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BAR MATRIOSHKA, EL ESPACIO LITERARIO DE ALEXIS LÓPEZ VIDAL

Bar Matrioshka es el espacio literario de Alexis López Vidal, en donde encontramos sorprendentes relatos cortos perfectamente organizados…

En Bar Matrioshka, que es el espacio literario del escritor Alexis López Vidal pueden leerse algunos de sus relatos cortos, poemas y también descargarlos en formato electrónico. Los relatos cortos están organizados además en categorías temáticas (urbanos, terror, fantásticos…). Alexis López Vidal, en Bar Matrioshka nos permite leer sus escritos y seguir al autor.

BAR MATRIOSHKA, EL ESPACIO LITERARIO DE ALEXIS LÓPEZ VIDAL
BAR MATRIOSHKA, EL ESPACIO LITERARIO DE ALEXIS LÓPEZ VIDAL

Los cuentos cortos permiten a un autor concentrar los temas universales que han ocupado y preocupado a hombres y mujeres desde el albor de los tiempos en la fracción de unas pocas páginas, tal y como si de un cuento o bien de una fábula se tratase de atisbar otro tiempo, otro planeta o mundo, e incluso otra forma diferente de acometer la vida golpeando nuestras opiniones con el marchamo del escritor que lo ha pergeñado.

¿QUE ESCRIBE ALEXIS LÓPEZ VIDAL?

Agreguemos a este espacio algunas de las cosas más interesantes que ha escrito. 

Un muchacho salió de entre los olivos como lebrel azuzado por el viento de la presa ….

Abraza Pistones la idea de separarse para siempre de la mujer que le ha atormentado tanto, separarse lo suficiente como para que el sortilegio que emana de sus ojos ….

«El club Pizarro» Premio Nacional de Relato Corto APDPE 2019

La poesía está ligada a la humanidad desde sus orígenes. Leer poemas, recitar versos, rimar estrofas es saber emplear el lenguaje misterioso que la realidad oculta y paralela superpone a la rutina y a lo fácilmente observable. Los poemas desarrollan temas que del mismo modo han acompañado a esta humanidad que halla cobijo en la lírica, como el amor, la pérdida o bien la tragicomedia de la existencia.

ABRAZA Pistones la idea de separarse para siempre de la mujer que le ha atormentado tanto, separarse lo suficiente como para que el sortilegio que emana de sus ojos abotagados de rímel robado de El Corte Inglés ya no le subyugue y le rinda. El concepto de libertad es sugerente. Mariano termina de enganchar un contenedor a los enormes brazos del camión y un sonido hidráulico avisa de que va a comenzar el volcado. Resulta monótono la mayor parte de las veces; bolsas de supermercado mal anudadas preñadas de pañales sucios, latas, cartones de leche que son engullidas una tras otra por el monstruo devorador de inmundicia. El forense, un cuarentón con calva en forma de tonsura que lleva pajarita, ha anotado en una libreta que vestía una camisa blanca todavía anudada – «sobre el ombligo bajo el que se abre la nada», ha pensado – y que, aunque el cabello es rubio, por el color de las raíces – «negrísimas» – la mujer era morena.

Con ocasión de la celebración de su XIV Congreso Nacional, la Asociación Profesional de Detectives Privados de España (APDPE) en cooperación con Ediciones PUNICA GRANATUM organizó un certamen nacional de cuento corto centrado en la figura del investigador privado en España.

El ganador fue Alexis López Vidal con su relato «El club Pizarro». El segundo premio fue para María Rodríguez González-Morisco con el título «La media rota», y el tercero para Yolanda Gil Jaca con el texto «No, a ella no». Es de ahí que surgió interesarnos en sus relatos cortos.

El club Pizarro

Es un relato ambientado en los años ochenta y se centra en el misterioso club de detectives que se reunía en una famosa cafetería de la capital; investigaciones, muertes incomprensibles y códigos secretos se aúnan en esta historia que puede leerse, así como el resto de relatos escogidos, en el libro editado y que lleva por título «Relatos con lupa» (Ediciones PG, ISBN: novecientos setenta y ocho-ochenta y cuatro-ciento veinte ciento treinta y cuatro-1-dos).

