JOHNNY ZURI

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TRES LIBROS RECOMENDADOS PARA ESTE OTOÑO

El otoño es una época especial y la lectura parece como que nos apetece más. A mi me parece que hay lecturas y libros más indicados que otros que el otoño. Por eso voy a recomendarte tres que a mi, personalmente, me han gustado.

MANHATTAN CRAZY LOVE

El primero de ellos es «Manhattan crazy love«, de Cristina Prada. Este libro lo puedes encontrar disponible para descargarlo en iBooks para tu Mac y en otros dispositivos, o si lo prefieres, en formato físico en las librerías. Trata de Katie Conrad, una chica con muy mala suerte que se topa, en su nuevo trabajo con Donovan Brent, un hombre realmente odioso a la vez que atractivo. Parece que Donovan vive para torturarla. Katie le planta cara, pero las cosas no salen como ella quiere.

Él hace  del sexo algo increíble, loco y muy salvaje, y ella no sabe si es lo que quiere o no. ¿Cuentos de hadas? Manhattan Crazy Love es una historia de amor y sexo. Sí, ya se que es una de esas que se han puesto de moda tras el enorme éxito de las Grey, pero está bien, es entretenida, y en muchos aspectos supera a la mencionada.

Libros Gratis puedes encontrar también en webs como Megaepub. También los típicos «de bolsillo», que siempre han sido baratos y ahora más, y que nunca han sido tan fáciles de conseguir como ahora en forma online, en epub, etc.

LA TEMPLANZA

Voy con la segunda recomendación. Se trata de «La Templanza», de María Dueñas. Trata de un hombre, Mauro Larrea, que pierde toda su fortuna y ahogado por las deudas apuesta lo poco que le queda en una temeraria jugada.

Se le cruza en su camino la perturbadora Soledad Montalvo, que es la esposa de un marchante de vinos londinense, y le cambia la vida. Todo se desenvuelve entre México, la Habana colonial, las Antillas, el Jerez de la segunda mitad del XIX, y entre el comercio de vinos.

La Templanza es una novela de glorias y derrotas, minas de plata, intrigas familiares, viñas, bodegas y de el esplendor de las ciudades de aquella época. De la fuerza de una pasión. Uno de esos Libros Epub que puedes encontrar en los enlaces que te facilito.

EL MUNDO ILUMINADO

El siguiente es ‘El mundo iluminado’ de Ángeles Mastretta. Trata de los recuerdos que todos tenemos. Que nos acompañan a lo largo de la vida. ¿De nostalgias?  ‘El Mundo Iluminado’ es una recopilación de cuentos que parten de los recuerdos, enfocados en reconocer el arte. Cuentos que nos llevan a nuestros propios cuentos, que nos hacen recordar, volver a sentir, volver a oler, reencontrar colores, retroceder a los sentidos propios. Volver a vivir…

Tienes que leer ‘El Mundo Iluminado’. Son historias contadas por una mente repleta de recuerdos. Algunos casi desde el olvido. Todos desde el pasado más querido, más amado y más añorado. Leyendo ‘El Mundo Iluminado’, tendrás la certeza de que la felicidad existe, aunque ya no la esperes.

Y ya está, se acabó por hoy. Feliz fin de semana…

Originally posted 2016-04-25 07:02:41.

NOVELA – Los lugares secretos, de León Arsenal

LOS+LUGARES+SECRETOS
NOVELA – Los lugares secretos, de León Arsenal

Vas a disfrutar leyendo este libro. Los lugares secretos, de León Arsenal es una novela de suspense que te mantiene en tensión, hace que no decaiga la atención y realmente «engancha». Nos muestra un Madrid que está ahí pero que no solemos ver y nos impulsa a descubrir determinados lugares a fin de cerciorarnos de que si son como se describen en el libro. Con referencias históricas amenas y muy interesantes. Con rigor y con seriedad nos informa. Los personajes están bien descritos y son creíbles.

Con un final no previsible, este primer acercamiento a León Arsenal me ha gustado. No te dejes engañar por el principio, que parece un tanto frío, enseguida te engancha. Un recorrido por monumentos, palacetes,  gárgolas, mansiones de aquel Madrid de los austrias. Un trhiller al estilo Hammett, sin comicidades. Personajes sin escrúpulos que quieren mantener su poder a toda costa. Y una joven periodista que busca  una explicación a la desaparición de sus amigos.

Originally posted 2016-04-23 19:00:05.

Premio literario Amazon 2025

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¿Por qué todos hablan de El despertar de la libélula? La novela romántica que incendia la calma del alma

Empecemos por lo más obvio: El despertar de la libélula no es un simple libro. Es un temblor suave, casi imperceptible al principio, que termina desmoronando las certezas del lector más templado. Desde la primera página, Elsa Jenner desafía a quien se atreva a cruzar su umbral narrativo, rompiendo incluso su propia tradición, esa que había seguido con disciplina en todas sus obras anteriores. Aquí, en esta historia cargada de emoción y renuncia, las normas quedan pulverizadas y el resultado es tan inquietante como hermoso. 🌿

Hace tiempo que me topé con esa primera línea que ha hecho correr ríos de tinta y de emoción: “Todas mis novelas acaban con una nota de autora; en este caso, la incluyo al inicio porque, al final de esta, no habrá nada más que añadir. Serás tú, querido lector, quien extraiga sus propias interpretaciones.” Esa frase no solo abría la puerta a la novela, sino que la desnudaba por completo. Y ahí, justo ahí, se inicia un viaje insólito, un acto de despojo literario tan puro como brutal.

Jenner no escribió pensando en nadie. Lo dice sin tapujos. Lo repite casi como una mantra: “Con este proyecto no espero nada. Porque no lo he escrito pensando en nadie.” Y, paradójicamente, esa indiferencia hacia el mercado o las expectativas externas es lo que ha convertido esta obra en una joya inesperada, en una de esas raras veces en que la literatura se siente libre, casi salvaje, indómita. Lo más curioso es que esa honestidad brutal ha sido premiada: El despertar de la libélula está en boca de todos y ha logrado colarse en listas de prestigio, incluso llegando a sonar en el ecosistema del Premio literario Amazon 2025. Qué ironía tan perfecta.

Pero también hay algo más. Algo que vibra bajo la superficie perfecta del texto. Porque esta novela no es solo más audaz, más valiente, más… digamos, humana que las anteriores. Es también más incómoda. Jenner se atrevió aquí a incomodar y lo hizo desde un lugar íntimo, casi doloroso. No hay moralejas ni lecciones masticadas. Solo fragmentos de vida, como esos cristales rotos en la playa que, a pesar de todo, siguen brillando.

Entre bicicletas y heridas abiertas

La historia transcurre en dos planos: pasado y presente. Es una estructura conocida, sí, pero Jenner consigue que lo familiar se sienta nuevo. En un lado, una adolescente vive un verano infinito, lleno de bicicletas al atardecer, cartas nunca enviadas y piel dorada por el sol. En el otro, años después, una mujer adulta atraviesa el espesor de un matrimonio en pausa y un deseo que se le ha enquistado como una espina. Dos voces que, en realidad, son una sola herida latiendo a diferentes ritmos.

¿Por qué todos hablan de El despertar de la libélula? La novela romántica que incendia la calma del alma
¿Por qué todos hablan de El despertar de la libélula? La novela romántica que incendia la calma del alma

Ahí reside uno de los mayores aciertos de esta obra: la forma en que la autora teje la ingenuidad con el cansancio, la ilusión con el escepticismo. Elsa Jenner, con su prosa fluida y certera, logra algo que muy pocos consiguen: hablar de lo cotidiano con tal precisión que lo convierte en algo casi sagrado. La nostalgia está ahí, claro. Pero bajo ese barniz melancólico se esconde un mapa emocional tan complejo como silencioso.

“Es una novela de amor, pero también de desamor, de deseo, de renuncia. Es la historia de quiénes fuimos cuando amamos por primera vez y de quiénes somos cuando ese amor nos encuentra de nuevo, rotos y reconstruidos.”

El amor como pregunta, nunca como respuesta

Hay un momento en el que la autora, en la nota de inicio suelta una frase demoledora: “He sentido que he dejado de ser yo y, al mismo tiempo, he sido más yo que nunca. ¿Tiene esto algún sentido?”. Y ahí está todo. Esa paradoja tan humana, esa sensación de perderse para encontrarse, de morir un poco para renacer con otra piel. La novela, como su título anticipa, es una metamorfosis en estado puro. Un viaje donde nadie sale indemne, pero todos salen transformados.

La comparación con una libélula no es gratuita. Este insecto, símbolo ancestral de cambio y autoconocimiento, es el hilo invisible que cose cada página. La protagonista no se reconstruye para volver a ser la de antes. No. Ella muda, se desprende, se convierte en otra. Una lección tan cruda como necesaria en un mundo que nos empuja constantemente a “ser mejores versiones” de lo mismo de siempre.

Y sí, El despertar de la libélula es una novela romántica, pero decir solo eso sería quedarse en la superficie. Aquí no hay héroes que rescatan ni finales garantizados. Hay amor, claro. Pero también hay dudas, deseo, traición y, sobre todo, una búsqueda desesperada de libertad. Es un libro que provoca porque se atreve a decir que el amor no siempre salva y que, a veces, lo más valiente es soltar.

Una voz que se arriesga a todo

Resulta curioso que Jenner haya decidido colocar su nota de autora al principio. Es un gesto simbólico, casi un acto de renuncia. Como si dijera: “Aquí tienes mi voz. Haz con ella lo que quieras.” Es una voz sin filtros, sin adornos. Una voz que se permite ser vulnerable y también brutal. Y esa voz ha sido la clave de su éxito inesperado. Porque aunque la autora no buscaba nada, lo encontró todo: lectores que han abrazado esta historia como si fuera un espejo de sus propias grietas.

Al final, lo que nos deja esta novela es un silencio cargado de posibilidades. Jenner no firma desde el final porque sabe que las historias de verdad nunca terminan. Y ahí estamos nosotros, los lectores, con el eco de sus palabras resonando en la cabeza, preguntándonos qué hacer ahora con ese vacío.

“No todas las historias necesitan un final feliz. Algunas solo necesitan ser contadas.”

La libélula y el espejo

A veces me pregunto qué es lo que hace que un libro se quede a vivir dentro de uno. No son las grandes frases ni los giros espectaculares. Es ese algo indefinible, esa sensación de haber sido tocado en un lugar donde no sabías que aún dolía. El despertar de la libélula logra eso. No lo explica todo porque sabe que la literatura no está para explicarlo todo. Está para acompañarte en el desconcierto. Para mirarte a los ojos y decirte: “No estás solo en esto.”

Y tal vez, solo tal vez, por eso este libro ha conseguido no solo emocionar, sino también ganar terreno en un panorama literario saturado. Porque en un mundo lleno de ruido, a veces lo que más necesitamos es un susurro.

El despertar de la libélula no es una novela para entender. Es una novela para sentir. Y a veces, esa es la única manera de despertar.

¿Te atreves tú también a cruzar ese umbral?

BRANDON Q. MORRIS y los astronautas que nunca despegaron

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¿Puede la ciencia ficción ser tan real que dé miedo? BRANDON Q. MORRIS y los astronautas que nunca despegaron

Descubrí a BRANDON Q. MORRIS una noche de insomnio y café frío, cuando buscaba historias que no olieran a magia sino a metal, hielo y radiación. 🔭 Algo que no solo me hablara del espacio, sino que me lo hiciera sentir en los huesos. Lo encontré —o mejor dicho, él me encontró— justo cuando me había cansado de las galaxias llenas de monstruos que rugen en vacío (que ni ruido hay, por cierto) y las naves que giran como si la física fuera un capricho. Con Morris, cada órbita, cada cálculo, cada partícula suspendida en la nada tiene un sentido, un peso, una explicación. Y eso lo cambia todo.

La ciencia ficción dura no es un género: es una forma de mirar el universo sin filtros de fantasía, pero con los ojos bien abiertos. Con Morris, cada historia parece arrancada de un informe confidencial de la NASA, pero con una sensibilidad que ningún técnico sabría plasmar. En novelas como The Enceladus Mission, por ejemplo, no estás leyendo sobre una expedición al espacio profundo: estás metido hasta el cuello en hielo extraterrestre, calculando cada molécula de oxígeno, revisando si el brazo robótico aún funciona después del último temblor en la nave. Y sí, si hay vida, la sentirás palpitar bajo tus botas.

El futuro no necesita magia, solo ganas de entenderlo.
“La ciencia no es fría; es un fuego que quema lento.”

Lo increíble de Morris es que no escribe como un novelista que aprendió de física, sino como un físico que aprendió a escribir bien. Y vaya si lo hace. Su formación científica no es una decoración, es la columna vertebral de cada página. En novelas como The Hole, cuando un agujero negro amenaza a la Tierra, no hay espacio para soluciones sacadas de un sombrero: todo lo que ocurre podría, en teoría, pasar. Es lo que los entendidos llaman realismo científico, y lo que los soñadores llamamos: “¿Y si esto no fuera ficción?”. Si quieres comprobarlo tú mismo, aquí puedes ver un adelanto visual que captura esa tensión cósmica.

