte cosas. ¿Dónde estarías tú? ¿Huyendo o quedándote a luchar? ¿Te unirías a la causa o mirarías desde lejos mientras los demás arden? ¿Es el amor un refugio o una distracción? ¿Qué hacer cuando la única salida exige perder el control que tanto te ha costado construir?

Hay algo devastadoramente tierno en Lucius. En su forma de necesitar orden para no romperse. En cómo empieza como un observador y termina como un protagonista que arde, ama, grita, huye, regresa. Y en cómo el lector, sin darse cuenta, pasa de espectador a rehén emocional.

La gran belleza de lo monstruoso

A medida que la historia se adentra en sus capítulos más intensos, uno empieza a entender que Simplicity no trata realmente de monstruos. O no solo. Trata de decisiones. De cómo enfrentamos lo que nos da miedo. De si somos capaces de ver a los demás como algo más que decorado para nuestra narrativa personal. De si ser valiente es quedarse… o escapar.

Y todo esto contado con un arte que parece reírse del fin del mundo mientras lo dibuja con una precisión quirúrgica. Lubchansky se convierte aquí en una especie de Chamán de la distopía gráfica, con el mismo descaro que R. Crumb y la misma lucidez perturbadora de Philip K. Dick.

¿Estamos listos para lo que viene después de Simplicity?

Cuando cierres este libro, si es que puedes cerrarlo sin releer las últimas páginas una y otra vez, vas a quedarte con un zumbido en la cabeza. No un trauma. Más bien una especie de nostalgia por algo que no sabes si pasó o soñaste. Como un verano en el que fuiste feliz en secreto. O una conversación que cambió tu forma de ver el mundo sin que pudieras explicarlo.

No necesitas entender la verdad para saber que algo es real.”

Puede que Simplicity termine como empieza: con más preguntas que respuestas. Pero eso no es un defecto. Es un regalo. En un mercado saturado de respuestas fáciles, esta novela gráfica apuesta por el misterio, por el dolor que transforma, por la belleza que incomoda. Y, sobre todo, por la idea —tan antigua como poderosa— de que el verdadero enemigo no siempre está fuera, sino en la forma en que aprendimos a sobrevivir.


Lubchansky nos ofrece un viaje tan delirante como necesario”

Simplicity es una novela gráfica sobre el miedo… y lo que hay más allá”


La esperanza es lo que sigue cuando todo lo demás ha fallado.” (Octavia Butler)

La humanidad no se mide en promesas, sino en sacrificios.” (Refrán anónimo)


Simplicity es la respuesta incómoda a una pregunta que no sabías que te hacías

Una novela gráfica brutal, sensual y profundamente humana


¿Estás dispuesto a cruzar el umbral y descubrir qué queda de ti al otro lado?

¿La NOVELA GRÁFICA ha superado a la literatura tradicional?

La leyenda de Indira viaja al libro forum de valencia

¿Quién es Indira y por qué todos hablan de ella? El thriller circense que conquista Valencia tiene nombre propio.

La leyenda de Indira se desliza entre las manos con la misma precisión que un funambulista cruza el alambre. Es un equilibrio endiablado entre lo que fuimos y lo que aún nos atrevemos a imaginar. Y sí, se dirige —con su sombrero de copa, su maquillaje trágico y su secreto a cuestas— hacia el Libro Forum de Valencia. 🎪📚

Hay autores que no necesitan presentaciones formales porque su obra habla más alto que cualquier biografía. César del Rosal es uno de ellos. Su primera novela, Indira, una leyenda de promesas rotas, no solo ha incendiado la crítica y las redes, sino que ha abierto un surco nuevo en la narrativa española actual. Con una estética afilada y una sensibilidad que mezcla la ferocidad del punk con la elegancia del relato clásico, este escritor —nacido en plena transición cultural— ha devuelto al lector algo que creíamos perdido: el asombro.

Pero nada de esto sería posible sin una plataforma que entendiera el valor de lo diferente. Ahí es donde entra Caligrama, el sello que se ha convertido en el auténtico semillero de voces emergentes con pulso literario propio. Más que una editorial, es una pista de despegue. Y César, con su mezcla de riesgo y belleza, ha demostrado que apostar por lo audaz no solo es necesario, sino urgente.