BAR MATRIOSHKA, EL ESPACIO LITERARIO DE ALEXIS LÓPEZ VIDAL
BAR MATRIOSHKA, EL ESPACIO LITERARIO DE ALEXIS LÓPEZ VIDAL

Tres sílabas, que tuve que repetir ante la amplia sonrisa perlada de un nigeriano amable que me estrechaba la mano. Qué irónico se me antojó que hallara tierra en un islote tan lejano y alejado del propio continente del que se separó para medrar a la deriva, yo, que crecí bajo aquel mismo cielo decolorado. Ambos convergíamos en la eucaristía postmoderna de compartir un cigarrillo a las puertas de un locutorio de barrio. Oficinas que habrían de albergar a contables bilingües huidos del amor descubierto fuera de casa porque el mundo se le había hecho muy grande y el corazón muy pequeño para albergarlo todo, tanto mundo y tanto amor.

Había empezado a llover cuando me mostró orgulloso su fotografía. Había dejado de hacerlo cuando se despidió de mí. Regresé sobre mis quinientos treinta y tres pasos una y otra vez y no hallé el camino de vuelta a la sonrisa franca de Ya-ku-bu. Tal vez las calles habían cambiado, tenían nuevos nombres o fingían, no me atreví a desplegar un mapa y cerciorarme de que el cuentacuentos malabarista había escrito el punto y final de una historia sin red, ni papeles, ni contrato ni seguro médico.

Al contemplar mi reflejo translúcido en la ventanilla del avión caí en la cuenta de que una niña aguardaba a que su padre le contara un cuento, como cada día, a la misma hora.

La nagá de Os Peares

Acostumbraba a darse en las sobremesas plácidas, alargadas con el deleite de un tabaco de pipa y un orujo añejo ….

El viaje de la ninfa

Llegó a su destino temerosa de que el conductor advirtiera su emoción y ….

La merienda

Le miré a los ojos, grises y mayúsculos como el cielo jironado en nubes.

La noche de berbería

Como si al despuntar el alba se quebrase un sortilegio, con las primeras luces emerge el puerto de Mogador, hasta entonces …«.

BAR MATRIOSHKA, EL ESPACIO LITERARIO DE ALEXIS LÓPEZ VIDAL
BAR MATRIOSHKA, EL ESPACIO LITERARIO DE ALEXIS LÓPEZ VIDAL

San Agustín

Un muchacho salió de entre los olivos como lebrel azuzado por el viento de la presa, levantando polvo con sus zancadas. Le había vencido la galbana acurrucado bajo el ramaje.

Los hermanos se abrazan, sintiendo apenas el calor del otro; se confortan mutuamente con unas palabras de consuelo, breves y escuetas; se sientan juntos, sin apuntalar el ánimo hombro contra hombro, dejando un espacio gélido entre los dos, frente al altar mayor, a unos pocos y penosos pasos de distancia del féretro donde yace su padre. La grave voz del sacerdote reverbera en los muros de caliza y granito, se agazapa como un silbido tras las columnas o recorre las vetas en el armazón de los retablos y retorna a la nave central elevando el panegírico en una suerte de canto letárgico que arrulla a los dolientes. Con todo, la circunspecta atmósfera del recinto se quiebra con el chillido lejano de los zagales que travesean en las callejuelas, con el petardeo ocasional de un motocarro y con el aroma de las flores del guisante de olor que trepa libre sobre la piedra del pórtico.

El tránsito desde la parroquia hasta el cementerio transcurre pausado, entre comentarios susurrados sobre la ligereza de la existencia humana y los que comparten vivencias en común con el difunto. Aún señoras de pelo ralo y níveo despiden al cortejo desde los portales, musitando una plegaria y sabedoras de que les aguarda próxima una compañía semejante; no les aflige, retornan a su vida plácida donde el potaje de cuaresma cuece ajeno a las cuitas del mundo.

[…]

– Usted da por supuesto que no valoramos la parroquia, solo porque lejos de aquí hay quien le pagará con holgura por quedarse un cacho, y se aprovecha de la necesidad de algunas gentes. Eso es soberbia.
– ¿Qué es para ti, entonces, orgullo? – quiso saber Utrillo.
Es marzo y las yemas del olivo, que estaban cerradas, crecen y forman racimos de flores.

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