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Cuando los astronautas se frustran y los físicos sueñan

Dicen que el peor destino de un astronauta es quedarse en tierra. Morris nunca lo ocultó: siempre soñó con salir disparado del planeta, pero la vida, que a veces parece diseñada por un guionista cruel, lo dejó con los pies en el suelo. Sin embargo, hay algo poderoso en los sueños frustrados. En vez de convertirse en lamento, en su caso se volvió narrativa. Sus personajes, esos exploradores obsesionados con ir más allá del límite, son alter egos evidentes. No son héroes con capas, son humanos que cargan con ecuaciones, miedo y esperanza.

Hay una escena, en uno de sus libros, donde el protagonista mira la Tierra desde una ventana ovalada de la nave. No dice nada. Solo la observa. Esa escena, sin diálogos rimbombantes ni música épica, te arranca el alma. Porque ahí está todo: la pequeñez, la belleza, el anhelo. Esa escena es Morris.

Y ojo, que su nostalgia no lo hace blando. Su ciencia ficción está llena de tecnología avanzada que no suena a cuento chino: sondas que atraviesan lunas congeladas, robots que perforan hielo a 200 grados bajo cero, motores que funcionan con impulsos que hoy apenas comprendemos. Es como leer el informe de una misión real… pero con alma.

En su saga sobre Encelado, por ejemplo, predice una serie de avances que, curiosamente, ya se están considerando. La NASA ha hablado del proyecto Enceladus Orbilander, y aunque aún es solo una posibilidad, se parece demasiado a la novela. Incluso hay propuestas como EAGLE, una misión robótica para perforar el hielo del satélite. ¿Casualidad? Tal vez. Pero yo prefiero pensar que Morris está un paso adelante del calendario.

Encelado, ese pequeño infierno blanco

No es casual que haya elegido Encelado como uno de sus escenarios más potentes. Ese satélite de Saturno, con su superficie blanca y su corazón líquido, guarda secretos que hacen salivar a cualquier astrobiólogo. Y Morris lo sabe. En su novela, la misión no es solo científica: es emocional. Cada paso en esa luna implica decisiones morales, dilemas humanos, miedo al fracaso. Porque al final, lo que Morris cuenta no son historias de exploración: son historias de personas al límite. Como si la dureza del hielo revelara, irónicamente, la verdadera ternura del alma humana.

Explorar no es llegar lejos, es entender mejor.

En su visión del futuro espacial, las cosas no explotan al menor contacto. No hay inteligencia artificial que lo resuelva todo ni alienígenas que hablen inglés perfecto. Lo que hay son errores de cálculo, decisiones difíciles, conflictos éticos y límites físicos. Y eso es lo que lo hace tan hipnótico. Cuando lees a Morris, no te sientes como un espectador, sino como parte del equipo. Estás dentro del módulo, sintiendo el zumbido del generador, esperando que la misión no se convierta en tumba.

¿Qué es la ciencia ficción dura y por qué debería importarte?

La ciencia ficción dura no busca entretener con fuegos artificiales. Busca provocar. Hacerte preguntas incómodas. Mostrarse cruda, plausible, casi inevitable. En ese sentido, Morris es uno de sus profetas. Sus libros tienen esa cualidad inquietante de lo que podría pasar. Si mañana descubrimos vida en Encelado, no sería extraño. Ya lo hemos leído. Si una misión de emergencia parte al espacio para salvar a la humanidad de un fenómeno astronómico, no será sorpresa. Morris ya lo contó. Pero también, si el fracaso llega, si los astronautas se ven forzados a elegir quién vive y quién muere, sabremos cómo se siente. Porque él ya lo escribió. Y duele.

Hay una belleza extraña en leer a alguien que no escribe para agradar, sino para mostrar. Leer a Morris es como mirar por la escotilla de una nave real: no todo es bonito, pero todo es fascinante.

Y si después de todo esto aún dudas, te invito a echar un vistazo a otra de sus joyas narrativas en este video exploratorio que sintetiza su obra.

Para los que quieren mirar al cielo y entender lo que ven

El futuro de la exploración del espacio profundo no será como en las películas. No habrá música épica ni planos lentos de naves brillantes. Será trabajo duro, decisiones imposibles y silencios eternos. Morris lo sabe. Y por eso escribe como escribe. Porque entiende que la verdadera épica no está en las explosiones, sino en la mirada de alguien que se atreve a avanzar un paso más, sabiendo que tal vez no haya vuelta atrás.

Como dijo Arthur C. Clarke, otro maestro del género:

“La única manera de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá, hacia lo imposible.”

“Brandon Q. Morris no predice el futuro, lo calcula.”
“La ficción se inventa. La ciencia ficción dura se deduce.”

¿Te atreves a mirar al universo sin cerrar los ojos? Porque eso es lo que te pide Morris. Que no sueñes sin pensar. Que no imagines sin aprender. Y sobre todo, que no dejes que la realidad te parezca aburrida. Porque el futuro ya está escrito, sí… pero en papel técnico, con fórmulas, con humanidad. Y eso, créeme, lo hace mucho más interesante.

¿Y tú? ¿Estás preparado para una historia donde el espacio no es fondo estrellado, sino escenario de verdades incómodas? ¿O seguirás buscando naves con gravedad artificial y alienígenas simpáticos?

Porque hay otro tipo de ciencia ficción. Una que no da respuestas fáciles. Una que huele a vacío. Y tiene la firma de BRANDON Q. MORRIS.

Las historias divertidas y entrañables ayudan a los jóvenes con su bienestar mental

 

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 20% de los niños y adolescentes a nivel mundial experimentan problemas de salud mental, como ansiedad, depresión y baja autoestima. Frente a estos desafíos, la lectura de novelas que presenten personajes entrañables y situaciones cómicas puede ser un recurso accesible y efectivo para ayudarles a gestionar sus emociones.

De hecho, un estudio reciente de la Reading Agency en el Reino Unido reveló que el 58% de los jóvenes que leen regularmente experimentan una mejora en su bienestar mental. Las historias que les permiten identificarse con personajes reales, pero llenos de humor y optimismo, son especialmente efectivas para generar un cambio positivo en su autoestima y su capacidad para manejar la tristeza o el desánimo.

Las novelas de Mercedes R. Cervantes, autora valenciana especializada en ficción juvenil y adulta, han demostrado ser una fuente de motivación y empoderamiento para miles de lectores, brindando no solo entretenimiento, sino también valiosas lecciones sobre cómo afrontar la vida con resiliencia y humor.

«La risa tiene un poder transformador y cuando se combina con situaciones de la vida real, se convierte en una forma de ver las dificultades desde otra perspectiva. Me siento afortunada de que mis libros hayan podido ofrecer algo de alivio y, sobre todo, esperanza a quienes más lo necesitan», afirma Cervantes.

A través de títulos como «Vida, amor, sueños y algo más» (2016 Ed. Sargantana) y «El impacto me cambió la vida» (2023 Nº1 Amazon), Cervantes ha logrado conectar con una audiencia que busca en la literatura más que una simple evasión: buscan historias que les ayuden a entender mejor sus propios desafíos y les ofrezcan herramientas para enfrentarlos.

Las novelas de Cervantes ofrecen a sus lectores personajes auténticos que, al igual que ellos, cometen errores, se enfrentan a la adversidad, pero siempre encuentran el valor para seguir adelante.

«Escribo con la intención de ofrecer a mis lectores una ventana de esperanza y fuerza. Mis personajes atraviesan situaciones complicadas, pero siempre encuentran una manera de salir adelante, y ese es el mensaje que quiero transmitir: todos tenemos la capacidad de superar los obstáculos que la vida nos presenta», concluye la autora.

Sobre Mercedes R. Cervantes

Mercedes R. Cervantes es autora de ficción juvenil y adulta, con títulos que han tocado a miles de lectores gracias a su combinación única de humor y drama. Sus novelas, “Vida, amor, sueños y algo más” (2016, Ed. Sargantana) que ha llegado a la 5ª edición y «El impacto me cambió la vida», que llegó a ser n.º 1 en Amazon, reflejan su pasión por contar historias que no solo hacen reír, sino que también ayudan a mejorar el bienestar emocional de sus lectores.

 

JAULA DE NEÓN: el laberinto futurista que nadie puede abandonar

¿Quién encendió la furia en la JAULA DE NEÓN. El laberinto futurista que nadie puede abandonar

JAULA DE NEÓN suena como un susurro eléctrico en mitad de la noche, como un faro retorcido que atrae no a los barcos, sino a las almas rotas. 🌃 Cuando escuché por primera vez ese nombre, sentí una punzada extraña en el estómago, como si alguien hubiese abierto una puerta prohibida en mi imaginación.

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Hace tiempo, cuando el mundo todavía parecía tener reglas claras, alguien me dijo que en las ciudades brillantes siempre acecha la sombra más densa. Y ahora lo sé: JAULA DE NEÓN no es solo una historia, es una advertencia disfrazada de thriller y ciencia ficción.

El corazón de esta jaula no late; zumba como un transformador desquiciado. Atlas, esa ciudad futurista de la que todo el mundo quiere escapar, pero que nadie logra abandonar, es el escenario donde X, nuestro protagonista expulsado y traicionado, intenta recuperar algo más valioso que su vida: su dignidad.

Pero también, ¿qué es la dignidad en un lugar donde la lealtad se alquila por horas y la traición se paga con ríos de sangre? «Atlas no es una ciudad, es un cuchillo brillante que nadie se atreve a soltar.»

Entrar en JAULA DE NEÓN es aceptar que la verdad importa menos que la supervivencia. Que los aliados más improbables pueden ser los carceleros más crueles. X, en su carrera contra el tiempo y contra sí mismo, no solo debe resolver un misterio que sacude los cimientos de la metrópolis; debe, sobre todo, despojarse de las últimas migajas de fe que le quedan.

Cuando se te arranca todo aquello en lo que creías, ¿qué queda? ¿Músculo, instinto, o simplemente rabia?

La ciudad de Atlas un personaje más en JAULA DE NEÓN

Atlas no es un simple telón de fondo. Es un personaje vivo, palpitante, que respira óxido y exhala luces parpadeantes. Cada esquina podría ser una trampa, cada mirada podría esconder un puñal. Como bien explica el propio Kian Noren en su manera de construir mundos, Atlas está más cerca de un depredador que de un hogar.

Me recuerda a aquellos viejos refranes: «Quien duerme con lobos, aprende a aullar.» Y vaya si X va a aprender.

La ambientación es puro ciberpunk, pero también, como los grandes clásicos del género, está cargada de esa tristeza hermosa que tienen las cosas condenadas. No hay utopías aquí. No hay redenciones fáciles. Solo calles mojadas, luces sucias y un futuro que es más una amenaza que una promesa.

El alma de la historia en JAULA DE NEÓN

¿Sabes qué me atrapó de JAULA DE NEÓN? No fue solo la acción trepidante, ni siquiera el misterio que se despliega como un abanico siniestro. Fue X. Fue ese tipo que, pese a estar roto en mil pedazos, aún se empeña en juntar las piezas, aunque se corte las manos en el proceso.

«La esperanza es un cuchillo que siempre corta al que lo empuña.» Esa es una frase que bien podría haber salido de los labios de X, mientras persigue verdades en una ciudad que se especializa en fabricar mentiras.

Cada decisión que toma lo acerca a su salvación, sí, pero también lo deforma. Cada paso que da es un paso más lejos del hombre que solía ser. La paradoja es deliciosa: para recuperar su vida, debe volverse alguien irreconocible.

Kian Noren el arquitecto de la jaula

Kian Noren no escribe para acariciarte el alma. Escribe para agitarla, para sacudirla como un árbol en medio de la tormenta. No habla de sí mismo en tercera persona, porque sabe que el artificio solo entorpece la conexión real entre autor y lector.

Cuando leí sus palabras directas —»Me gano la vida escribiendo novelas que hagan explotar tu cabeza»— supe que JAULA DE NEÓN no iba a ser una historia más. Y no lo es.

Noren se mueve con la misma soltura que un funambulista ciego, construyendo escenas que se sienten como latigazos, diálogos que chisporrotean y personajes que sangran verdad.

Y todo eso sin perder nunca de vista que la literatura, al final, debería ser una especie de magia. Una magia peligrosa, sí. Una que, como Atlas, te engulle antes de que puedas parpadear.

«La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.» (Proverbio tradicional)

El precio de la supervivencia en JAULA DE NEÓN

Volvamos a la pregunta esencial: ¿cuánto estás dispuesto a traicionar para seguir respirando? X tiene que enfrentarse a este dilema una y otra vez, hasta que sus respuestas dejan de parecer humanas.