César del Rosal Rubio ha hecho algo que no se ve todos los días: ha conseguido que una primera novela se cuele por la puerta grande del imaginario colectivo. «Indira, una leyenda de promesas rotas» no es solo un libro, es una carpa literaria que se planta en medio del páramo editorial español con la elegancia de los viejos circos nómadas. Y lo hace para quedarse.

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«No es solo una novela, es un hechizo que huele a serrín y a pólvora»

Hace tiempo que no me encontraba con una ópera prima que sonara tan afinada, tan afilada, tan… diferente. Hay novelas buenas, otras correctas, algunas pretenciosas, y luego están estas rarezas que aparecen sin previo aviso y te dejan boquiabierto, preguntándote en qué momento te convertiste también tú en uno de los personajes.

Porque «Indira» tiene eso: una extraña capacidad de absorción. Y no es por el argumento —que lo tiene, vaya si lo tiene— ni por el estilo, que mezcla el lirismo con el filo del cuchillo. Es por el alma. Esa cosa invisible que hace que una historia no sea solo una historia, sino una experiencia emocional, estética y sí, también filosófica.

El circo como espejo de lo humano

La novela se sitúa en 1882, en un circo itinerante que cruza el sur de Europa. No es un capricho decorativo, sino una elección quirúrgica: el circo como metáfora del alma humana, como espacio donde lo sagrado y lo grotesco conviven. Entre las jaulas de fieras, las carpas con olor a alquitrán y los aplausos de un público hambriento de espectáculo, se esconde algo más profundo. Un thriller que en realidad es una inmersión psicológica, una tragedia disfrazada de cuento, una familia rota por el silencio y el dolor.

«Indira», la protagonista, se mueve entre la luz de los focos y las sombras del pasado. Es una heroína a la antigua, pero con resonancias modernas. Alguien que no se deja encasillar ni por su tiempo ni por su género. Alguien que, como muchos de nosotros, busca la verdad en medio de una feria de espejos.

«El circo no es lo que ves, sino lo que imaginas cuando se apagan las luces»

La crítica lo ha dejado claro: este libro ha llegado para quedarse. Y si alguien tenía dudas, los Premios Caligrama 2024 se encargaron de despejarlas. Aunque el galardón fue para otro, «Indira» se alzó con una mención de honor y se convirtió en uno de los títulos más comentados en redes. Ahí es donde nació el fenómeno: en los perfiles de bookstagramers que la elevaron a categoría de culto, en los hilos de Twitter que diseccionaban sus capítulos como si fueran piezas de relojería. La magia estaba servida.

Caligrama, la pista donde se entrenan los futuros grandes

Y aquí entra en juego Caligrama, esa editorial que algunos aún miran por encima del hombro sin darse cuenta de que están asistiendo al nacimiento de una nueva constelación literaria. No es casual que autores que empezaron allí hayan terminado firmando con sellos como Grijalbo, Debate o Alfaguara. Es el síntoma de que el talento ya no espera el beneplácito de las editoriales de siempre. Y César del Rosal Rubio es el último ejemplo.

Durante los premios celebrados en Sevilla, compartió categoría con títulos sólidos como «El secreto del doctor francés» y «El Círculo Milenario II», lo que confirma su lugar en la primera división de las letras emergentes. Y aunque no se llevó el oro, su presencia entre los finalistas fue suficiente para disparar el interés de lectores, críticos y editores.

Valencia como escenario y augurio

El Libro Forum de Valencia, previsto para los días 4 y 5 de julio de 2025 en el Centro Comercial Gran Turia, no es una feria más. Es un experimento social y cultural, un punto de encuentro que bebe del humanismo y el espectáculo, de la palabra escrita y del cuerpo presente. Ahí estará César, presentando su criatura. Y no será una presentación cualquiera.

Porque cuando el autor de «Indira» suba al escenario, no lo hará solo: le acompañará un murmullo de lectores, una nube de expectativas, una promesa cumplida. Será un momento histórico para quienes hemos seguido esta historia desde sus inicios. Valencia no será solo ciudad anfitriona, será epicentro emocional, simbólico y narrativo.

