¿Quién controla el tiempo cuando los taquiones deciden atacar?

¿Quién controla el tiempo cuando los taquiones deciden atacar? Taquión El Arma y la amenaza que llegó del futuro

Los taquiones pueden viajar más rápido que la luz… pero no más rápido que el miedo. 🌀

Taquión El Arma no es solo un título seductor; es una advertencia disfrazada de ciencia ficción dura.

Lo que Brandon Q. Morris ha creado aquí no se puede medir solo en gigavatios ni en años luz. Esta novela no se contenta con lanzar naves al espacio o descubrir nuevas formas de vida. Va mucho más allá: se mete en la médula del tiempo, lo disloca, lo esculpe, lo convierte en un campo de batalla donde la realidad y la causa-efecto tienen un pie en el barro y el otro en el vacío.

Mi historia con esta obra no empezó con una sinopsis brillante ni con una reseña entusiasta en alguna página de ciencia ficción. Fue por error. Un clic torpe en la tienda digital, un título que parecía una mezcla entre partícula subatómica y thriller de espías, y un café demasiado cargado a medianoche. No esperaba nada. Pero cuando llegué a la segunda página y conocí a Tsai Yini, supe que estaba perdido.

La cronógrafa del Archivo Lunar y el susurro de los taquiones

218491002“El tiempo es una espiral, no una flecha”. Esta frase no la dice Morris, pero podría haber salido de la boca de Yini, esa cronógrafa que no solo custodia datos, sino también secretos que tiemblan bajo capas de luz artificial en el Gran Archivo de la Luna.

Ella no es la típica heroína de peinados imposibles y frases lapidarias. Es una mujer metódica, silenciosa, alguien que vive entre partículas que no deberían existir. Supervisa una red de comunicación taquiónica, esa tecnología que permite que la información llegue antes de que alguien siquiera haya decidido enviarla. Y un día, entre flujos de datos anodinos, le llega algo que no debería estar ahí: un mensaje clasificado, casi orgánico, casi vivo.

Ese dato proviene de un planeta remoto en el sistema Gliese, un mundo tropical que oculta vida inteligente primitiva, sí, pero también algo más: un artefacto. No se sabe si fue enterrado, sembrado, o simplemente cayó ahí como una semilla del abismo. Lo que se sabe es que transforma la química de quienes lo tocan. Lo que se teme es que esté vivo.

Yini, que nunca ha necesitado de emociones fuertes para sentirse viva, se encuentra de pronto en el centro de una tela de araña interplanetaria, donde los taquiones no solo transmiten mensajes… también transportan amenazas.

 

Un universo fracturado entre la nostalgia de Marte y el rencor de Titán

Hace tiempo, en un pasado que todavía duele, la Tierra destruyó su colonia en Marte. Nadie habla de eso en voz alta. Fue una purga. Un error. O tal vez una advertencia. Lo cierto es que de las cenizas surgió Neomars, una nueva entidad en Titán, con su propio idioma, sus propias leyes, y sobre todo, su propio rencor.

En este contexto, la guerra fría ya no es una metáfora, sino una posibilidad sólida como el hielo metano de Titán. Y los taquiones, esos mensajeros insomnes, podrían ser la arma definitiva si alguien lograra afinar su uso más allá de la comunicación.

Porque aquí está el truco: si puedes enviar mensajes al pasado, puedes mentirle al futuro.

La intriga se espesa cuando el astrobiólogo que descubrió el artefacto en Gliese, tras exponerse a su energía, comienza una transformación inquietante. Nadie sabe si sigue siendo humano cuando decide regresar a la Tierra. Pero Yini sospecha. Algo se ha liberado. Algo que no debería conocer la física, ni la genética, ni siquiera la lógica.

Talut Forest y la caída libre de la civilización vegetal

Y mientras en la Luna se manipulan taquiones y en Titán se conspira, en Terra Nova se trepa. Literalmente. Allí la vida se desarrolla sobre árboles de veinte kilómetros de altura, en una selva suspendida donde los hombres se comportan como hormigas locas buscando sentido.

Talut Forest, un leñador sin suerte ni rumbo, acepta participar en una misión suicida hacia la superficie, ese lugar mítico que nadie pisa porque nadie vuelve. Lo que encuentra allí no es solo el origen del artefacto, sino una batalla antigua, una guerra olvidada en la que la humanidad nunca fue protagonista… solo espectadora tardía.

“A veces lo más moderno es lo más primitivo disfrazado de futuro”

Talut no lucha por gloria ni por patria. Lucha porque ya no tiene nada más. Su descenso a lo desconocido es uno de los fragmentos más intensos de la novela, casi un descenso al infierno pero con lianas y esporas.

Claudio Pedramonte, el detective con la llave de la guerra

En esta danza de planetas, estaciones y artefactos, aparece Claudio Pedramonte. Lleva en su poder una pieza, un objeto que podría sellar la paz o encender el caos. Es detective, sí, pero también algo más: una figura trágica, un hombre que sabe que el poder siempre tiene un precio.

Claudio es la clase de personaje que arrastra pasados como quien arrastra cadáveres invisibles. Sus escenas son sobrias, cargadas de tensión, siempre al borde del colapso. Él no busca respuestas. Solo intenta sobrevivir a las preguntas.

El padre de Yini y los fantasmas que no envejecen

Y luego está el padre de Yini, ese espectro que ha cruzado cien años de vacío interestelar y que regresa sin envejecer, como si el tiempo le hubiera hecho una reverencia. ¿Qué sabe él que nadie más sabe? ¿Por qué los atacantes alienígenas parecen reconocerlo?

La novela no lo dice todo. Insinúa. Sugiere. Deja cabos sueltos con premeditación, como migas de pan en una selva de posibilidades.

Martin Neumaier, el joven que tocó el abismo

En “La misión Encélado”, la otra cara del universo de Morris, conocemos a Martin Neumaier, un muchacho con un nombre casi genérico y una vocación casi suicida: tocar el espacio. Desde pequeño, observaba sondas como otros observan trenes. Un día, se sube a una de ellas y no vuelve a ser el mismo.

Encélado, con su océano subterráneo, guarda una inteligencia que no habla pero que entiende. Y Martin, con su ingenuidad casi mística, se convierte en el primer humano en hacer contacto real. No con un monstruo. No con una máquina. Con algo que piensa diferente. Y quizá, con algo que ya nos conocía de antes.

¿Qué pasa cuando el arma eres tú?

A medida que la trilogía avanza, los personajes no solo cambian: mutan. Lo que empieza como ciencia ficción termina en algo más filosófico, más inquietante: una exploración del poder, de la evolución, de lo que pasa cuando el tiempo ya no obedece, sino que decide.

Brandon Q. Morris no escribe para los que quieren respuestas rápidas. Escribe para quienes sospechan que la realidad tiene más capas que una cebolla en un laboratorio cuántico.

“No es el futuro lo que nos asusta, sino que el pasado siga espiando”

“La distancia no es el problema. El problema es la memoria”

“El que controla el tiempo no necesita armas” (dicho popular de Marte Viejo)

¿Qué pasará si los taquiones ya decidieron por nosotros?

Hay novelas que se leen. Esta se descifra. Como un código. Como un aviso. Como un espejo deformado que nos muestra lo que podríamos ser si tuviéramos el valor… o el error… de ir demasiado lejos.

Y la pregunta que me queda no es si la humanidad sobrevivirá. Es quién la recordará si alguien cambia la historia desde el pasado.

¿Y si el futuro ya está escrito en un mensaje que aún no hemos recibido?

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