El crimen y la mafia en Atlas no son aberraciones: son la norma. Aquí, el amor es una transacción, la amistad una apuesta suicida. La fuerza bruta manda, pero también, la astucia del desesperado.

En cada rincón de JAULA DE NEÓN late la amenaza silenciosa de convertirse en parte del engranaje que juraste destruir.

«En Atlas, el precio de un error no es la muerte. Es la pérdida del alma.»

¿Te atreves a entrar en la JAULA DE NEÓN?

Tal vez ahora mismo pienses que tú no caerías. Que tú conservarías tu integridad. Que tú encontrarías una salida digna.

Sí, claro.

Eso mismo pensaron todos los que ahora decoran las esquinas mugrientas de Atlas, convertidos en grafitis olvidados o en susurros apagados. X sabe que la ciudad no olvida ni perdona. Solo espera el momento adecuado para cobrarse lo que cree suyo.

Y la gran ironía es esta: cuanto más luchas contra Atlas, más te conviertes en uno de sus hijos bastardos.

¿Podrías tú resistirlo?

El rol clave de los libros de educación física y deportes en la formación integral

 

La lectura continúa siendo una herramienta central en el proceso educativo. No se trata únicamente de adquirir información, sino de desarrollar capacidades críticas y creativas que permitan enfrentar los desafíos actuales. En este contexto, cobra especial relevancia entender que mente y cuerpo deben desarrollarse de forma conjunta. Los libros, como recursos pedagógicos, cumplen un papel importante al facilitar tanto el aprendizaje intelectual como el desarrollo físico.

Los libros de educación física y deportes ofrecen contenidos fundamentales para quienes se forman en el ámbito del movimiento y la salud. No son simples manuales técnicos; son fuentes que permiten conocer disciplinas deportivas, anatomía, fisiología y estrategias para mantener una vida activa. Estos textos no sólo enriquecen el marco teórico, sino que también motivan la práctica y la aplicación de lo aprendido. Su versión digital ha ganado espacio por su accesibilidad, permitiendo consultar información desde cualquier lugar.

El avance tecnológico ha influido en la manera de aprender. Aplicaciones, plataformas y videos en línea complementan los contenidos tradicionales, haciendo del aprendizaje una experiencia más dinámica. Además, herramientas como relojes inteligentes o dispositivos de seguimiento físico permiten aplicar lo aprendido, monitorear el rendimiento y establecer objetivos, reforzando el compromiso con un estilo de vida activo. La combinación de textos y tecnología amplía las posibilidades para estudiantes, entrenadores y entusiastas del deporte.

Este tipo de materiales también tiene un impacto en la salud emocional. Actividades físicas constantes se relacionan con mejoras en el estado de ánimo, autoestima y estabilidad general. “Leer sobre atletas, entrenamientos y disciplinas puede convertirse en una fuente de motivación”, explican en Pila Teleña. Esta conexión entre teoría y práctica fomenta valores como la disciplina, el trabajo colaborativo y la resiliencia, herramientas útiles más allá del entorno deportivo.

Por otra parte, la variedad de títulos disponibles facilita que cada lector encuentre temas que se ajusten a sus objetivos. Desde guías sobre alimentación hasta entrenamientos específicos, los contenidos pueden personalizarse según intereses y necesidades. Esta oferta también invita a personas adultas a seguir aprendiendo, promoviendo una actitud activa y constante hacia el bienestar. La lectura se convierte, así, en un nexo entre el conocimiento y la acción.

Leer, aprender y aplicar se traduce en una vida más equilibrada. El desarrollo conjunto del cuerpo y la mente no solo mejora la salud, sino que también fortalece la formación integral. Promover este tipo de contenidos es apostar por generaciones que valoren el aprendizaje, el esfuerzo y el cuidado personal.

 

DIBUJANTES DE COMICS: Los mejores

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Mejores dibujantes de cómics. Empezamos una lista para rendir homenaje a los mejores dibujantes de comics y/o ilustradores de la historia.

Los mejores ilustradores y dibujantes de cómics

Cabe recalcar que la selección de estos ilustradores y/o argumentistas de cómics es completamente subjetiva.

CÓMICS CALIENTES EN NOSOLOSEX

Los primeros noventa tuvieron una explosión en la popularidad del gótico. Este también es el caso en los cómics calientes, y especialmente en los cómics eróticos, al mismo tiempo y desde entonces.

En el cómic Erika nos encontramos con una protagonista que fue serializada en Eros Comix y más tarde también sería publicada por la editorial Dolmen, que reunió seis capítulos de la Colección Eros especializada en cómics eróticos. Erika, una atractiva adolescente gótica, se proclama a sí misma como la «novia de las tinieblas».

Olivier Coipel

Si tuviésemos que resaltar una de sus obras, sería Thor, si bien no ha dibujado todas y cada una de las etapas de este conocido superhéroe de Marvel.

Alan Moore

Ha llegado a ser clasificado como el «Mejor Escritor de Historietas de la Historia».

Stan Lee

Es el cocreador, al lado de dibujantes como Steve Ditko o bien Jack Kirby, de superhéroes de la talla de Los cuatro Fantásticos, Spider-Man, Hulk, Iron Man, Thor, Los Vengadores, Daredevil, Doctor Strange, X-Men y otros muchos personajes. Aún el día de hoy, los cómics Marvel se distinguen por llevar el «Stan Lee presenta» en los rótulos de presentación.

Frank Miller

Es uno de los autores más influyentes del cómic mundial de los años ochenta, conocido sobretodo por haber redefinido y también insuflado nueva vida a lo largo de los años ochenta a Daredevil y Batman, 2 personajes «urbanos» simbólicos de Marvel y DC, en los que ha trabajado reiteradamente durante años. A lo largo de los noventa se ha dedicado primordialmente a obras de creación propia entre aquéllas que resaltan la serie de género negro Sin City y el cómic épico de ambientación histórica trescientos.

Jack Kirby

Y si bien para muchos tal vez no se merezca este puesto, la verdad es que sus 4 Fantásticos son los mejores. 

En el canal Joe’s Channel nos dan una opinión personal sobre cuáles son los mejores artistas o dibujantes de comics.

¿Dónde se esconde el Árbol perdido del PARAÍSO?

¿Dónde se esconde el Árbol perdido del PARAÍSO? El mapa, el asesino y el secreto mejor guardado del Edén

El Árbol perdido del Paraíso no es solo una metáfora, ni una de esas fábulas moralistas que se lanzan al viento como panfletos de feria. Es un mapa, un viaje, una confesión y, sobre todo, una herida abierta en la historia. 🌿

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Hace tiempo me topé con un libro que parecía hablar de aventuras, pero que terminó por hablar de redención, obsesión, deseo, y esa mezcla tan humana de culpa y esperanza. Se llama El camino olvidado: 1493, y no es un título gratuito: este libro no recuerda el camino, lo abre como si fuera carne viva.

La palabra clave aquí es PARAÍSO, sí, en mayúsculas. Porque todo lo que ocurre gira en torno a su pérdida… y a su búsqueda imposible.

El mapa que sangraba en los dedos

Uno puede empezar en la Corte de Nápoles y terminar hundido en los manglares del Caribe, pero no se trata solo de cartografía. Lo que Goretti Irisarri y Jose Gil Romero han tejido con precisión quirúrgica es una de esas novelas que haría palidecer a Rider Haggard, pero también haría temblar a Joseph Conrad si se topase con el personaje de Fernando Corregidor.

Fernando, hombre de manos sucias y pasados turbios, es todo menos un héroe. Pero es real. Tan real que, a ratos, uno no sabe si acompañarlo o delatarlo. Es como ese tipo que se sienta a tu lado en la taberna y empieza a contar su historia con voz baja, hasta que te das cuenta de que estás dejando enfriar la sopa mientras él te arrastra con palabras a otro siglo.

Y no viaja solo. En su estela van fantasmas: la rebelde Daida, la astrónoma Hessa, el inquisidor Torquemada —ese nombre que huele a hoguera— y un antagonista que podría ser un reflejo oscuro de su propia alma: Conrado Racú, buscador del Árbol del Conocimiento, enemigo con ojos de espejo.

“Todo mapa es una promesa de traición”, me repetía mientras leía. Porque en esta novela, los mapas no indican caminos. Insinúan destinos.

“El Paraíso está donde empieza el miedo”

Podrías pensar que se trata de otra novela histórica bien documentada, de esas que pulen los detalles con esmero y se olvidan del alma. Pero no. Aquí la documentación se disuelve como sal en la sangre. Sientes el vaivén del barco, hueles el sudor de los marineros, escuchas los gritos de los caniba. Y aún así, lo más aterrador no está fuera, sino dentro.

Cuando Fernando se embarca en el segundo viaje de Colón, uno cree estar en una crónica de navegación. Pero los monstruos que habitan los mapas antiguos —las serpientes marinas, los abismos que devoran barcos— son metáforas pálidas frente a los que se enredan en el alma.

Y entonces llega la pregunta inevitable: ¿qué es el Paraíso? ¿Un lugar con árboles mágicos? ¿Un Edén perdido entre las coordenadas y las leyendas? ¿O es simplemente la inocencia que perdimos cuando decidimos sobrevivir a toda costa?

Porque no es casual que haya querubines con espadas encendidas custodiando la entrada. No quieren evitar que entremos. Quieren impedir que recordemos.

El asesino que buscaba el perdón

Uno de los grandes logros de esta novela —y no lo digo a la ligera— es que Fernando Corregidor no busca un tesoro, busca su alma. Quiere encontrar el Árbol del Paraíso no para comérselo, sino para saber si aún puede tocarlo sin que se marchite. Y en esa búsqueda, lo que encuentra es una pregunta.

Me recordó a esos versos de Juan de la Cruz, cuando habla del “amado en el amado transformado”. Porque Fernando, en el fondo, es un místico sin sotana. Un asesino que se cansó de correr y ahora quiere saber si, detrás del horror, queda algo de belleza.

Y no es el único. Racú, su némesis, es tan fascinante que uno acaba deseando que gane. Porque cuando dos hombres buscan lo mismo desde extremos opuestos, la batalla no es por el objeto, sino por el significado.

“A veces, el pecado es lo único que nos mantiene humanos”, pensé al cerrar una de las páginas más intensas.

Ecos de salmos, pólvora y estrellas

Si has leído Las minas del rey Salomón, El corazón de las tinieblas o incluso La isla del tesoro, entenderás el eco. Pero El camino olvidado no imita: resucita. Y lo hace con la potencia de una escritura ágil, casi cinematográfica, y con un equilibrio envidiable entre la épica y la introspección.

Los autores saben cuándo pisar el acelerador —una emboscada, una tormenta, una lucha a cuchillo— y cuándo detenerse a contemplar el cielo estrellado desde la cubierta de un barco. Hay ritmo, sí, pero también hay alma.

Y hay verdad. De esa que no se puede copiar ni inventar: se siente. Como cuando una lectora decía que leía “con la respiración contenida y la mandíbula apretada”. Eso no se finge. Eso se logra escribiendo con sangre.

“Lo que uno busca puede estar más cerca de lo que uno cree”

La frase no es mía, sino de un lector entusiasta. Pero podría estar tatuada en el brazo de Fernando. Porque al final, este Camino olvidado no es solo un viaje al pasado. Es una reflexión sobre la memoria, la culpa, la redención y, sobre todo, la búsqueda desesperada de algo que justifique nuestra existencia.

Y eso, amigo lector, no caduca nunca. Ni aunque cambien los mapas.


“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

“Cuando quieras encontrar el paraíso, primero aprende a perderte.” (Aforismo antiguo)


Fernando no busca oro ni gloria. Busca el perdón en una tierra sin dioses.

El Paraíso no se encuentra en un mapa. Se descubre al mirarse al espejo.


¿Y tú? Si tuvieras el mapa en las manos, ¿te atreverías a seguir el camino? ¿O temerías convertirte en lo que Fernando ya fue? Porque quizás, solo quizás, el Paraíso no se perdió… sino que nos olvidó.

Explorar los libros del Studio Ghibli revela detalles únicos de sus producciones

 

Desde su fundación en 1985 por Hayao Miyazaki e Isao Takahata, Studio Ghibli se ha consolidado como una de las productoras de animación más influyentes de Japón. Su impacto trasciende el cine y se extiende a otros formatos, como publicaciones impresas que documentan el proceso creativo detrás de sus obras. Estos materiales ofrecen una vía adicional para acercarse a los contenidos desarrollados por el estudio, especialmente valorada por coleccionistas y seguidores de sus películas.

Los libros del Studio Ghibli permiten un recorrido detallado por los aspectos técnicos y narrativos que dieron forma a títulos como “Mi vecino Totoro”, “La princesa Mononoke” o “El viaje de Chihiro”. En estas publicaciones se presentan bocetos originales, storyboards, entrevistas con directores y diseñadores, así como análisis de escenas clave. Cada uno está repleto de ilustraciones, bocetos originales y storyboards que muestran cómo se desarrollaron estas historias desde la idea inicial hasta su forma final. Además, muchos incluyen entrevistas con los creadores y anécdotas que revelan secretos fascinantes sobre la producción de sus films.

