¿Quién teme a la verdad de la historia de ESPAÑA? Disidencia Histórica es más que un libro es una batalla
La historia de ESPAÑA no es una serie de fechas polvorientas sino una herida abierta que aún sangra bajo el sol. Y es curioso, porque cuando uno lee Disidencia Histórica, no encuentra solo un manual ni un panfleto disfrazado de tesis; se topa con una especie de espada envuelta en letras. Un arma. Un grito. Un latigazo.
Capitán Bitcoin —que no es un seudónimo cualquiera, sino una declaración de guerra cultural— no escribe para que lo aplaudan en salones universitarios ni para que su nombre aparezca en la contraportada de suplementos literarios. Él escribe como quien lanza una botella al mar esperando que alguien, en algún rincón del mundo hispano, la recoja y entienda que España ha sido víctima de su propio relato mal contado. Que ha olvidado quién es. Que camina encorvada no por el peso de sus errores, sino por la deformación interesada de su memoria.
“España no fue un error. Fue un imperio que hablaba en verso.”
Eso es lo que parece susurrar cada página de este libro. Pero también grita. Porque el tono no es académico ni neutro: es directo, provocador, sin filtros ni anestesia. Disidencia Histórica no busca convencer con tacto. Busca despertar con sacudidas. Como cuando alguien te da una bofetada y, en lugar de molestarte, te das cuenta de que estabas dormido.
Cuando la historia se convierte en campo de batalla
Hace tiempo entendí que la historia no es lo que pasó, sino lo que se repite. Y lo que se repite, si no lo entiendes, te aplasta. Por eso este libro no se limita a contar cómo España llegó a ser lo que fue, sino a desmontar cuidadosamente lo que llaman “la Leyenda Negra”. Ese veneno goteado con precisión durante siglos, que logró que incluso los españoles se sintieran culpables por haber civilizado medio mundo.
Capitán Bitcoin se planta frente a ese relato con una seguridad que puede parecer insolente, pero que se agradece en estos tiempos de dudas suaves y verdades aguadas. Según él, la Leyenda Negra no solo fue una campaña difamatoria: fue una operación quirúrgica de propaganda, diseñada por intereses ajenos y mantenida por complejos internos. ¿Y cómo se cura eso? Con historia, sí. Pero también con orgullo. Con memoria. Con piel dura.
“La historia de España no es la de un país en decadencia, sino la de un gigante dormido.”
El pasado no se revisa, se desentierra
Hay un momento clave en el libro en que el autor se lanza a las profundidades de los orígenes de España. No con la frivolidad de quien recita romanos, visigodos o Reyes Católicos como si fueran cromos, sino con la intensidad de quien busca sentido a una identidad rota. Porque ese es el verdadero motor del texto: la reconstrucción de una dignidad nacional, piedra a piedra, hueso a hueso, mito a mito.
El análisis de la Conquista de América no es solo un capítulo, es un ajuste de cuentas. Lo que en los colegios muchos aprendimos como un error teñido de codicia, aquí se presenta como una gesta épica que merece su lugar en la historia universal. Pero también. Porque siempre hay un pero también. El autor no se limita a ensalzar, sino que propone. Reflexiona. Y pregunta, con ironía punzante: ¿por qué los franceses y británicos no cargan con la misma culpa, si sus imperios fueron aún más salvajes?
Y ahí se abre otra puerta: la del globalismo como nueva forma de amnesia, esa que hace que cada generación olvide un poco más de dónde viene. Que mire a sus abuelos con vergüenza en lugar de admiración. Que sienta que amar a su país es casi un pecado.
Entre banderas y pantallas, el futuro se escribe con pasado
Claro, no todo es arqueología emocional. Disidencia Histórica también mete el dedo en la llaga contemporánea. ¿Qué está pasando hoy con España? ¿Por qué parece desorientada, como un animal que ha perdido el rastro? El diagnóstico del autor es claro: el patriotismo se ha vuelto sospechoso, la historia se ha convertido en un campo minado y la identidad nacional en un terreno que nadie quiere pisar. Salvo él, claro. Que no solo lo pisa, sino que baila sobre él con botas de combate.
Su defensa del cristianismo como pilar cultural no es un sermón, sino un argumento afilado. No lo plantea desde el dogma, sino desde la evidencia: fue esa columna vertebral espiritual la que dio forma a una civilización. Negarlo es como arrancar las raíces de un árbol y esperar que florezca. Pero también —cómo no— señala los desafíos de esa misma tradición en el presente. Porque la fe, como la historia, no puede vivirse solo en pasado.
Y entonces, el libro da un giro más. Porque no se queda en la nostalgia. Propone. Lanza ideas. Confronta. Invita al lector no a leer, sino a reaccionar.
“España no necesita que la defiendan con discursos. Necesita que la vivan con coraje.”
No es nostalgia, es hambre de futuro
En cada línea se nota que el autor no escribe desde un despacho, sino desde una trinchera. Su trinchera. Esa en la que caben libros de historia, pero también tweets incendiarios y vídeos virales. Porque Disidencia Histórica es un libro, sí. Pero también es un manifiesto. Una llamada a la acción. Una alarma que suena en mitad de la noche para recordarte que lo que creías saber puede no ser cierto.
¿Y qué pasa si no estás de acuerdo con todo lo que dice? Mejor. Porque este libro no busca convertirte, sino sacudirte. Hacer que te preguntes. Que mires de nuevo los mapas, los nombres, las gestas, las derrotas. Y que quizás, solo quizás, descubras que detrás de esa historia llena de pliegues hay algo más que un pasado: hay un destino.
“El problema no es que olvidemos nuestra historia. Es que nos enseñaron a odiarla.”
“Disidencia Histórica” es para los que no aceptan la versión oficial
La Leyenda Negra no era un relato, era una estrategia
Algunas verdades duelen pero curan
El libro tiene alma de campaña y cuerpo de ensayo. Es ideal para quien siente que algo no cuadra en el relato oficial. Para quien se resiste a creer que España solo fue errores, sangre y atraso. Para quien intuye, con una mezcla de intuición y rebeldía, que quizás hay más que contar y mucho más que defender.
El estilo es crudo pero no falto de belleza. Hay frases que golpean, sí, pero otras que acarician con la dulzura de una historia contada en la penumbra de una taberna, al calor de un vino tinto. No hay listas ni fechas forzadas: hay relatos, imágenes, contextos. Hay pasión. Y una mirada que no teme decir lo que muchos susurran en privado.
¿Tiene sesgo? Por supuesto. ¿Y acaso existe alguna historia que no lo tenga? La diferencia aquí es que Capitán Bitcoin no lo disimula, lo asume con la misma franqueza con la que uno se pone una armadura. Esta es su versión. Su grito. Su verdad. Y eso, en tiempos de medias tintas, se agradece más de lo que parece.
¿Podrá España reconciliarse alguna vez con su propia historia?
Porque más allá del libro, la pregunta flota en el aire. ¿Es posible reconstruir una identidad cuando se ha vivido tanto tiempo negándola? ¿Puede una nación redescubrirse sin caer en la nostalgia ni en el delirio? Tal vez, como dice un viejo refrán, para saber a dónde vas, primero tienes que recordar quién eres.
Y en ese viaje, este libro no es una guía. Es una brújula que vibra cuando te acercas a lo que duele. A lo que importa. A lo que queda por contar.