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| Foto: http://clicker360.com/ |
Son muchos los que creen que unir libros y marketing resulta en detrimento de la calidad literaria. Sin embargo, no logran ser conscientes de que las editoriales son empresas, y que los libros hay que venderlos para que los autores, al menos, se animen a seguir escribiéndolos. Es muy necesario comprender esta realidad, si bien sabemos también, a ciencia cierta, que el mercado editorial no puede desprenderse de cierta imprimación romántica. Pero el marketing no tiene por qué considerarse una vulgaridad.
Las editoriales compiten en un medio en el que es imprescindible contemplar al marketing como un aliado. Y no es suficiente con las “típicas” presentaciones, ruedas de prensa, etc., son necesarias, cada vez en más medida, campañas estratégicas de marketing que promocionen a los libros y a sus autores. Los hábitos de lectura, y también los de escritura, están sufriendo una transformación histórica tras la irrupción del 2.0. Por ello el sector debe reflexionar profundamente acerca de cómo fomentar lectura y escritura en la situación actual.
Hay que familiarizarse y controlar los nuevos formatos: podcast, blogs, redes sociales, wikis, ebook, etc. Y en este nuevo contexto Internet es el principal desafío. El nuevo modelo de participación en la red ha de llevarnos a una revisión profunda de las estrategias de marketing. Y hay quién tiene ideas novedosas, como ofrecer el primer capítulo gratuitamente en MP3 y a través de las redes sociales, o debates amplios y participativos sobre obras literarias en la red, colaboraciones con Wikipedia ofreciendo artículos de diferentes autores y sus obras, o incluso la promoción en comunidades virtuales tales como Second Life, o en videojuegos.
Por último, incorporar estas herramientas en las campañas de marketing del mundo editorial requiere de los profesionales del sector una actitud más crítica frente a los agentes de comunicación tradicionales: prensa, radio y televisión. Hemos de ser conscientes que el nuevo paradigma producido en el mundo editorial obliga a las editoriales a adelantarse, a convertirse en investigadores sociales y a tener el olfato preciso para identificar las últimas tendencias.