Uno de los aspectos más buscados por los lectores es el acceso a contenido inédito. Algunos de estos libros incluyen materiales que no fueron incorporados en los productos finales: ideas descartadas, conceptos visuales alternativos y diseños que no llegaron a ser animados. Este tipo de documentación es valorado por quienes analizan la evolución de una obra desde su fase conceptual hasta su versión definitiva, así como por estudiantes y profesionales del sector audiovisual.

La elección de un volumen en particular depende de los intereses del lector. Quienes priorizan el desarrollo de personajes encontrarán libros enfocados en sus historias, rasgos y evolución a lo largo del relato. En cambio, otros se centran en la parte técnica, con énfasis en técnicas de animación, composición de escenas y guión gráfico. “También existen ediciones que combinan ambos enfoques y permiten una comprensión más completa de la producción cinematográfica del estudio”, explican en Tanuki Comics.

A nivel editorial, estas obras se destacan por la calidad de sus contenidos visuales y la claridad en la exposición de conceptos. Cada publicación está estructurada para facilitar el acceso a la información y permitir una lectura fluida, incluso para quienes no tienen experiencia previa en el ámbito de la animación. Algunos títulos están disponibles en varios idiomas, lo que amplía su alcance internacional y facilita su uso en contextos educativos o de investigación.

El interés por estos materiales se ha mantenido en crecimiento, en parte gracias a la vigencia de las películas y a la expansión de su distribución por plataformas digitales. A esto se suma la fidelidad de su audiencia, que busca profundizar su conocimiento sobre los valores, decisiones estéticas y narrativas presentes en las producciones. Temas como el respeto por la naturaleza, la convivencia o el esfuerzo individual son recurrentes en las películas, y también son abordados en los libros desde la mirada de sus creadores.

Además de su valor como fuente de información, estos libros tienen un lugar destacado en muchas bibliotecas personales. Los coleccionistas valoran ediciones especiales, tiradas limitadas o publicaciones con encuadernaciones particulares. Este interés ha dado lugar a una red de distribución específica, tanto en tiendas especializadas como a través de ferias y eventos dedicados al cómic o al cine de animación.

Más allá del consumo individual, estas publicaciones también fomentan espacios de intercambio. Es común que se utilicen en encuentros de fans, clubes de lectura o talleres vinculados al cine de animación. En estos contextos, los libros funcionan como herramientas para el análisis colectivo, el aprendizaje técnico o la difusión de la historia del estudio.

A través de estos libros, se mantiene vigente el interés por el trabajo detrás de cada película. Lejos de ser únicamente productos para fanáticos, constituyen un aporte documental sobre el proceso artístico y técnico en una de las productoras más reconocidas del cine japonés contemporáneo.

 

El encanto secreto del ROMANCE PARISINO en librerías con alma retro

¿Quién teme al ROMANCE PARISINO después de los cuarenta? El encanto secreto del ROMANCE PARISINO en librerías con alma retro

El ROMANCE PARISINO no empieza con un beso, sino con una maleta vieja y el corazón hecho trizas. 🧳💔

Hay algo en el aire de París que convierte los finales en comienzos. Lo descubrí una tarde cualquiera, cuando una novela cayó en mis manos como caen las cosas importantes: sin avisar. Cuando volvamos a vernos no era una historia más.

Era un mapa emocional de esos que no indican calles, sino heridas cicatrizadas, deseos oxidados y silencios que solo se entienden cuando uno camina por el boulevard del desamor con paso lento y una lista de errores por corregir. La palabra ROMANCE PARISINO brillaba desde la primera página, no como una promesa cursi, sino como una posibilidad honesta.

Y es que Isabelle, la protagonista, no tiene veinte años ni un cuerpo de Instagram. Tiene casi cuarenta, una maleta llena de dudas y un pasado que huele a despedida mal hecha. París no es su sueño de juventud: es su último recurso. Podría haber sido Berlín o Lisboa, pero el azar –ese viejo bromista con boina– la dejó en la ciudad de las luces. Y vaya si iluminó.

La nostalgia también tiene acento francés

La capital francesa no es solo una postal bonita. Es un espejo. Uno que no miente. Las ciudades, como las personas, tienen memoria, y París recuerda cada historia de amor, cada ruptura, cada lágrima que se secó en un café mientras sonaba un acordeón a lo lejos. Isabelle lo descubre pronto, al comenzar su nueva vida trabajando en una librería vintage frente al Jardín de Luxemburgo. Un lugar que huele a polvo dulce y tinta antigua. Un sitio donde el pasado no da miedo, sino consuelo.

Porque las librerías antiguas no son solo tiendas: son refugios con estanterías. Escenarios donde los personajes encuentran lo que no sabían que buscaban. En este caso, Isabelle encuentra algo mucho más valioso que un amante británico con pinta de Hugh Grant en versión otoñal: se encuentra a sí misma. El autodescubrimiento no llega con terapias carísimas ni frases de Paulo Coelho, sino con la naturalidad de los días en los que simplemente vuelves a respirar.

«A veces el único mapa que necesitamos es el olor a papel viejo.»

Entre París y Londres, una brújula emocional

Pero París, como todo lo hermoso, también cansa. Y la historia no se queda entre croissants y bulevares. Isabelle cruza el Canal de la Mancha hacia Londres, en busca de una verdad que aún no sabe que existe. Allí, el destino le lanza una moneda al aire: cara, un nuevo amor maduro; cruz, la certeza de que el amor no es un milagro, sino una construcción a dos manos, a veces torpe, pero profundamente real.

Lo que me fascinó de este relato no fue el qué, sino el cómo. Aquí el romance no aparece como un premio, sino como una consecuencia. No hay fuegos artificiales ni escenas de película de domingo. Lo que hay es humanidad. Cicatrices que no se ocultan, miedos que no desaparecen por arte de magia. Y aún así, Isabelle y su historia nos hacen creer que todavía es posible una nueva vida, una sin los filtros del amor perfecto.

«El amor verdadero no llega cuando estamos listos, sino cuando ya nos habíamos rendido.»

Literatura retro, narrativa femenina y otras maravillas

Hay algo muy europeo en todo esto. No solo en el escenario, sino en el tempo. Esa cadencia pausada, casi cinematográfica, que permite que los personajes piensen, se equivoquen, y sobre todo, cambien. La historia se enmarca dentro de una literatura retro con espíritu de café literario y vinilo raspado. Nada de diálogos frenéticos ni estructuras de best seller impaciente. Aquí hay espacio para la narrativa femenina en su mejor versión: íntima, valiente y con el alma a flor de piel.

Y por supuesto, no están solos. Marta, Léa y Thomas, los secundarios, son esa clase de amigos que uno querría tener en la vida real. No son perfectos, pero sí honestos. Le dan a la historia un tono de viaje emocional compartido, donde cada paso es un descubrimiento, y cada conversación, una pequeña revelación.

“Nunca es tarde para empezar a vivir como si ya supiéramos quiénes somos.”

Los nuevos relatos románticos parecen haberse dado cuenta de que hay vida después de los treinta. Y de los cuarenta. Y, por qué no, también después del primer divorcio, del segundo fracaso, de la tercera mudanza. Ya no se trata de príncipes ni de flechazos, sino de algo más valiente: amar sin necesidad de perderse. Las novelas con protagonistas mayores de 40 años han venido a recordarnos que la pasión no es monopolio de la juventud, y que el deseo no tiene fecha de caducidad.

“El corazón no entiende de décadas. Solo de latidos que valen la pena.”

En un tiempo donde todo parece ser ahora o nunca, estas historias nos invitan a algo más radical: esperar. A confiar en que el amor real no es un relámpago, sino una hoguera que se enciende con paciencia. Y si ese fuego arde en una librería antigua, con la torre Eiffel asomando por la ventana y un ejemplar gastado de Colette entre las manos, mejor aún.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

“No hay mejor equipaje que un alma ligera y una buena novela.” (Dicho viajero)

¿Qué escondemos entre las páginas de nuestros propios libros?

¿Y si el ROMANCE PARISINO no es un género, sino una forma de vivir?

A veces me pregunto si no estamos todos, en el fondo, buscando nuestra propia librería frente al Jardín de Luxemburgo. Un lugar donde los libros nos lean a nosotros. Donde cada viaje, cada ciudad, cada despedida, se convierta en una página nueva. ¿Y si el verdadero romance no es con otro, sino con la persona en la que nos estamos convirtiendo?

Tal vez París no cambie tu vida. Pero si te deja una historia como esta, quizás no haga falta nada más.

Las Meditaciones de Marco Aurelio son como un oráculo en pleno siglo XXI

¿Quién teme al emperador filósofo en versión Kindle? Meditaciones KÍNDLE o cómo sobrevivir a la ansiedad moderna

Las Meditaciones Kindle de Marco Aurelio son como un oráculo portátil en pleno siglo XXI. 📱✨ Suena raro, pero créeme: nunca algo tan antiguo fue tan útil para una mente atrapada en la era del scroll infinito.

Lo sé. Cuando uno escucha “Marco Aurelio” imagina toga, mármol y filosofía en latín, de esa que da dolor de cabeza. Pero este emperador estoico no tiene nada que envidiarle a los mejores gurús de TikTok, con la diferencia de que él no buscaba likes ni seguidores. Solo quería entenderse a sí mismo… y no perder la cabeza mientras gobernaba un imperio que se desmoronaba.

Y es aquí donde empieza esta historia: la mía, la tuya, la de todos los que alguna vez sentimos que el mundo nos supera y que vivir con sentido se parece más a una batalla que a un paseo. Porque eso son las Meditaciones: notas desesperadas, humanas y lúcidas, escritas por alguien que sabía que todo es efímero… pero que aún así decidió no rendirse.

“No necesitas más motivación que la verdad”

“La verdadera victoria es gobernarte a ti mismo”
“Es más útil callar que hablar si no tienes nada bueno que decir”

Confieso que descargué la versión Kindle por impulso, con esa mezcla de esnobismo y curiosidad que uno siente cuando busca respuestas grandes en frases pequeñas. Y vaya si las encontré. Ahí estaba Marco Aurelio, hablándome desde su tienda de campaña mientras los bárbaros amenazaban las fronteras del imperio. Sin adornos. Sin excusas. Solo con su mente y una pluma, preguntándose, como tú y yo: ¿cómo carajos se sobrevive a la vida sin traicionarse?

Lo que me enganchó no fue solo el contenido —aunque es demoledor por momentos—, sino la brutal honestidad con la que el emperador se hablaba a sí mismo. No escribía para otros. No quería vendernos nada. No buscaba aplausos. Escribía como quien se desangra en papel porque no tiene a quién contarle su desesperación.

Y en eso radica su belleza. En su soledad compartida. En su lucha interna por no volverse un tirano más, por seguir siendo “bueno” cuando todo alrededor gritaba lo contrario. ¿Te suena?

Entre lo retro y lo digital: un emperador en tu bolsillo

La edición Kindle es una contradicción deliciosa. Tienes en tu mano un texto que fue escrito hace dos mil años y que, sin embargo, parece entender tus dilemas mejor que cualquier influencer de bienestar.

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Puedes subrayar, marcar, volver a leer, como si el viejo Marco te estuviera enviando mensajes de WhatsApp en forma de máximas.

“Concibe sin cesar el mundo como un ser viviente único”, dice, y por un instante, el algoritmo de Amazon se convierte en una especie de oráculo estoico. ¿Es eso una herejía? Tal vez. Pero también es profundamente poético.

La edición que yo leí (la famosa de “Pensamiento Ilustrado”) es estéticamente preciosa. Letras grandes, algunas ilustraciones, y ese aire de manuscrito romano que le da un toque vintage irresistible. Ideal para regalar o para dejar estratégicamente en la mesita de noche, como quien dice: “yo también leo a los clásicos, ¿sabes?”

Pero también tiene sus peros. Hay lectores que se quejan de la traducción: demasiado libre, demasiado moderna, demasiado “Coelho”, dicen. Y puede que tengan razón. Algunas meditaciones parecen reescritas por un coach motivacional con túnica y sandalias.

¿Eso invalida el texto? No. Pero sí lo convierte en algo distinto: más accesible, más digerible, tal vez menos riguroso.

Como escribió una usuaria: “Si es para decorar o regalar a alguien que no va a profundizar, está bien. Pero si buscas la versión más fiel, busca otra edición. Y tiene un punto. Si te lo tomas en serio, mejor buscar la de Gredos o la de EDAF, que vienen con notas, contexto y menos poesía empalagosa.

Estoicismo para escépticos con ansiedad

Hay algo brutalmente moderno en el mensaje estoico. La idea de que el sufrimiento no es lo que te pasa, sino cómo lo interpretas. Que puedes perderlo todo, pero si mantienes la calma interior, sigues siendo libre. Que el control sobre uno mismo es la única libertad verdadera.