Entre firmas de libros, concursos de microrrelatos y charlas con autores, el evento ofrecerá esa experiencia inmersiva que hoy tanto buscamos: una literatura viva, que no se encierra entre tapas duras, sino que salta a la pista como un domador de leones o una acróbata sin red.

«No hay red cuando se escribe desde las tripas»

Y eso es justo lo que ha hecho César del Rosal Rubio. No ha escrito una novela; ha escrito su manifiesto íntimo, su autobiografía emocional disfrazada de historia decimonónica. Y lo ha hecho con el pulso de quien ha vivido. Porque no lo olvidemos: este autor viene de la música, del escenario, del directo. Ha tocado con Noise Box y Toxic Boy, ha aprendido a respirar con el público y a entender que cada nota —o cada palabra— puede ser una declaración de amor o un puñal en la espalda.

Esa sensibilidad se nota en cada capítulo. El ritmo, la tensión, los silencios. Todo huele a backstage, a camerino con espejos rotos, a punk en la sangre y clasicismo en el alma. Porque César nació en 1977, el año en que se acabó la censura en el cine español y Alberti volvía del exilio. ¿Casualidad? No lo creo. Hay generaciones que nacen marcadas por la necesidad de decir lo que otros callaron. Y «Indira» lo dice todo.

El futuro ya está aquí y tiene forma de carpa

La verdadera sorpresa de esta historia no es el éxito, sino cómo se ha construido. Con honestidad, con trabajo, con una estética que bebe de lo retro pero se proyecta hacia el futuro. Porque eso es lo que hace esta novela: nos recuerda que el pasado no está muerto, solo está esperando a ser contado de otra forma.

«Indira» no viaja sola. Lleva consigo todo un imaginario, toda una visión de lo que puede ser la literatura en los próximos años. Una literatura que no teme mezclar géneros, que hibrida lo psicológico con lo fantástico, lo gótico con lo pop, lo íntimo con lo espectacular.

Así que sí: el 4 de julio en Valencia no será un día más. Será el día en que una novela —y un autor— salten al centro del escenario para recordarnos que la ficción aún puede conmovernos, sacudirnos y, sobre todo, hacernos soñar.


“El circo es el único lugar donde lo imposible se hace rutina”

“Indira no es una mujer, es un presagio”

“El thriller ha encontrado su carpa, y está en llamas”


“El arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo invisible.”

(Paul Klee)

“Cada circo es un pequeño universo. Y todo universo tiene su Dios y su demonio.”

(Aforismo atribuido a un domador anónimo del siglo XIX)


César del Rosal Rubio y su circo literario llegan al futuro

Caligrama se convierte en el trampolín del thriller híbrido


¿Será esta novela el inicio de una nueva forma de narrar? ¿O es solo un espejismo brillante bajo las luces de la carpa? ¿Puede el pasado contarnos algo nuevo sobre quiénes somos ahora? ¿Y qué más nos espera bajo la lona de este circo que apenas empieza a desplegarse? 🎪📖

¿Comic Con Colombia 2025 es la nueva Meca del entretenimiento geek?

¿Comic Con Colombia 2025 es la nueva Meca del entretenimiento geek? El futuro geek ya está aquí y vibra en Corferias

Comic Con Colombia 2025 no es una convención. Es un experimento emocional, una feria de vanidades tecnológicas, un carnaval interdimensional que mezcla el olor a plástico de figuras coleccionables con el zumbido casi místico de una impresora 3D echando humo. Y sí, me atrevo a decirlo: es el evento más futurista y delirantemente humano que he presenciado. 🤖🎭

La palabra clave aquí es Comic Con Colombia 2025. Porque esto no es una reunión de frikis: es la validación total de una forma de vida que combina el arte, el juego y la tecnología en una sola oración infinita.

“No estamos disfrazados, estamos evolucionando”

Al llegar a Corferias, lo primero que me sorprende no es la multitud, ni los disfraces que parecen sacados directamente del vestuario de «Blade Runner», ni siquiera la gigantesca pantalla que proyecta batallas galácticas. Lo que realmente me sacude es esa sensación en la nuca, ese hormigueo que te dice: algo importante está pasando. Aquí, entre capas de superhéroe y lentes de realidad aumentada, se está escribiendo el futuro de la cultura.

Y no, no exagero. Comic Con Colombia 2025 no es un simple evento, es un espejo del mundo que viene: participativo, digital, envolvente. Donde los espectadores ya no se conforman con mirar; quieren tocar, crear, vivir.

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Origen: Comic Con Colombia 2025 en Corferias: fechas, invitados y actividades clave

E-sports y 5G, el cóctel que electriza al público

La Arena Gaming no se parece a una zona de videojuegos. Se parece a un coliseo del siglo XXI, donde los nuevos gladiadores no luchan con espadas sino con joysticks, y donde la sangre es sustituida por píxeles. Los e-sports ya no son “esa cosa rara de los adolescentes” sino una industria que facturará miles de millones. Y en este ring digital, Colombia no se queda atrás: la red 5G se despliega como un escenario invisible, haciendo posible lo imposible.

Imaginen esto: juegos en la nube, con latencia de un milisegundo. La diferencia entre la derrota y la gloria en un parpadeo. Telefónica ha metido ficha fuerte aquí, y los jugadores —profesionales o no— lo saben. Lo sienten. Lo celebran.

Cosplay que respira, se ilumina y late

Hay algo profundamente hermoso y un poco inquietante en ver a Yaya Han desplegar su traje con luces programables. No es solo tela, ni gomaespuma. Es tecnología portátil, es arte cinético, es ciencia ficción hecha costura. Los cosplayers de hoy ya no solo visten a sus personajes: los encarnan. Con microcontroladores, circuitos, sensores. Algunos trajes responden al movimiento. Otros, a la música. ¿Quién dijo que el cosplay era solo manualidades?

Y mientras algunos puristas resoplan por la llegada de la IA al diseño de disfraces, otros ya la están abrazando con el entusiasmo de un niño abriendo su primera figura de acción. ¿Es trampa? ¿Es evolución? Da igual. El resultado es hipnótico.

“En el metaverso no hay filas, hay portales”

Caminar por Comic Con Colombia 2025 es como atravesar un túnel que desemboca directamente en el metaverso. Aquí, la realidad virtual no se exhibe: se vive. En los stands de Welme, los visitantes se meten literalmente dentro del contenido. Ya no hay «público» y «creador»: hay una sola entidad viva, pulsante, que respira al ritmo de la interacción.

Los mundos compartidos dejan de ser promesas. Son una realidad tangible, visible, audible. Una chica de 14 años diseña su avatar en tiempo real. Un adulto de 50 participa en una batalla galáctica con gafas de realidad aumentada. Generaciones distintas, códigos culturales opuestos, unidos por la experiencia inmersiva.

NFT: no es humo digital, es patrimonio geek

Recuerdo cuando los NFTs eran objeto de burla. Ahora, en esta convención, son piezas codiciadas. Cada entrada puede tokenizarse. Cada experiencia vivida puede convertirse en un recuerdo verificable, intransferible, eterno. Esto no es una figurita virtual: es la emoción encapsulada en código.

Las vitrinas físicas siguen ahí, claro, pero ahora compiten con galerías digitales que muestran ilustraciones animadas, archivos que evolucionan, cromos que cambian de forma con el tiempo. Una nueva forma de coleccionar que redefine el valor emocional y económico del objeto.

Inteligencia artificial: el curador que te conoce mejor que tu ex

Entre las más de 170 actividades académicas, algo pasa detrás del telón. Un algoritmo analiza tus intereses, tus pasos, tus gustos. Y te propone: “¿por qué no vas a ese panel sobre diseño retrofuturista?” No es casualidad. Es IA, es Big Data con alma de geek.

Las recomendaciones personalizadas ya no son un capricho. Son la forma natural de navegar en la sobredosis de opciones. Como un guía invisible que te lleva justo al lugar que aún no sabías que estabas buscando.

“Los hologramas no son magia, son logística avanzada”

Sí, Drake Bell está en el escenario. Y también lo está en el otro, a la misma hora. Y en otro más. ¿Cómo? La respuesta es holografía. Lo que hace unos años era el truco de una película, hoy es una herramienta logística real. Musion y ARHT Media están trayendo el futuro al presente.

No más límites físicos. No más horarios imposibles. Un solo artista, múltiples presencias. Una audiencia, miles de perspectivas. Los homenajes a “Ghostbusters” y “El Padrino” lo demuestran: podemos revivir el pasado sin desenterrar cadáveres.