Y, francamente, eso golpea. Porque vivimos rodeados de excusas, de victimismo, de explicaciones que nos liberan de toda responsabilidad. Pero Marco Aurelio no se andaba con rodeos. Si tu vida es un desastre, revísate. Si estás angustiado, revisa tus juicios. Si te sientes débil, entrena el alma.

Claro, esto no es una receta para todos. Hay días donde el estoicismo suena a bofetada. Pero también hay otros donde es el único refugio sensato ante el caos. Donde sus palabras —“haz lo que tengas que hacer, y hazlo bien”— se convierten en un mantra silencioso que te ayuda a seguir adelante sin perderte.

“Retro-futurismo filosófico”: cuando el pasado da sentido al presente

Leer a Marco Aurelio en un Kindle es una experiencia extraña pero profundamente coherente. Es como ver una estatua romana en una galería de arte virtual. Lo antiguo no desaparece, solo cambia de forma.

Hay algo de retro-futurismo en todo esto. Un emperador del siglo II dándonos lecciones sobre el ego, el control de las emociones y el sentido de la existencia en pleno 2025. Suena a ciencia ficción, pero es filosofía en estado puro.

Y lo más hermoso es que cada vez que abres el libro, encuentras algo nuevo. No porque el texto cambie, sino porque tú ya no eres el mismo. Como dijo uno de los lectores: “Es uno de esos libros que puedes leer y releer, encontrando algo nuevo en cada página”. Exacto. Porque lo que cambia no es el emperador, sino el lector.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

Una joya portátil que desafía el tiempo y la superficialidad

Lo que hace de este libro algo esencial no es solo su contenido, sino su capacidad para recordarnos lo que de verdad importa. Que la virtud es más valiosa que la fama. Que la serenidad vale más que el éxito. Que el silencio, a veces, dice más que mil discursos.

Y sí, puedes leerlo por moda. Puedes dejarlo a medio camino. Puedes criticar la traducción. Pero algo se te queda. Una frase, una imagen, un pensamiento que se filtra entre tus preocupaciones modernas como una gota de verdad en el océano de lo trivial.

Tal vez por eso tantas personas siguen recurriendo a este libro. Porque aunque el mundo cambie, la necesidad de sentido permanece. Y ahí está Marco, desde su tienda de campaña en la frontera del Imperio, recordándonos que todo pasa, menos el alma que se conoce a sí misma.

¿Y tú? ¿Tienes tu propio libro de cabecera o todavía estás buscando al emperador que te hable al oído?

¿Y si el verdadero lujo no es poseer cosas, sino pensamientos que te sostienen?
¿Y si la filosofía antigua fuera la medicina secreta contra el vacío moderno?
¿Y si, después de todo, lo que necesitamos no es más ruido, sino una voz antigua que nos recuerde lo esencial?

El mundo que forjamos no es solo un libro; es una advertencia disfrazada

¿Quién teme al alma de Nueva York?

El mundo que forjamos es más real que el nuestro

El mundo que forjamos no es solo un libro; es una advertencia disfrazada de epopeya, un conjuro escrito con rabia elegante y magia urbana.

Es la respuesta de N.K. Jemisin a una pregunta que nadie se atrevió a hacer en voz alta: ¿qué pasaría si las ciudades tuvieran alma… y decidieran defenderse? 🌆✨

Hace tiempo, mientras leía la primera entrega de la bilogía «Las Ciudades Grandiosas», sentí que alguien me había tirado de la camisa desde una grieta en el asfalto. Me asomé, claro. Y lo que vi fue una Nueva York viva, respirando, luchando. Ahora, en esta segunda parte, “El mundo que forjamos”, la grieta ya no es una rendija: es una boca abierta que grita. Y no grita sola. Grita en lenguas, en ritmos de metro subterráneo y en grafitis que lloran. Porque Jemisin no escribe libros. Convoca espíritus.

Una ciudad con miedo y dientes afilados

Nueva York, esa criatura mitológica de acero, humo y promesas rotas, ya no es solo escenario. Es protagonista, aliada y víctima. Y en este mundo que forjamos (porque todos somos cómplices, incluso sin querer), la ciudad se enfrenta a un Enemigo que ya no necesita monstruos ni ejércitos: le basta con discursos vacíos, promesas envenenadas y candidatos a la alcaldía que huelen a telediario y a infierno corporativo. “Ley y orden” suena mucho más siniestro cuando lo susurra un dios antiguo que lleva corbata.

Pero también hay esperanza. Jemisin se la juega con una premisa poderosa: los avatares de la ciudad —personas convertidas en símbolos vivientes de los cinco distritos— no son héroes con capa, sino humanos con heridas. Bronx no necesita volar. Brooklyn no lanza rayos. Manhattan no tiene visión de rayos X. Tienen algo más poderoso: historias, acentos, cicatrices. Y es eso lo que el Enemigo odia más.

“La ciudad no duerme porque sueña con las luces encendidas”

Esa frase no está en el libro, pero bien podría. Jemisin tiene un don: hace que la fantasía no se sienta como una fuga de la realidad, sino como una prolongación lógica de lo que ya vivimos. Si la gentrificación tuviera un ejército, este libro lo describe. Si la xenofobia fuera un ser cósmico disfrazado de campaña política, aquí tiene nombre propio. Y si alguna vez pensaste que tu barrio estaba desapareciendo poco a poco, como si alguien lo estuviera borrando con una goma gigante, aquí descubrirás que no era metáfora. Era literal.

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La Mujer de Blanco, esa fuerza que intentó devorar la ciudad en el primer libro, vuelve como sombra persistente, como amenaza latente, pero el auténtico peligro ahora viene con sonrisa de político.

Lo más aterrador de “El mundo que forjamos” es que no puedes dejar de ver paralelismos con nuestro mundo, aunque reces porque no sea así.

Es como mirar un reflejo borroso en el metro: no sabes si ves tu cara o la de un monstruo disfrazado de ciudadano modelo.

Magia, mitología y un toque de jazz infernal

¿Recuerdas cuando la fantasía se limitaba a elfos, dragones y castillos? Jemisin la sacó del armario de Tolkien, la embadurnó de neón, graffiti y cumbia, y la soltó por las calles del Bronx. Aquí hay mitología, sí, pero no la que te enseñaron en la escuela. Hay dioses que se alimentan del Wi-Fi, criaturas que se esconden en las grietas del asfalto y batallas libradas en consejos vecinales. Porque el poder no solo reside en los hechizos, sino en quién controla el relato.

Y hablando de relatos: el estilo de Jemisin es un asalto sensorial. Su prosa es rabiosa, poética e intransigente, como lo describió Kirkus Reviews. No hay concesiones. Hay ritmo, vértigo, a veces confusión, como si la autora quisiera que te perdieras un momento solo para que luego encuentres algo más grande que tú mismo. Una frase suya puede pasar de la ternura a la furia en tres líneas, como un saxofón en medio de una manifestación.

“No hay lugar para los tibios en una ciudad que arde”

Este libro no es para indecisos. No es para quienes leen por costumbre o por moda. Es para quienes han sentido que su barrio ya no les pertenece, para quienes han llorado frente a una noticia sin saber por qué, para quienes saben que las ciudades también sufren, también gritan, también se vengan.

“El mundo que forjamos” es un manifiesto de resistencia disfrazado de novela fantástica.

Pero también es un poema de amor. Porque Jemisin ama su ciudad, incluso cuando la retrata como un monstruo herido. La ama en su caos, en su ruido, en su diversidad incontrolable. La ama porque la conoce. Porque la ha vivido. Y eso se nota en cada línea.

“Una de las obras de fantasía más potentes y emocionantes de la actualidad”

Así lo dijo Booklist, y no exageran. La bilogía de “Las Ciudades Grandiosas” no solo es una historia de avatares y batallas cósmicas, es un espejo oscuro que nos obliga a preguntarnos qué ciudades estamos construyendo con cada silencio, con cada desalojo, con cada aplauso equivocado.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

Jemisin, con esta obra, no solo crea un universo. Lo destruye para mostrar lo que había debajo: un latido, una voz, una advertencia.

¿Y si el próximo avatar de tu ciudad fueras tú?

Esa es la pregunta que me hizo cerrar el Kindle con un escalofrío. Porque después de leer “El mundo que forjamos”, no puedes volver a caminar por tu barrio sin escuchar los susurros de las paredes, los lamentos del asfalto, las canciones olvidadas que aún flotan en los tendederos.

Y entonces, cuando nadie te ve, te sorprendes murmurando: “Yo soy parte de esta ciudad. Y esta ciudad… también es parte de mí.”

¿Te atreverías a luchar por ella si cobrara vida esta noche? ¿O te esconderías tras la comodidad del escepticismo? Porque, amigo, el enemigo ya está aquí. Solo espera que no mires.

LECCIONES de un mundo en ruinas que no deja de enseñar

¿Puede una vida común contener todas las LECCIONES del siglo? LECCIONES de un mundo en ruinas que no deja de enseñar

La novela «Lecciones» es un espejo roto donde cada fragmento refleja tanto la vida cotidiana como la historia mundial. Un hombre común atrapado en los pliegues del tiempo, una infancia convertida en cicatriz, y una sociedad que no deja de colapsar, una y otra vez. Todo eso —y más— está aquí. Y, sin embargo, esta no es una historia de héroes ni de mártires, sino de personas que tropiezan con sus propias memorias, tratando de entender qué fue lo que se rompió primero: el mundo o ellos mismos. Así es Lecciones, la última y brutalmente íntima novela de Ian McEwan, una obra que no se conforma con narrar: quiere dejar marca, hacer que el lector se detenga, dude, se incomode… y siga leyendo.

Hace tiempo que los grandes relatos dejaron de pertenecer únicamente a los grandes personajes. Hoy, la historia mundial se filtra por debajo de la puerta de nuestras casas como un humo invisible, implacable. ¿Quién no ha sentido que su rutina ha sido invadida por catástrofes que no pidió, por decisiones tomadas a miles de kilómetros? McEwan parece entender esto mejor que nadie. En «Lecciones», el contexto político global no es un telón de fondo; es una presencia constante, una sombra que se desliza por la infancia, por los primeros amores, por la paternidad asumida en soledad. Desde la Guerra Fría hasta Chernobyl, desde el deshielo ideológico hasta la pandemia, todo cabe en la vida de Roland Baines, pero nada encaja del todo.

La infancia como detonador retrofuturista

El pasado no pasa, solo cambia de disfraz”. Esa frase me vino a la cabeza al leer el inicio de la novela. Un joven Roland, en la Inglaterra de los internados, cae bajo la influencia ambigua de una profesora de piano. No hay melodrama. No hay sensacionalismo. Pero sí hay ambigüedad emocional, esa que se adhiere como polvo fino y que, con los años, uno descubre que nunca fue solo polvo: era plomo.

La maestra —la figura del mentor o guía, ese arquetipo clásico en la literatura existencial— aparece aquí como el inicio de todo. Pero también, como el desvío. Porque en muchas novelas retrofuturistas o de corte literario existencial, esa figura suele representar una promesa de sentido… que al final termina arrastrándote al abismo. McEwan no propone redención, sino memoria. Y esa memoria es caprichosa, más parecida a un laberinto de espejos que a una línea de tiempo coherente.

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Memoria, trauma y el truco sucio del tiempo

“Recordar no es revivir, es reescribir”. No sé si lo dijo alguien famoso o simplemente lo pensé mientras avanzaba por las páginas de esta novela. Pero si algún autor entiende esto, es Ian McEwan. En Lecciones, la memoria personal no es una postal del pasado, sino un filtro que tiñe todos los días por venir. Hay momentos en que Roland parece más un arqueólogo de sus propias emociones que un hombre viviendo en el presente.

Aquí es donde la novela se convierte en algo más grande que una simple narración psicológica. Porque McEwan no habla solo del dolor individual, sino de cómo ese dolor se entrelaza con el derrumbe del mundo. Como si el alma humana no pudiera separarse del trauma colectivo. Como si nuestros temores más íntimos llevaran en su ADN un código escrito en Chernobyl, Berlín, o Wuhan.

Cuando la historia mundial se cuela por la ventana de tu cuarto

¿Y qué pasa cuando el mundo cambia mientras tú intentas dormir? Esa es otra gran pregunta que deja flotando esta novela. La respuesta, como casi todo en McEwan, no llega fácil. Pero se intuye. En el abandono de la esposa, en la crianza improvisada, en el cuerpo que envejece sin haber entendido del todo qué fue la juventud. Cada decisión en la vida de Roland es también una respuesta a algo que ocurre más allá: un cambio de régimen, una nueva crisis, un virus que obliga a replantearlo todo.

«El cuerpo vive en el presente, pero la mente está hecha de pasados múltiples». Esta frase se me quedó grabada. Quizá porque resume la esencia de la novela. En Roland hay algo que no termina de sanar, no solo por lo que vivió, sino porque el mundo no deja de repetir el trauma, una y otra vez, con máscaras distintas.

El abandono como herencia emocional del futuro

Podríamos decir que Lecciones es una novela sobre el abandono. Pero no solo el abandono familiar, sino el abandono como gesto filosófico: abandonar ideas, ideales, amores, certidumbres. Roland es abandonado por su esposa. Sí. Pero también abandona muchas cosas él mismo: aspiraciones, pasiones, ilusiones de una vida que nunca llegó. Este enfoque conecta con otras novelas actuales, como Shuggie Bain, donde el peso del entorno asfixia cualquier intento de redención; o Somebody’s Daughter, donde el amor filial se convierte en una geografía emocional que hay que cartografiar con cuidado.

Pero también, y esto es importante, McEwan nos muestra que no todo abandono es fracaso. A veces, dejar ir es una forma de resistencia. A veces, criar a un hijo sin red, sin mapa, es la única manera de seguir adelante.

El realismo literario como espejo deformante

Una de las cosas que más admiro de esta novela es su capacidad para trabajar con el realismo literario sin caer en la trampa de lo predecible. McEwan logra que la vida común —trabajos mediocres, relaciones confusas, rutinas grises— parezca el escenario perfecto para hablar de los grandes dilemas humanos. Y es que no hacen falta campos de batalla para librar guerras morales. Basta una cocina, una carta sin abrir, un recuerdo que aparece sin permiso.

Aquí no hay héroes, ni siquiera antihéroes. Hay personas. Personas que cargan sus vidas como si fueran maletas sin ruedas. A veces se detienen. A veces siguen. Pero siempre, siempre, con esa mezcla de culpa, esperanza y desorientación que tan bien conocemos los que intentamos ser adultos en medio del naufragio permanente.

Filosofía, historia y la trampa de la madurez

Hay algo casi socrático en la forma en que McEwan plantea la vida de Roland. Como si la novela entera fuera una gran pregunta sin respuesta. ¿Qué significa madurar? ¿Dejar de culpar al pasado? ¿Aprender a vivir con él? ¿O simplemente aceptarlo como un compañero silencioso que se sienta a la mesa cada mañana?

En este sentido, la obra bebe de una larga tradición literaria. Desde Proust hasta Bergson, pasando por la memoria colectiva de Halbwachs, Lecciones se inscribe en esa corriente que entiende la memoria como una construcción activa, no pasiva. «No recordamos lo que pasó, sino lo que decidimos que pasó», parece decirnos McEwan, y eso tiene implicaciones tanto éticas como políticas. Porque recordar es también elegir, y elegir implica responsabilidad.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

“Somos lo que recordamos… y lo que decidimos olvidar.” (Frase anónima de sabiduría dolorosa)

Una novela para quienes ya no creen en certezas

En definitiva, Lecciones es una obra incómoda, hermosa, necesaria. Una historia que no busca complacer, sino incomodar. Una invitación a mirar hacia atrás no para glorificar el pasado, sino para entender cuánto pesa en cada paso que damos hoy. Es un libro para lectores valientes, de esos que no buscan finales felices sino preguntas bien formuladas.

Porque al final, ¿no es eso lo que hace buena literatura? Plantarnos frente a un espejo y preguntarnos: “¿Y tú, qué harías si fueras Roland Baines?”. O peor aún: “¿Y si ya lo eres, y no te habías dado cuenta?”.

«Lecciones» es más que una novela. Es un mapa de lo que duele. Y de lo que, pese a todo, nos permite seguir caminando.


¿Somos dueños de nuestra vida, o simples pasajeros en la historia de otros?
¿Qué cicatrices estamos heredando sin darnos cuenta?
¿Y cuántas decisiones tomamos pensando que eran nuestras, cuando eran solo ecos de un mundo más grande que nosotros?

Cómo evolucionó la visión política de Vargas Llosa a lo largo de su carrera

¿Puede un liberal nacer marxista? El enigma de Vargas Llosa La libertad de equivocarse también es una forma de grandeza

La evolución política de Mario Vargas Llosa es una novela en sí misma. No tiene una sola línea argumental, ni una conclusión definitiva, pero sí un protagonista que cambia de máscara sin cambiar de rostro, como esos actores que envejecen con dignidad, pero también con terquedad. Vargas Llosa ha sido muchas cosas —socialista, comunista, liberal, candidato presidencial, narrador, columnista feroz—, pero sobre todo ha sido algo incómodo: un defensor a ultranza de la libertad. Y, como suele pasar con los defensores de la libertad, muchas veces se quedó solo.

Hace tiempo, en los pasillos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se paseaba un joven flaco, con gafas gruesas, hambre de libros y rabia social. Leía a Sartre como si se tratara del Evangelio, recitaba a Mariátegui de memoria y creía, como tantos otros, que el socialismo era la única manera de salvar al Perú —ese país mestizo, desordenado y brutal que parecía resistirse a cualquier forma de redención. Era, como él mismo reconocería años después, un joven convencido de que el arte debía ser una forma de resistencia. Pero también, aunque no lo supiera, estaba a punto de toparse con la traición de sus propios ideales.

Nadie abandona el marxismo sin cicatrices”, escribió una vez con ironía un colega suyo. Y vaya si las tuvo.

El caso Padilla y la traición del paraíso

Cuba fue, para muchos intelectuales latinoamericanos, el Edén de las utopías. Pero para Vargas Llosa fue el lugar donde se rompió el hechizo. La detención y humillación pública del poeta Heberto Padilla en 1971 fue un electroshock moral. En la isla de los sueños socialistas se torturaban poetas por escribir versos. ¡Versos! El joven entusiasta de la revolución se convirtió en un escéptico atormentado. Y con él cayeron otros. Gabriel García Márquez prefirió mirar hacia otro lado; Vargas Llosa eligió mirar de frente. Lo que vio no le gustó.

El paraíso no tolera el disenso”, pensó. Y se fue, como se van los que han amado demasiado: con furia, con dolor, con literatura.

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Pero también con una pregunta incómoda: ¿qué viene después del desencanto?

El liberalismo como apuesta arriesgada

Podría haberse refugiado en el cinismo, como tantos exizquierdistas que coleccionan contradicciones como si fueran condecoraciones. Pero no. Vargas Llosa decidió reconstruirse ideológicamente, ladrillo a ladrillo, como quien reconstruye una casa después del terremoto. Descubrió a Isaiah Berlin y a Friedrich Hayek. No solo los leyó; los estudió como si fueran nuevos profetas. El liberalismo no era para él una moda ni una coartada, sino una convicción adquirida a sangre fría.

“El camino de servidumbre” no fue una lectura cualquiera: fue una epifanía. Ahí estaba todo lo que había sospechado después del caso Padilla. Que el colectivismo —sea del color que sea— tiende siempre al control, a la represión, a la negación del individuo. Y si algo ha defendido Vargas Llosa, más que a la literatura, es al individuo. Con sus errores, sus deseos, sus pasiones. Su derecho a ser libre… incluso para equivocarse.

Cuando el escritor quiso ser presidente

Y entonces, cometió la locura más grande de su vida: postularse a la presidencia del Perú. Muchos no se lo perdonaron. Los escritores no deben mancharse con la política, decían. Pero él lo hizo. En 1990, cansado de ser solo un intelectual, se lanzó a la arena con un programa liberal en un país adicto al populismo y al clientelismo.

Su campaña fue una mezcla de Don Quijote y Milton Friedman: hablaba de privatizar las empresas públicas mientras recorría pueblos sin agua potable. Prometía libertad económica en una nación acostumbrada al paternalismo estatal. No ganó. Lo venció un oscuro ingeniero agrónomo llamado Alberto Fujimori que hablaba poco y prometía menos. Pero Vargas Llosa ganó otra cosa: la autoridad moral de haberlo intentado. De haberse ensuciado las manos sin perder la decencia.

Un escritor no tiene por qué ganar elecciones, pero sí dar la cara”, dijo en una entrevista. Y lo hizo. A su manera.

Ni de izquierda ni de derecha… o todo lo contrario

Con los años, su figura se volvió aún más difícil de encasillar. Apoyó el matrimonio igualitario y la eutanasia, pero también defendió a gobiernos liberales de derecha. Fue un crítico feroz del populismo, pero también del nacionalismo ciego. Nunca dejó de incomodar. Ni siquiera cuando ya era un Nobel. O quizá, especialmente entonces.

A muchos les irritó que se acercara a ciertos políticos conservadores. Otros no le perdonan que haya abandonado el marxismo. Pero Vargas Llosa parece disfrutar de esa contradicción. Le gusta ser un francotirador ideológico. Un escritor que no se debe a ningún partido, sino a una idea muy antigua, muy sencilla y muy difícil de practicar: la libertad.

Y no la libertad abstracta de los discursos universitarios. No. La libertad concreta, imperfecta, contradictoria. La libertad que incomoda porque permite que otros piensen diferente. La libertad que no promete paraísos, pero sí permite que cada uno busque el suyo.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

El liberalismo como oficio literario

No es casual que su evolución política se refleje en su obra. Desde “Conversación en La Catedral” hasta “La Fiesta del Chivo”, sus novelas están atravesadas por una obsesión: el poder y sus deformaciones. El poder que corrompe, que aplasta, que convierte al individuo en engranaje. Su liberalismo no es solo político: es literario, filosófico, visceral.

Porque al final, toda ideología es una forma de contar el mundo. Y Vargas Llosa eligió contarlo desde el lado del individuo. Del que piensa solo, del que duda, del que se equivoca.

“La libertad no necesita defensores perfectos, solo valientes.”

Y él lo ha sido. Con todas sus contradicciones. Con todas sus metidas de pata. Con todas sus provocaciones.

El legado de un hereje

Quizá lo más admirable de Vargas Llosa no sea su conversión ideológica, sino su coherencia con la incoherencia humana. Su negativa a permanecer en una tribu. Su decisión de pensar por sí mismo, incluso si eso lo deja en minoría. No se convirtió al liberalismo para caer bien, sino para dormir tranquilo. Y eso, en estos tiempos, es más raro que ganar un Nobel.

Porque el camino que ha recorrido no es el de un converso, sino el de un hereje. Uno que se atrevió a cambiar de opinión. A pensar distinto. A perder amigos por no traicionar sus ideas.

Y uno se pregunta… ¿cuántos están dispuestos a pagar ese precio?


“La libertad no es un fin. Es un riesgo.”

“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” fue el primer error de los utopistas

El viaje político de Vargas Llosa es una novela sin final feliz, pero con muchas verdades
Del comunismo a la libertad, cada paso fue una pelea interna, no una estrategia

¿Y si en realidad no cambió tanto como pensamos? ¿Y si siempre fue el mismo joven flaco con hambre de justicia, solo que ahora usa otras palabras? ¿Puede un liberal seguir siendo un romántico? ¿O es eso, justamente, lo que lo hace tan peligroso para los dogmas?

MARIO VARGAS LLOSA no escribió novelas, escribió manifiestos con sangre

¿Qué fue de MARIO VARGAS LLOSA y su fuego literario? MARIO VARGAS LLOSA no escribió novelas, escribió manifiestos con sangre

MARIO VARGAS LLOSA no murió: se convirtió en literatura. 📚🔥 Su desaparición física no es más que un truco de humo en la escena de una obra que aún no ha bajado el telón. Cuando uno lee sus novelas —o mejor dicho, cuando uno se mete en ellas como quien se lanza a una piscina sin fondo— entiende que ese hombre no buscaba solo contar historias: lo que quería era provocar incendios. Incendios mentales. Incendios políticos. Incendios existenciales. Y vaya si lo consiguió.

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Desde sus primeras líneas hasta sus últimos ensayos, MARIO VARGAS LLOSA fue el último mohicano de una estirpe extinta: los escritores que también eran gladiadores del pensamiento, duelistas del alma. Lo suyo no era el sentimentalismo ni la corrección melosa. Lo suyo era el látigo. El bisturí. El abismo. Escribía con una precisión quirúrgica, pero también con furia, con hambre, con un estilo que olía a tinta, a calle mojada, a biblioteca clandestina y a bar de madrugada. «No hay novela sin conflicto, ni libertad sin riesgo», solía decir. Y esa fue su consigna vital.

Pero hay algo más. Algo que va más allá de la nostalgia o del canon literario. Lo que Vargas Llosa nos deja, en realidad, es una forma de mirar el mundo. Una forma incómoda, valiente, muchas veces solitaria, de mirar.

Cuando Flaubert le enseñó a pelear con palabras

Todo empezó con una obsesión. La de un joven peruano que, al leer Madame Bovary, no solo descubrió que quería ser escritor. Descubrió que ya lo era. Y no por tener talento (que lo tenía), sino por sufrir de esa enfermedad que llaman inconformismo. Porque leer a Flaubert no fue para él una simple revelación estética; fue una epifanía existencial.