Streaming 360°: la democratización geek

No todos pueden pagar el viaje a Bogotá. Pero todos pueden estar allí, de algún modo. El streaming en 360° con realidad virtual está rompiendo las barreras geográficas. Asistir a Comic Con Colombia 2025 ya no requiere cuerpo. Solo ganas y un buen visor.

Gracias a empresas como Tworeality, los ausentes se convierten en presentes. Y lo hacen con calidad 4K, sin cortes, con sonido inmersivo. La nostalgia ya no es “yo estuve ahí”, sino “yo lo viví como si estuviera”.

Robots en escena, drones en el cielo

El futuro del entretenimiento no está en Hollywood. Está en un dron que danza al ritmo de Mika Kobayashi. En un robot que toca la batería con precisión quirúrgica. En el Robot Restaurant japonés, reimaginado aquí, en vivo, con alma geek.

La robótica escénica no sustituye al humano. Lo potencia. Lo desafía. Lo acompaña. Porque, ¿quién no quiere ver una batalla épica entre un cantante y su doble mecánico? Spoiler: el robot tiene mejor ritmo.

Artist Alley y la nueva bohemia digital

El Artist Alley es mi lugar favorito. Siempre lo ha sido. Pero este año, algo ha cambiado. Las obras no son solo dibujos en papel. Son experiencias aumentadas. Apunto mi celular y el personaje se mueve. Me habla. Me guiña el ojo.

Los artistas ahora son también programadores, estrategas de blockchain, diseñadores de experiencias. Y, sin embargo, siguen siendo bohemios. Solo que su lienzo es un servidor y su tinta, un código.

“Lo digital no divide. Une generaciones”

Quizá lo más impactante no es la tecnología, sino lo que genera. En un rincón, un abuelo comparte con su nieta su amor por “Star Wars”. En otro, un adolescente ayuda a su madre a programar un casco con luces. Nadie se queda afuera. Porque lo digital, cuando es bien usado, no excluye: conecta.

La era del geek ha llegado… y no hay marcha atrás

Comic Con Colombia 2025 no es una moda pasajera. Es un manifiesto cultural. Una demostración tangible de que el entretenimiento no es ocio: es identidad, es memoria, es futuro.

Los 27.000 a 35.000 pesos que vale una entrada no pagan un show. Pagan un viaje. Una expedición al corazón de lo que somos como especie: soñadores compulsivos, creadores de universos, contadores de historias.

“El futuro no llegará. Ya está aquí. Y lleva máscara de Spider-Man.”

“Sueña como si fueras inmortal. Vive como si fueras un avatar.”

(Cita libre, inspirada en James Dean y algún gamer anónimo)

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)


¿Y tú? ¿Estás listo para cruzar el portal o seguirás viendo desde la ventana?

AMOR Y OTRAS PALABRAS te romperá en silencio y sin permiso

¿Puede el primer amor cambiar tu destino una década después? AMOR Y OTRAS PALABRAS te romperá en silencio y sin permiso

El primer amor nunca se va, solo cambia de sitio. Así comienza AMOR Y OTRAS PALABRAS, y así lo sentí yo también al abrir sus primeras páginas, como si una vieja canción sonara al fondo y una herida conocida se reabriera con ternura. 💔

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Lo que Christina Lauren (que en realidad son dos) hacen con esta historia es tan sencillo como devastador: te tienden una trampa de nostalgia, de inocencia perdida y de decisiones que jamás terminan de curarse. La palabra clave aquí es amor, sí, pero no uno de esos amores de postal o con final garantizado. Este es un amor que se pudre lentamente en el recuerdo, que duerme, pero no muere, y que espera —once años— para ver si todavía hay algo que salvar.

El amor de antes, ese que fue primero, siempre encuentra una grieta para colarse”.

Macy Sorensen vive en una especie de burbuja profesional y emocional. Médica residente, comprometida con un hombre correcto, estable, funcional… Tan funcional que casi da miedo. Pero todo eso se resquebraja cuando reaparece Elliot Petropoulos, su primer amor, el que lo fue todo, el que compartía con ella libros, susurros, silencios y la vida misma. El que no entendió por qué ella desapareció. El que tampoco pudo explicarse.