De Flaubert aprendió el rigor del estilo, el respeto casi religioso por la forma, pero también algo más importante: la nausea ante la mediocridad, la náusea moral. Esa incomodidad con lo establecido, con lo vulgar, con lo fácil. La literatura, entendió Vargas Llosa, era una orgía perpetua —como él mismo tituló uno de sus ensayos más intensos— pero también un campo minado de conflictos morales. Por eso sus personajes son como espejos rotos: reflejan al lector, pero en fragmentos incómodos, torcidos, brillantes.

Lo que Flaubert le enseñó, en el fondo, fue a no rendirse jamás ante la normalidad. Pero también le dejó una cicatriz: la certeza de que todo arte verdadero exige sacrificio.

“La libertad es el lujo que no todos se atreven a pagar”

Vargas Llosa no nació liberal. Lo eligió. Lo construyó. Lo sufrió. Su paso del comunismo juvenil a una defensa férrea del pensamiento liberal fue tan honesto como tormentoso. No se trató de una moda ni de un cálculo político: fue una necesidad interior. Una purga. Una metamorfosis ideológica dolorosa pero luminosa.

Con influencias de Albert Camus y Raymond Aron, encontró en el individualismo un antídoto contra los totalitarismos de todo pelaje. Rompió con la izquierda que un día abrazó y se atrevió a defender la democracia incluso cuando esta parecía débil, torpe, aburrida. Porque sabía que todo lo demás era peor. Porque conocía el olor del miedo. Y porque entendía que la libertad, como el amor verdadero, es difícil, pero nunca cínica.

En esa batalla —más moral que partidaria— se quedó solo muchas veces. Fue denostado, caricaturizado, incluso ridiculizado. Pero no se movió. Y esa inmovilidad —que para muchos fue soberbia— era, en realidad, una forma de resistencia. «Prefiero perder con dignidad que ganar con trampas», llegó a decir durante su campaña presidencial de 1990. Una campaña que perdió, pero que lo convirtió en símbolo de otra cosa: de la coherencia.

De “La ciudad y los perros” a “Tiempos recios”, el realismo se volvió retrofuturismo

Dicen que sus novelas son realistas. Y lo son. Pero ese realismo no es una copia plana de lo visible, sino un espejo que deforma para que veamos mejor. Hay algo en la literatura de Vargas Llosa que anticipa futuros posibles, no con máquinas ni alienígenas, sino con seres humanos desgarrados, sometidos a sistemas invisibles pero devastadores.

¿No es “La fiesta del Chivo” una novela distópica aunque basada en hechos reales? ¿No es “Conversación en La Catedral” una especie de laberinto kafkiano donde el tiempo y el poder se funden en una pesadilla retroactiva? Vargas Llosa no necesita ambientar sus obras en el año 3000 para sonar futurista. Su retrofuturismo es más ideológico que estético. Sus distopías están en la mente, en las estructuras, en los recuerdos.

Y lo más escalofriante: muchas de esas novelas, escritas hace décadas, parecen más actuales que los titulares de hoy. Ahí está la paradoja. Sus ficciones eran advertencias. Sus libros, oráculos con tapas duras.

Cuando la literatura se volvió un ring: el puñetazo a García Márquez

No se puede hablar de la literatura hispanoamericana sin mencionar el día en que MARIO VARGAS LLOSA le dio un puñetazo en la cara a Gabriel García Márquez. No fue solo una pelea de egos. Fue un terremoto simbólico. Un parteaguas. El fin de una fraternidad intelectual que, durante años, había sido el corazón palpitante del “Boom Latinoamericano”.

Nadie sabe con certeza qué pasó esa noche de 1976. Algunos hablan de celos, otros de política, otros de traiciones personales. Pero lo cierto es que ese puñetazo no fue solo físico. Fue un golpe literario. Una forma de decir: hasta aquí llegamos. De ahora en adelante, cada uno por su camino.

Esa ruptura dividió a la crítica, a los lectores, a los académicos. Y obligó a repensar lo que hasta entonces parecía una utopía creativa. La generación del boom no era una familia feliz. Era un volcán. Un crisol de ideas opuestas, de pasiones desbocadas, de talentos insoportables. Y eso, lejos de ensuciar su legado, lo vuelve más real, más humano. Más literario.

“Toda novela es una mentira que dice la verdad”

En cada página de Vargas Llosa hay una tensión: entre el arte y la política, entre la belleza y la denuncia, entre el yo y el nosotros. Su narrativa nunca fue cómoda, ni predecible, ni decorativa. Siempre fue un campo de batalla donde el lector debía decidir de qué lado estaba.

Y no solo en sus ficciones. También en sus memorias, en sus artículos, en sus entrevistas. En libros como El pez en el agua, mostró sus heridas sin filtros, sin maquillaje. Y en ensayos como Un bárbaro en París, exploró con agudeza la fragilidad de Occidente, la delicadeza de la cultura, la necesidad de defender la inteligencia frente al ruido.

«No hay peor censura que la autocensura», repetía. Y por eso escribió lo que quería, como quería y cuando quería. Sin pedir permiso. Sin miedo al escándalo. Sin necesidad de agradar.

“Más vale un escritor incómodo que un adulador brillante” (Sabiduría popular latinoamericana)

El último de los intelectuales

La muerte de Mario Vargas Llosa no es solo la pérdida de un gran escritor. Es el final de una época. Una época en la que los intelectuales del siglo XX no solo opinaban, sino que actuaban. Se jugaban la piel. Firmaban manifiestos, sí, pero también escribían novelas que eran trincheras, artículos que eran misiles, discursos que eran abrazos o bofetadas.

Hoy, en un mundo saturado de frases vacías, de moralinas digitales y de pensamiento exprés, la figura de Vargas Llosa se vuelve incómoda. Porque nos obliga a pensar. A leer. A discutir. A disentir. Y eso, amigo lector, ya es un acto de coraje.

“El escritor auténtico no busca seguidores, busca adversarios inteligentes” (M.V.L.)

¿Qué queda de Mario Vargas Llosa en este presente sin brújulas?

Tal vez lo mejor. Tal vez lo peor. Tal vez todo. Sus libros siguen ahí, como mapas para quien se atreva a perderse. Su pensamiento sigue latiendo en cada discusión sobre libertad, poder o moral. Y su legado sigue ardiendo, como una vela que se niega a apagarse.

¿Puede un solo hombre cambiar la forma en que una lengua entera se cuenta a sí misma? Vargas Llosa no lo intentó. Simplemente lo hizo. ¿Quién recogerá ahora su estandarte? ¿Quién se atreverá a escribir como si la literatura todavía importara?

No lo sé. Pero ojalá alguien lo haga. Porque si algo nos enseñó Vargas Llosa es que el silencio no es una opción. Y que escribir —bien, con pasión, con ideas, con fuego— sigue siendo el acto más libre que queda en este mundo.

La relevancia de los libros de no ficción en la cultura actual

 

Estos textos, que abarcan una amplia variedad de temas, desde la ciencia hasta la historia y el arte, ofrecen a los lectores una visión profunda y enriquecedora del mundo. A medida que la sociedad busca conocimiento y comprensión en un entorno complejo, la demanda de ellos sigue en aumento. Con un enfoque en la moda, las tendencias y la encuadernación, es fascinante explorar cómo estos elementos influyen en la creación y distribución de obras significativas.

Los libros de no ficción son especialmente valorados por su capacidad para informar y educar. A diferencia de los otros, que se centran en narrativas inventadas, éstos presentan hechos, análisis y perspectivas sobre la realidad. Su encuadernación y presentación son cruciales, ya que una tapa atractiva puede captar la atención y facilitar su acceso. Las editoriales están cada vez más conscientes de que la primera impresión cuenta, por lo que invierten en diseños que reflejan el contenido y la esencia de lo publicado. Esto no solo mejora la estética, sino que también puede influir en las ventas.

En este contexto, en Editorial Ladera Norte, explican: “Estos ejemplares se destacan por su enfoque innovador y su compromiso con el humanismo. Cada obra refleja un equilibrio entre rigor intelectual y accesibilidad, haciendo que las colecciones sean tanto inspiradoras como informativas”.

La distribución también ha evolucionado en respuesta a las tendencias del mercado. Hoy en día, se utilizan múltiples canales, desde librerías físicas hasta plataformas en línea, para llegar a un público más amplio. Esta diversificación permite a los escritores y editores maximizar su alcance y adaptar sus estrategias de comercialización. Por ejemplo, uno que trate sobre la sostenibilidad puede aprovechar las redes sociales y el marketing digital para atraer a interesados en el medio ambiente, creando una comunidad en torno a su contenido.

En el proceso de creación, las diferencias entre los de no ficción y ficción son notables. Los primeros a menudo dedican un tiempo considerable a la investigación y la recopilación de datos. Este esfuerzo es fundamental para garantizar que la información presentada sea precisa y relevante. Además, el control y la edición son pasos críticos en la producción de éstos. Los editores desempeñan un papel esencial en la revisión del contenido, asegurándose de que se mantenga la claridad y la coherencia, al tiempo que se ajusta al estilo y la voz del autor.

El tiempo de redacción es otro aspecto crucial. Un texto que esté bien elaborado puede llevar meses o incluso años de trabajo. Este compromiso requiere disciplina y dedicación, ya que debe mantenerse enfocado en el objetivo de comunicar su mensaje de manera efectiva. Sin embargo, el resultado final puede ser profundamente satisfactorio, para ambos lados que se benefician de su conocimiento.

La edición también es un proceso que merece atención. Un buen editor no solo corrige errores gramaticales, sino que también ofrece una perspectiva externa que puede ayudar a mejorar el contenido. La colaboración entre las partes es fundamental para pulir el trabajo y garantizar que se comunique de manera clara y efectiva. Este trabajo en equipo puede marcar la diferencia entre un manuscrito que se queda en las estanterías y uno que realmente capta la atención del público.

La dedicación de los autores, editores y diseñadores se traduce en obras que no solo informan, sino que también inspiran. A medida que más personas descubren su valor, se fomenta una cultura de curiosidad y reflexión. En última instancia, no solo enriquecen nuestras bibliotecas, sino que también alimentan nuestras mentes y corazones, recordándonos la importancia del conocimiento en un mundo en constante cambio.

 

El mundo que forjamos no es solo magia, es una advertencia

El mundo que forjamos no es solo magia, es una advertencia ¿Y si tu ciudad tuviera alma y quisiera hablar contigo?

La ciudad está viva. Eso lo descubrí con una novela entre las manos y la sospecha, medio broma medio verdad, de que ciertos lugares nos escogen. El mundo que forjamos, la esperada conclusión de la bilogía Las Ciudades Grandiosas de N.K. Jemisin, llegó a mí no como una historia más de fantasía urbana, sino como una patada en el estómago con sabor a alquitrán, jazz, rabia y esperanza.

Sí, la ciudad está viva, y no es una frase bonita: lo está de verdad. Tiene avatares. Tiene enemigos. Tiene alianzas que suenan imposibles. Y lo más inquietante de todo: puede morir. ¿Te imaginas que tu ciudad necesitara salvar el mundo y tú fueras su voz? ¿Y si la lucha por su alma fuera también la lucha por la tuya?

Me enganché a esta historia en medio de un atasco existencial, de esos que parecen eternos. No sé si fue por las noticias, por la rutina o por esa maldita sensación de que todo se repite y nada cambia. Y entonces apareció Jemisin. Mejor dicho: irrumpió. Como una voz antigua y al mismo tiempo totalmente nueva. Como si Octavia Butler se hubiera tomado un café con Neil Gaiman y hubieran decidido escribir una novela mientras el metro de Nueva York rugía debajo de ellos.

Un grito de alegría, rehabilitación y guerra al mismo tiempo”, dice The New York Times, y no puedo más que asentir. No porque sea un eslogan pegajoso, sino porque eso es exactamente lo que sentí leyendo “El mundo que forjamos”: una mezcla de gozo y guerra, de belleza y brutalidad. Una carta de amor escrita con puños.


El alma secreta de la Gran Manzana

Nueva York tiene seis avatares. No uno. Seis. Cada uno encarna un barrio, una energía, una historia. Brooklyn es una mujer negra que escupe versos como si fueran balas. Bronca es arte, rabia, piel dura. Venezia representa la historia enterrada que se niega a desaparecer. Manny es la juventud que no sabe quién es pero lo quiere averiguar a toda costa. Padmini, la matemática imposible que convierte fórmulas en portales. Y Neek… bueno, Neek es el Bronx, pero también el eco de lo que vendrá.

Cuando Jemisin nos habla de estos personajes no está creando superhéroes. Está invocando espíritus. Ellos no salvan el mundo porque sí. Lo hacen porque si no, el mundo desaparece. Porque si no lo hacen ellos, nadie lo hará. Porque hay una amenaza que no lleva capa ni lanza, sino traje de campaña y sonrisa política.

Ese es el verdadero enemigo. El que promete orden y devuelve cenizas. El que habla de tradición mientras privatiza la memoria. El que embellece las aceras para expulsar a quienes las caminan.

Pero también está la Mujer de Blanco. Y su poder es más sutil, más envolvente. No necesita gritar para aterrorizar. Solo necesita susurrar lo suficiente. Lo justo. Para dividir, para enfriar, para hacer que dudes. ¿De ti? Sí. ¿De tu ciudad? También.


“Tan cruda y vibrante como la ciudad de la que habla”, apunta Library Journal. Y es que la obra no es solo ambientada en Nueva York.

Es Nueva York hecha novela, hecha carne.

Es la basura en las esquinas, el jazz en Harlem, el humo de los carritos de comida, el miedo a subir al metro por la noche, pero también el orgullo de pertenecer a un lugar que te hace más fuerte incluso cuando intenta devorarte.

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Lo mejor —y lo más doloroso— es que esto no es solo fantasía. Es metáfora. Es espejo. Es advertencia. Porque detrás del Enemigo con E mayúscula hay algo muy real: la tentación del poder que lo devora todo, incluso el alma de las ciudades. Y eso no se detiene en Nueva York. Se extiende. A Los Ángeles. A Lagos. A São Paulo. A Madrid.

Porque cada ciudad tiene su propia batalla.


Magia urbana, mitología moderna y otras formas de resistencia

Lo dije antes: Jemisin no escribe sobre magia. O no solo. Escribe sobre resistencia. Sobre identidad. Sobre lo que queda cuando todo lo demás se ha derrumbado. Y sobre cómo reconstruirlo sin perder lo esencial. Su prosa es poética y afilada, como un graffiti en la pared del sistema. Uno de esos que no puedes dejar de mirar aunque te incomode.

La bilogía empezó con La ciudad que nació grandiosa, y ya ahí la autora nos dejó claro que esto no iba de mundos inventados, sino de verdades camufladas. En esta segunda entrega, El mundo que forjamos, la apuesta sube: más ciudades, más alianzas, más riesgos. No solo está en juego Nueva York. Está en juego el concepto mismo de ciudad como hogar, como cuerpo colectivo, como espacio donde lo diferente no se elimina, sino que se celebra.

¿Es casual que esto se publique en abril, el mes de los libros? Para nada. Esto es un manifiesto camuflado de novela. Un recordatorio de que leer también puede ser una forma de decir basta. De entender que lo fantástico puede ser más real que las noticias de la mañana.

La literatura especulativa no está muerta. Está evolucionando.

Jemisin ha ganado tres veces el Premio Hugo. Consecutivas. Y con razón. Pero más allá de los premios, lo que importa es cómo ha logrado ampliar los límites del género sin caer en las fórmulas de siempre. Su fantasía no es escapismo, es trinchera. Su ciencia ficción no habla del futuro lejano, habla del ahora disfrazado de luego.

Rabiosa, poética e intransigente”, escribió Kirkus Reviews, y me encantaría tener esas tres palabras tatuadas en la frente. Porque son todo lo que esta novela representa. Y todo lo que muchos intentan evitar.

No hay complacencia aquí. Hay preguntas. Hay dudas. Hay momentos de belleza brutal que te hacen detenerte, cerrar el libro, mirar por la ventana y preguntarte si tu barrio tiene avatar. Si tú lo eres, sin saberlo.


“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)


“No basta con vivir en una ciudad. Hay que defenderla de sí misma.”


La edición española, traducida por David Tejera Expósito y publicada por Nova, llega con 384 páginas de pura electricidad narrativa. Es una traducción sensible, precisa, que respeta el pulso del original sin domesticarlo. Un trabajo de alquimia más que de lenguaje. Como quien traduce un hechizo, no solo una frase.

Y sí, está en tapa blanda. Pero no te dejes engañar. Esto pesa. Esto duele. Esto importa.


“El enemigo no es un monstruo. Es una idea con traje de alcalde.”


¿Y ahora qué? ¿Te atreverás a leerla? ¿Te atreverás a mirar tu ciudad con otros ojos, como si tuviera corazón y estuviera latiendo solo para ti? Porque eso es lo que logra El mundo que forjamos: hacerte sentir que perteneces a algo más grande. Algo que merece ser defendido. No con espadas, ni con hechizos. Con memoria. Con comunidad. Con magia, sí. Pero también con humanidad.

Y si tu ciudad pudiera hablar, ¿qué te diría esta noche?

A orillas de la suerte es más que un disparo certero en el desierto

¿Puede un cómic western ser una joya literaria contemporánea? A orillas de la suerte es más que un disparo certero en el desierto

A orillas de la suerte es un nombre que no suena como un disparo, pero retumba como un eco largo en mitad de un cañón polvoriento. Y en ese eco se esconden las decisiones que uno toma cuando no queda más remedio que mirar a la cara a la vida… o a la muerte. Joan Mundet, con su trazo firme y su mirada curtida por décadas de tinta, vuelve a meter el dedo en la herida del western —ese género que parecía olvidado— y lo hace con una heroína que no quiere ser heroína, un desierto que parece tener ojos, y un misterio que sabe a whisky añejo y sangre seca.

La primera vez que escuché hablar de Rita Candela pensé que era un nombre sacado de una copla antigua o de algún saloon del cine de Sergio Leone. Pero no. Es más dura que eso. Es carne y hueso, contradicción pura, y Joan Mundet la hace caminar por Jiloca Pass como quien arrastra una cadena invisible. Ya la habíamos visto de reojo en Bajo el cielo de acero, pero aquí —aquí— se roba la historia con la misma facilidad con la que se roba un caballo sin ensillar.

“El que cabalga solo decide por sí mismo, pero también se enfrenta solo a sus fantasmas”.
¿Quién dijo que el western estaba muerto?

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El western que se cuela entre las grietas del alma

Dicen que el western es un género de otro tiempo. Que huele a pólvora y a machismo. Que solo vive en los videoclubes muertos y en los cines que ya cerraron. Pero también dicen que el desierto no perdona y que el alma humana sigue siendo un campo de batalla. Y eso es justo lo que Joan Mundet parece recordarnos con cada página de este cómic que Cartem Cómics ha vestido con tapa dura, 184 páginas a color y ese olor a libro recién nacido que tanto se agradece.

La historia gira —como todo buen western— alrededor de un lugar polvoriento, olvidado por los mapas: Jiloca Pass. Allí, Rita vive con su tío Vince, un tipo tan rudo como el banco de madera donde se sienta cada tarde a escupir tabaco. Entre los dos hay tensiones no dichas, silencios que pesan más que cualquier discurso. Y de pronto aparece Alma Stolker, una mujer misteriosa, con pasado de novela negra y ojos que parecen saberlo todo. Se convierte en una suerte de mentora, pero también en una bomba de relojería. Porque sí, en A orillas de la suerte todo personaje carga con sus secretos como si fueran dinamita.

Pero también hay traiciones. También hay dilemas. Y lo que empieza como una historia de paso de barcas se convierte en una odisea ética donde Rita tendrá que decidir si quiere ser la dueña de su vida o simplemente una pieza más del juego. La narrativa no tiene prisa, como esos trenes que tardan horas en llegar. Pero cuando llega la acción —¡ah, amigo!— se desata como una estampida de bisontes: asaltos, tiroteos, huidas. Todo medido, todo contado con la precisión de quien ha vivido mucho y ha leído más.

Rita Candela y el arte de mirar sin parpadear

“Hay miradas que disparan antes que las balas.”

Lo que hace Mundet con el dibujo es digno de estudio. Su estilo no es efectista, no quiere deslumbrar con fuegos artificiales. Prefiere la profundidad. Elige los silencios. Sabe cuándo usar un primer plano para apretar la garganta y cuándo abrir el plano como una herida en el paisaje. Los interiores, oscuros, llenos de humo y secretos, contrastan con los exteriores luminosos del desierto, donde el horizonte parece una promesa… o una trampa. El ritmo narrativo baila entre lo poético y lo brutal, como si John Ford se hubiera tomado un vino con Cormac McCarthy.

Hay páginas que no se leen: se respiran. Y otras que no se entienden del todo hasta que uno vuelve a ellas con la calma de quien repasa una pesadilla recurrente. Y eso, en el mundo del cómic actual —tan rápido, tan visual, tan ruidoso—, es casi un milagro. Pero también un riesgo.

Porque claro, esta obra no es para todos. Quien busque fuegos artificiales, chistes fáciles o superhéroes con mallas se sentirá fuera de lugar. Aquí no hay capas. Hay cicatrices. No hay gadgets. Hay puñales. Y no hay finales felices. Hay justicia, que es otra cosa. Más fría. Más cruda.

Joan Mundet, el viejo pistolero que nunca dejó de dibujar

Joan Mundet no necesita presentación, pero la merece. Empezó a ilustrar cuando los lápices aún se sacaban con cuchilla. Lo conocen por sus colaboraciones en las novelas del Capitán Alatriste y por la saga de Capablanca. Pero este western —esta especie de obra crepuscular— lo muestra más libre, más salvaje, más dueño de su tinta. Ha encontrado en el cómic una forma de poesía sucia, con olor a cuero y a tormenta. Y uno no puede evitar preguntarse si A orillas de la suerte es su testamento o su renacimiento.

Porque sí, hay algo crepuscular aquí. Como si el autor, ya con el pulso domado por los años, decidiera volver a cabalgar por un género que parecía moribundo y le diera una nueva vida, sin gritarlo, sin aspavientos. Solo con talento. Solo con oficio.

“El desierto no perdona. Pero tampoco olvida.”

No puedo cerrar esta crónica sin hablar de la edición. Cartem Cómics ha hecho un trabajo impecable. La tapa dura, el papel de calidad, las entrevistas ficticias incluidas como extra —que juegan con la cuarta pared y aportan una dimensión lúdica y original— son el broche de oro de una obra que se siente completa, redonda. Sí, cuesta más de lo que algunos están dispuestos a pagar. Pero lo bueno nunca fue barato, y lo inolvidable siempre pide un poco más.

“A veces, el precio de una historia no está en la portada, sino en lo que te deja dentro.”

¿Y si el futuro del cómic está en mirar hacia atrás?

Puede que los géneros clásicos tengan más fuerza de la que queremos admitir. Que el western, con su olor a cuero, polvo y silencio, sea el espejo más honesto de nuestra condición humana. Y que autores como Joan Mundet estén ahí para recordárnoslo, con un lápiz afilado como una navaja y una voz que no necesita gritar para hacerse oír.

Rita Candela no es una heroína. Es un espejo. Uno que tal vez no queremos mirar, pero que no podemos evitar. Porque todos —de alguna manera— tenemos nuestro propio Jiloca Pass.

¿Y tú? ¿Te atreverías a cruzarlo a pie, sin mirar atrás?

Más de 300 premios y un cine innovador: la obra de Antonio Bellido pide ser vista

 

Con 80 años, Antonio Bellido Marín ha sido un cineasta visionario que, a día de hoy, lucha contra el olvido institucional pese a ser el segundo director español más reconocido en IMDb por sus premios otorgados en festivales de todo el mundo.

Antonio Bellido IP

Especializado en cine mudo y experimental de bajo presupuesto, Bellido transforma su música y las canciones en el alma narrativa de sus películas, reemplazando el diálogo por una experiencia visual y emocional única.

Entre sus obras destacan títulos como Singing to Love – Cantando al Amor, que ha conquistado más de 107 galardones en plataformas como FilmFreeway y WFCN, destacándose en el circuito del cine musical romántico independiente.

Cartel IP

Pese a este récord, la película que supera a todas ellas en las plataformas es el largometraje musical de cine mudo experimental Trip to the Tax Paradise – Rumbo al Paraíso Fiscal. Con más de 194 premios en festivales internacionales, demuestra su habilidad para fusionar temas profundos basados en la Realidad con un estilo innovador. Su filmografía abarca largometrajes, medio metrajes, cortos y videoclips. Bellido con un estilo propio deja una huella imborrable en el arte audiovisual contemporáneo.

Un sueño autofinanciado con sacrificio

A punto de cumplir 80 años, en mayo del 2025, Bellido ha invertido su escaso capital personal para dar vida a sus proyectos, enfrentándose a la indiferencia del sector.

Actualmente, tiene adaptadas sus novelas, publicadas en Amazon Libros, en guiones con sus storyboard correspondientes para poder empezar su rodaje de largometrajes y series para TV. “Si el tiempo y las productoras lo permiten, llegaran a las pantallas en los diferentes géneros: cine Mudo Musical, Drama, Erótico, Realidad, Crimen y Ciencia Ficción, toda su obra literaria obtienen numerosos premios internacionales” comenta.

Bellido sigue buscando apoyo para difundir su obra en TV pública y salas de cine.

Cartel trip to tax paradise IP

“Después de la jubilación la mente humana puede fabricar cultura, en este caso, como se ha demostrado, sí que es reconocida por numerosos festivales internacionales de todo el mundo” explica.

 

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