Lo que viene a continuación no es lo que parece. No es la típica historia de reencuentros edulcorados ni un cliché reciclado. Es una reconstrucción emocional a fuego lento, alternando capítulos del pasado y del presente, entre una adolescencia casi mágica y un presente lleno de preguntas sin responder. Porque, como pasa en la vida, lo que no se dice pesa más que lo que se grita.

La belleza de lo no dicho y la fragilidad del silencio

Hay palabras que se guardan para siempre, y otras que nos destruyen por no haberlas dicho”.

Christina Lauren juega con esa tensión como quien afila un cuchillo. Nos muestra a dos adolescentes que se convierten en uno solo entre las páginas de un libro, entre confesiones nocturnas y la calidez de una casa compartida a medias. Pero también nos muestra a dos adultos desconectados, que se han hecho extraños, con cicatrices que nadie quiso mirar muy de cerca.

Lo curioso es cómo logran mantener el ritmo emocional sin caer en trampas fáciles. Porque esto no es una historia de “y vivieron felices para siempre”. Es una historia de “vivieron… pero no siempre felices”, de “¿qué hubiera pasado si…?”, de “todavía duele, aunque no debería”.

Y duele. Duele mucho.


Un amor retro que sabe a futuro

El tono del libro es profundamente íntimo, pero también tiene ese aire retro de los grandes amores que ya no se escriben así. De los que implicaban leer juntos tumbados en el suelo, compartir playlists hechas con CD’s y hablar durante horas sin mirar el móvil. Una historia donde el amor era un descubrimiento, no un algoritmo.

Y ahí está la fuerza: en ese romanticismo sin artificio, sin marketing de Instagram, sin finales artificialmente perfectos. Aquí todo lo que se siente es de verdad. A veces incómodo, a veces imperfecto. Como cuando un reencuentro no es un nuevo comienzo, sino una súplica para que el pasado no te destruya del todo.

¿Vale la pena arriesgar todo por una historia inconclusa?

Hay personas que no vuelven… pero tampoco se van”.

Macy y Elliot son eso. Una pausa larga entre dos vidas, una herida compartida que pide ser cerrada. Pero también un espejo de todas las veces que nos traicionamos a nosotros mismos por miedo, por dolor, por comodidad.

En AMOR Y OTRAS PALABRAS, el tiempo no es un enemigo ni un aliado: es simplemente un testigo mudo que espera a ver si todavía queda algo por decir.

Y vaya si queda.


“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.”

(Proverbio tradicional)

“La vida no se mide por las veces que respiramos, sino por los momentos que nos dejan sin aliento.”

(Anónimo atribuido a múltiples autores)


El mejor momento para leerlo es cuando más miedo te dé hacerlo

Lo que más me sorprendió no fue la historia, sino lo que AMOR Y OTRAS PALABRAS me hizo sentir después de cerrarlo. Esa sensación de haber vuelto al pasado, de haberme reencontrado con una parte de mí que ya no recordaba. Me hizo pensar en esas personas que amé y no supe cómo, en las cartas que nunca envié y en las versiones de mí que enterré por miedo a no ser suficiente.

Y no fui la única.

Como bien dice una de las lectoras en Amazon:
“Es una historia de las que se cuece poco a poco. Bonita y muy bien escrita. De las que lees y paras para saborear lo que estás leyendo.”

Y otra más:
“Emoción es todo lo que expresa el libro en la construcción del pasado y futuro. Espero que quien lo lea sea con esperanza en el amor.”

No podría haberlo dicho mejor.


“Hay libros que se leen con los ojos, otros con el alma”

Este se lee con el alma. Porque no solo habla del amor, sino de la pérdida, del miedo, del arrepentimiento y de la belleza de no rendirse. Porque no siempre se trata de olvidar, sino de recordar sin que duela tanto. De perdonarse a uno mismo. De volver, aunque no se sepa cómo.

Puede que Macy y Elliot no te den todas las respuestas. Pero sí te dejarán con la sensación de que hay amores que no necesitan explicación. Solo necesitan tiempo. Y un poco de valor.


Amor y otras palabras es esa historia que llega tarde… pero llega justo cuando debe

¿Y tú?
¿Tienes también un amor que nunca se fue del todo?

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